Teresa Vicente
LIENZO, PINTURA, PIEDRA.
4 poemas de Teresa Vicente
LA VISIÓN DEL GRECO DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
(EL PRADO)
Lamento de hombres:
ante la muerte expresan dolor.
¡Ciegos, que no ven la resurrección!
Brazos abiertos en rendición,
brazos clamando en alto.
Se tapan los ojos,
doblados, inclinando el rostro.
Tejidos de colores nacarados
sobre los torsos,
barnices sutiles
que permiten ver la carne
en su transparencia.
Todos los presentes —en dispar postura—
no entienden qué hace un cuerpo,
entre estandartes de gloria,
levitando desnudo en medio de ellos.
Una mandorla, la entrada a la cavidad
de un sexo materno, acoge a ese hijo
muerto y resucitado —de color lechoso—
bajo un potente foco de luz.
Jesús, sereno y en paz,
alcanza la gloria eterna.
¡Dichoso él, que supo,
desde la vida,
donde estaría
tras la muerte!
(Inédito)
LA MÁS HERMOSA APSARA
(Camboya)
“Hay que darse prisa —dice el guía—,
pronto no se podrá apreciar,
las raíces del árbol la ocultarán, la despedazarán
y su hermosura sólo será una leyenda,
para siempre”.
Corrimos entre trocos y lianas, en penumbra
—toda la luz la atesoraban las copas de los árboles—,
para llegar al templo, erguido e imponente,
que, aunque roído por el tiempo, lo desafiaba.
Llegamos, y vimos que
extremos de grandes tentáculos,
blancos y redondos, brazos de la selva,
la sujetaban por la cintura y por el cuello.
Bailaban con la ninfa,
con una música inquieta,
hecha del crecimiento de raíces,
de troncos y de hojas,
de la levedad de los pétalos al caer,
de aullidos de monos,
de pájaros cantores,
del sonido de animales arrastrándose,
del agua al caer.
Tenía la mirada rasgada,
de mujer caprichosa o meretriz dominante.
Desde sus pupilas de mercurio quieto,
nos observaba de lado, retadora,
como siempre.
Dentro de su ojo te aguardaba la muerte;
lo hacía por orden de su amo,
el semidiós Indra,
para seducir a los hombres y aniquilarlos.
Su cuerpo era turgente
y lo mostraba desnudo desde la cintura.
Alzaba un brazo,
moviendo, en su quietud eterna, una mano con gracia.
Sus pies, desnudos, eran la atracción de los fetichistas.
La apsara
—incomunicada del mundo,
guardada en su templo,
rodeada de una
inmensa bóveda verde
sujeta por columnas marrones—
no sabe que el hombre no necesita a nadie para
destruirse.
Él solo se basta para lograrlo.
(De Orión pasa de largo, ed. Balduque, Colección Sudeste, Cartagena, 2020)
EL JUICIO DE PARIS
(Ernst Ludwig Kirchner, 1912,1913)
¿Quién valora la belleza?
¿Quién puede comprarla?
El juez es displicente ante
la elección perfecta:
un hombre lacio, inconmovible,
con un cigarro en la comisura.
Tres Gracias, con la monocromía de la lividez,
tienen la madurez de la experiencia.
La sentada, reflexiva, melancólica,
podría encarnar la intelectualidad;
toda hacia dentro, atrae como una cueva
que se desea explorar.
La desnuda, de pie, de voluptuosas caderas;
es una niña, melancólica ante su destino,
a la que todo hubiera que enseñarle.
La vestida, de sugerentes hombros,
provocadora y desafiante; encarna
a un ser que ha de temerse.
Son la rueda de las promesas gozosas:
distantes, duras, maquilladas,
modernas y frías. Esperando
ser elegidas para poder vivir.
(De Estigma, ed. Renacimiento, Sevilla, 2016)
LIEBRE MUERTA (Chardin)
Un puñado de muerte
en un saco de despojo.
Un hocico opaco,
unos ojos sin vista,
una piel sin brillo.
La energía, la velocidad,
domeñada en músculos parados:
una obra de ingeniería, truncada
por la escopeta.
Al lado un morral,
la cantimplora con pólvora:
un alarde de virilidad,
de sustento,
o de crueldad.
(De Dispárame Vida, ed. Renacimiento, Sevilla, 2013)
Teresa Vicente es Licenciada en Historia General y del Arte. Obra en poesía: Enraizó en el agua, ed. Azarbe, 2010; Dispárame vida, 2013, Estigma 2016, en ed. Renacimiento; Orión pasa de largo, 2020, y La silla blanca 2022, de ed. Balduque. En narrativa, con la editorial La Fea Burguesía, publica Amores Malsanos en 2017 y La Casa de las Palomas en 2020. Ha publicado cuentos en el periódico La Verdad, ha participado en libros colectivos, en lecturas y,homenajes, y presentado libros, además es jurado del Premio Enrique Ríus Zunón, Premio CJT y del Ramón Gaya, Ayto. de Murcia.
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