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jueves, 16 de noviembre de 2023

DÍA MUNDIAL DEL FLAMENCO. 16 DE NOVIEMBRE. POR ANTONIO CHECA. ILUSTRACIONES DE JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO. ÁGORA EN HOMENAJE A ANDRÉS SALOM

 

     Ilustración de José Luis Martínez Valero

 

 

 DÍA MUNDIAL DEL FLAMENCO

              16 NOVIEMBRE

 

 

                 Por ANTONIO CHECA

 

    El sentido emocional del flamenco me ha llevado en ocasiones a creer que lo conozco, que entro dentro de su comunión y me llego a sus adentros como si fuese algo que se puede domar a primera vista.

    Es y ha sido para mí un aprendizaje de por vida. Siempre aprendiz de oído me llevó a penetrar en lo escrito y, de la oralidad, al sentido de escritores especializados, pero no, para mí el flamenco, ha sido mi compañero en ocasiones, mi guía de la historia real y ese amigo donde descansas de la monotonía para entrar en la parte onírica de su arte, en ese mundo inimitable, donde la poesía y la historia juegan un papel importante.

    Trabajé en el Centro Andaluz de las Letras donde en la conferencia, el primer cuarto de hora se debía a un autor y los otros tres de la hora a tu obra o, a lo que quisieras, en algunas ocasiones lo dediqué a él dentro de la estética escrita y el mensaje de su letra. Pero no llegaba. Mis largas conversaciones con Arcadio Larrea, --creo que fue uno de los investigadores más documentados—superado solamente por Catedrático de Universidad- don Alfredo Arrebola, conocedor de diez o doce lenguas, llamado su final, lo atrapó la muerte estudiando teología, pero, su pasión era la Raíz del cante, murió con una base inigualable con el dolor de no conocer ese: “de dónde”, yo le decía de la vida, pero él, añoraba llegar donde nadie creo no pudo llegar. Conocía los Palos, la geografía y el conocimiento emocional de algún palo, como las malagueñas, de las que cantaba sin igual y con su final habló de un todo, pero ni él, ni nadie, llega a sus inicios con severidad. Es sumamente imposible. Los que somos estudiosos llegamos a asegurar que existía en el Medievo, pero el Flamenco, seguro, el moderno, el que hoy vivimos es más moderno que algunas aseveraciones. Con perdón.

    Desde una edad de unos diez años he sido tabernero, camarero, restaurador del campo y ese sin fin de nombre que durante sesenta años has compartido desde mi trabajo y, en el inicial, en esa taberna solamente de vino con personas que, al “ligar” (termino de beber en compañía un litro de vino a secas) se entonaban los adentros y el vinillo levantaba la veda del silencio y con el apunte del compañero saltaba el primer fandango para decir que existo. A palo seco, pero entrando en una tradición única.

A lo largo de la vida he sentido cantar a mis paisanos que apuntaban el cante, el primero de todos era un hermano de mi abuelo llamado Manolico que ciego, dejaba su nombre en la taberna sabedor del cante. Mi padre, dicen que cantaba bien, no tuve oportunidad de oírlo por cerrar su boca ante la muerte de mi hermana fallecida con dieciséis años.

 

        Ilustración de José L. Martínez Valero
 

    Oí a La Pía, a Macareno, a Sebastián Moreno, al Bizco de los Garbanzos, a Cristóbal el de la huerta de Coca entre otros, y a todos aquellos que con una copita sobre sus hombros, llegaban a mi casa y dejaban en ella la alegría de su cante. Yo también canté, poco, pero con atino, dado a mi estudio perenne dentro de ese arte tan nuestro como tan dispar.

    Hoy es un día para recordar. Nadie se puede hacer a la idea si no lo ha vivido cantarse una Serrana montado en una borrica por un camino tortuoso mirando al infinito, ni sentir una saeta en un balcón con el sentido especial de algo emocional, o; en una siesta de calor sobre un trillo ronroneando en la parva cantarse unos cantes de trilla con un pañuelo al cuello y un par de bestias andando sobre el trigo o la cebada.

    Todo lo popular tiene una motivación que se mama, el cante, cuando se masca, no sabe a cante, sabe a música cantada, a suspiro de un tiempo entre tus labios…

     He conocido a infinidad de “flamencólogos”, todos con su verdad y con un sentido social distante de lo real y sí allegados a la heráldica de los cantaores famosos, de ahí, a llegar a inicio de ese arte, creo que no ha llegado nadie. Tengo una biblioteca importante sobre el tema y conocido muy personalmente a algunos escritores famosos. Tuve una amistad grande con –creo—el mejor conocedor del cante—repito, Alfredo Arrebola, el Argentino/ Jerezano Caballero Bonald entre otros conocedores, yo, como oyente, miraba más los cantes de mi taberna y las letras inimitables de su analfabetería, convirtiéndolos en doctos conocedores con letras populares de analfabetos poetas.   

 


 

          En mi libro Ecos y Perfiles (editado por la UNIA: Universidad internacional de Andalucia, Baeza, 1996), doy poéticamente parte de los Palos Flamencos (yo cuento 72) hipotéticamente. Di una conferencia en la Radio del Pueblo en Argentina sobre el mismo tema, y mi sorpresa fue el sin fin de llamadas de personas que emigraron y entre sus cosas personales se llevaron el FLAMENCO.

          El flamenco, es la joya nacional, lo que llama a tu corazón pidiendo justicia y ofreciendo arte. Seamos conscientes de un valor único.

        De mi libro, donde canto en poesía los palos, saco uno dedicado al CANTAOR, os lo ofrezco.

 

                     CANTAOR

 

          Tose, tensa el pecho,

           aspira, idolatra tu ser, retrata

           sobre tu pecho el rito.

           Hecho

           aférrate al talante, saca,

           acata

           ese sabor del tiempo, lanza el grito

           que sale por derecho,

           y encájate en tu ser en tu ser

           como encaja el tiempo en su figura.

           Sal y tensa esa cuerda vocal, vale,

            un ayer y un presente,

            esa historia perenne de tu gente:

            tose, tensa el pecho,

            apura

            con el aire tu semblante

            y danos simplemente,

            unas notas de amor en tu cante.

 

                  Antonio Checa Lechuga

 

 

 

   Fuente: Baeza literaria.

 

Antonio Checa Lechuga, escritor, nacido en Baeza en 1941. Ha publicado, entre otras obras, Polvo y Barro, Poética (1983), Ecos y Perfiles (1996), Espacio de la luz (2003), Poemas de Amor Profundo (2009), La voz de la retina (2016) y El silencio de las aguas (2018). Estudioso y admirador de Antonio Machado. Ha publicado artículos en diarios y revistas y ha participado en varios libros colectivos.

De él escribe José Luis Martínez Valero: "Lo conocí en mis repetidas estancias en Baeza para conmemorar la muerte de Antonio Machado. Antonio junto a otro amigo acordaron hacer el paseo machadiano que comienza en el Ayuntamiento, enfrente se encuentra la casa en la que vivió, el Instituto, antigua Universidad, la Puerta de la Luna, y el camino de ronda que conduce a la cabeza de Pablo Serrano. He visto crecer ese homenaje, única procesión civil, se ha creado la Universidad Internacional Antonio Machado. Antonio Checa es poeta, novelista, compone ensayos, es también periodista; y es pausado, reflexivo, parece que llevara la historia entera de Baeza sobre sus hombros." 

 

José Luis Martínez Valero, el autor de las ilustraciones, nació en Águilas (Murcia), en 1941. Es catedrático emérito de Literatura. Poeta, narrador, ensayista. Ha publicado, entre otros libros: Poemas (1982), La puerta falsa (2002), La espalda del fotógrafo (2003), Tres actores y un escenario (2006), Tres monólogos (2007), Plaza de Belluga (2009), La isla (2013), El escritor y su paisaje (2009), Libro abierto (2010), Merced 22 (2013), Daniel en Auderghem (2015), Puerto de Sombra (2017), Sintaxis (2019) y Otoño en Babel (2022, ed. La fea burguesía, Murcia). Ha sido guionista en los documentales: Miguel Espinosa y Jorge Guillén en Murcia. También es un notable aguafuertista e ilustrador.

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