Natalia Carbajosa
CONVERSACIONES DESDE UN TIEMPO-LUGAR INTUIDO (O
VICEVERSA):
SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERRERO-STRACHAN Y JOSÉ LUIS
ZERÓN HUGUET
POR NATALIA CARBAJOSA
Recibo casi a la vez dos ejemplos de eso que en otra parte he llamado escritura fronteriza, no porque traten de ninguna frontera física o política, sino por provenir de los aledaños de la literatura: de esos “no-géneros” a medio camino entre la observación, las memorias, la reflexión literaria, los sueños o el diario de viaje. Ese tipo de textos me interesa especialmente cuando, como es el caso, no constituye una mera adenda a la obra o la actividad principal de su autor, sino que la expande en nuevas direcciones.
Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan (Valladolid, 1968) es profesor de Literatura Norteamericana en la Universidad de Valladolid, traductor y crítico literario. José Luis Zerón Huguet (Orihuela, 1965) fue cofundador y codirector de la revista literaria de larga trayectoria Empireuma, y es autor de poemarios como El vuelo en la jaula (2004), Ante el umbral (2009), Sin lugar seguro (2013), Espacio transitorio (2018) e Intemperie (2021), entre otros.
Su nueva entrega, Donde los pájaros vienen a morir (Difácil, 2023), viene a ser en parte una continuación del título anterior, en esta ocasión centrado sobre todo en la música y en su relación con el paso del tiempo y con eso que solemos llamar el espíritu del lugar. Pero el estilo reflexivo del primer título ha dado paso ahora a una condensación marcadamente poética que se apoya, además, en imágenes captadas durante los viajes de su autor. Así, los párrafos que componen Donde los pájaros vienen a morir reproducen el lirismo implícito en las fotografías y viceversa; y ambos ejes, imagen y palabra, convierten al profesor y académico, muy apropiadamente, en poeta.
Por su parte, Zerón Huguet se aparta hasta cierto punto de su oficio principal, el de poeta, en A salto de mata: fragmentos de un diario (2008-2016) (Ediciones Frutos del tiempo, 2023), para abrirnos la puerta de sus reflexiones como crítico musical, cinematográfico y literario, pintarnos escenas cotidianas en prosa –un paseo por el campo, un sueño, un baño en el mar– e incluso abordar el género aforístico. Las alusiones al lugar –y a su provisionalidad-- en muchos de los títulos de sus poemarios confluyen de pronto en ese “a salto de mata” que evoca la estructura inevitablemente fragmentaria de las entradas de un diario; esto es, su reflejo del paso del tiempo y de los acontecimientos o pensamientos que lo pueblan como un flujo inesperado e improvisado, imposible de contener en el orden cerrado del poema. Así, el poeta se transforma en cronista de lo cercano, eso sí, sin renunciar a la exactitud intelectual.
La coincidencia en la recepción de estas dos publicaciones rebasa el eje temporal y me permite, como lectora, asistir al diálogo que se entabla entre ambas, sin importar las diferencias de composición, estilo o intención. Más aún, observo con intriga bien recompensada cómo cada uno de los autores, saliéndose de su dominio habitual, accede al del otro y ofrece justa reciprocidad estética. Valgan como muestra esta descripción del paisaje inabarcable del Medio Oeste americano de Rodríguez Guerrero-Strachan, contrapuesta a la del paseo nocturno por la Vega Baja oriolana de Zerón Huguet, en las que el yo que contempla o pasea se funde con la cualidad intemporal –cuando ese yo no estaba y/o deje de estar-- que dichos lugares contienen:
Cruza una llanura moteada por residuos arcillosos de un tiempo en que la tierra aún no había sido herida por el agua. Sorprende la fragilidad mineral que la fortaleza líquida desarma.
Esta meseta tiene un nombre –también hay aquí predios, valles, hondonadas que desconoce.
(Donde los pájaros vienen a morir, pág. 96)
Cuando llegamos a la altura de la alquería que da nombre a la finca, emprendiendo el camino de regreso, una lechuza hace un vuelo rasante oblicuo y pasa a unos metros de nosotros. Somos dos flâneurs nocturnos pendientes de cada imagen, de cada sonido; dos caminantes alerta que ven, aspiran y escuchan la sinfonía de un momento presente que pronto será una reliquia temporal olvidada.
(A salto de mata, pág. 127)
La fusión del tiempo y el lugar es uno de los vértices que relaciona ambos libros, pero no el único. Está también la música, verdadero desencadenante de la obra de Rodríguez Guerrero-Strachan y parte relevante del oficio crítico en la de Zerón Huguet. Así, de nuevo en paralelo, y con los compases musicales trascendiendo o desordenando, como en el caso de la contemplación o el paseo, el eje temporal-espacial, leemos lo siguiente:
I
Noches fugadas en la armonía de una tonalidad menor, noches repetidas al compás lento del ritmo de siempre –noches perdidas de una vida incomprensible.
Noches sin días –inmerso en un mundo de otras melodías ahora ya siempre suyas.
II
La nota de una armónica rompe el tiempo y lo detiene en un instante en que todo sale despedido hacia el allá donde nada hay que no sean esa nota y ese lugar.
(Donde los pájaros vienen a morir, p. 94)
La gran contribución a la historia de la música de Hildegarda de Bingen, Symphonia armonie celestium revelationum, ejerce en mí una extraña fascinación. Emana de la belleza desolada, trémula del misticismo áspero, carente de sensualidad propio del siglo XII; pero hay en esta música un no sé qué inescrutable (Cervantes dixit) que suena extrañamente familiar en nuestra época.
(A salto de mata, p. 28)
Este feliz encuentro --no intencionado-- entre A salto de mata y Donde los pájaros vienen a morir confirma una intuición propia, de esas que se convierten en convicciones casi sin querer: a saber, que la literatura –una clase concreta de literatura-- nos sale al paso en el momento preciso en que la necesitamos y, en ocasiones como la presente, en ración doble. Por eso mismo, esta es una reseña que en realidad no pretende ser reseña y asumir el riesgo de que a los autores aludidos les desconcierte encontrarse juntos en ella. Se trata más bien de un diálogo a tres bandas, entre dos libros que conversan y su lectora. Los pájaros del título de Rodríguez Guerrero-Strachan subrayan un fin visual y verbalmente poderoso: “Alzan sus siluetas para perderse en el horizonte pautado de los cables”. También en sus páginas finales nos advierte Zerón Huguet de que “El instinto es el vuelo de la razón”. La lectora, observando la trayectoria en V de los estorninos, cruza alternativamente de un libro al otro, sin dejar de mirar por la ventana.
NATALIA CARBAJOSA (El Puerto de Santa María, 1971). Doctora en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca, con una tesis sobre la comedia de Shakespeare. Desde 1999 vive en Cartagena y enseña inglés en su Universidad. Se ha especializado en poesía angloamericana de mujeres del siglo XX; entre otras, ha publicado ediciones de la obra de H.D., y Kathleen Raine. Es autora de cuentos infantiles, traductora del inglés, y cotraductora, junto con Viorica Patea, de la poesía de la rumana Ana Blandiana. Como poeta ha publicado los libros Pronóstico (2005), Desde una estrella enana (2009), Tu suerte está en Ispahán (2012) y Lugar (2019.) Más información en su web: http://nataliacarbajosa.es/
ÁGORA DIGITAL / EL MONO GRAMÁTICO / ARTÍCULOS / NOVIEMBRE 2023
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