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viernes, 24 de noviembre de 2023

POEMAS DE MAXIMILIANO HERNÁNDEZ MARCOS, PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA ANDRÉS SALOM EN 2008. Ágora en homenaje a Andrés Salom. Avance del n. doble 23-24


 

 

POEMAS DE GANADORES DEL PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA ANDRÉS SALOM EN EDICIONES ANTERIORES

MAXIMILIANO HERNÁNDEZ MARCOS GANÓ LA III EDICIÓN CON LA SOBRIEDAD Y EL TIEMPO EN 2008

 

 

POEMAS DE MAXIMILIANO HERNÁNDEZ MARCOS

 

De La sobriedad y el tiempo (2008)

Ed. Nausícaä, Murcia. Col. Azarbe/ Micromedia

III Premio Internacional de Poesía Andrés Salom

 

 

 

Orea la tierra,

cuenta con los dedos las imágenes de un día,

extiéndelas hasta que den de ti

lo que no han dado las estrictas palabras.

Con lentitud de sabia rueca

allí tu cuerpo frágil va fijándose a nombres,

deshojando mentiras con sus gestos,

inventando miradas

que acaso se aplazaron para siempre.

Allí también, con astuta ternura,

dejarás que sea tu voz ardiente

la que signe el lugar del destino,

y marcarás tus recuerdos

con la vida de los rostros que amaste

y el remoto deseo de los que no pudiste amar.

 

 

 

 

  MADRID POSTAL

 

 

Ya no voy a Madrid a ser dichoso.

 

De niño las hercúleas torres de metal alado

que acechaban el cielo, las nubes fluorescentes

repartiendo la lluvia -mensajeras del humo-

como héroes de espuma bajo un sol de pegatinas,

el metro velocísimo, los parques imantados

de osos y jirafas -dioses altos del bosque-,

misteriosos y grandes, y sus calles

larguísimas, de latir vivo y lejano,

encendían el alma, tornaban

azules los sentidos, los ungían

de aventura y hondo sentimiento,

y yo venía a Madrid para adorarlas

y pedirles que me llevasen con ellas

a buscar su corazón gigante,

y contarlo después, con alegría,

jugando al escondite entre nidos y sembrados

- porque en cosas del deseo comparten

su destino la ciudad y la tierra,

y una misma lengua en duermevela hablan

la guitarra y el vuelo ultrasonido.

Por eso yo venía a Madrid, humilde,

a conquistarla, con locura de niño,

tercamente, como un hidalgo ocioso

que tomase su afán por rascacielos

y entregara al prodigio su suerte.

 

Pero ahora, instalado en provincias

y en años de frágil lucimiento,

con la piel del asombro endurecida,

más pequeña por metro de experiencia;

ahora, conforme la edad, alejándose,

amansa el ruido y no deja traslucir

su calor y su ímpetu,

ya no voy a Madrid devotamente,

a dilatar los sueños sino a hacerlos salubres,

a esparcirlos por los barrios ruinosos

de cochambre y graffiti, donde siempre

diligentes mendigos recogen

- barrenderos de hazañas - el óxido

de las fábricas al amanecer.

Por eso ya no voy a Madrid a ser dichoso

sino a registrar su anhelo, el paso

efímero de los cuerpos en masa,

su cercana extrañeza, el severo rugido

del asfalto en la ronda de Atocha,

que otrora fuera estación de reposo,

luego endiablado escalectric para esconder enigmas

y traerlos en vida sutilmente a la luz...

Y yo voy a Madrid por eso también

a recordarlo - tierna estampa del tiempo -,

para no renunciar en balde, fríamente,

a aquel encanto oscuro

que hizo fértil la noche y veraz la mentira.

 

 

 

 

 

 

 

 

  inédito

 

 LA CANCIÓN DE LA LLUVIA

 

 

Que nos cale la lluvia,

que nos lave por dentro,

que nos limpie y nos moje

hasta empapar los huesos;

que nos quite el pesar,

la calima del miedo

y florezca la vida,

su color, el misterio.

 

Llueve lluvia llorona,

desahoga el tormento

que nos deja la sombra

presurosa del tiempo.

Llueve a llanto partido,

lluvia del gran consuelo.

Reblandece la euforia:

que se rompa el espectro

triunfador de los días,

que no llegue el invierno;

humedece el dolor

de los campos sedientos,

como lamen las lágrimas

las heridas del cuerpo.

 

Sollozar o llover.

Derramar por el suelo

la tristeza del mundo

para nacer de nuevo.

Derramarse o caer,

como lluvia del cielo,

que emborracha la tierra

hasta henchirla de pétalos.

Agua o lluvia bendita,

agua del plañidero,

que descarga la pena

refrescando el deseo.

 

Que nos cale la lluvia,

que nos lave por dentro,

que nos limpie y nos moje

hasta empapar los huesos;

que nos quite el pesar,

la calima del miedo

y florezca en lo oscuro

la verdad de los sueños.

 

 

Maximiliano Hernández Marcos

 

 

 


Maximiliano Hernández Marcos es poeta y profesor de Filosofía en la Universidad de Salamanca: En poesía, uno de sus más destacados libros es La mirada mirífica (2018, ed. Camelot); y en Filosofía: La primera escuela de Salamanca (VV, AA) (2012 Ediciones Universidad de Salamanca). 

Su primer libro de poemas, Cadencia de lo urbano, lo publicó en Madrid en 1993. Colaborador habitual de la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático, fue ganador del II Premio internacional de poesía Andrés Salom, organizado por esta revista y el Taller Ágora de Arte Gramático, con el libro La sobriedad y el tiempo (Murcia, 2008, ed. Nausícaä). En 2019 es incluido en La escritura plural. Antología actual de poesía española (Oviedo, Ed. Ars Poetica. Fulgencio Martínez / Luis Alberto de Cuenca).

 

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