Ágora celebra la Europa de las ciudades pequeñas y los pueblos en paz
IRRESPONSABILIDAD PERSISTENTE
Para reflexionar el día 9, Día de Europa
En España, donde vivo, el Gobierno ocultó las cifras reales de muertos por Covid y se desentendió de las residencias de ancianos, quienes no podían ni siquiera recibir la visita y la compañía de sus familiares. No los llevaron, a los enfermos, a hospitales.
Esas palabras son mías y forman parte de una entrevista que publicó el periódico digital El Post Antillano. Lo podéis leer en:
El 14 de marzo de 2020 decretó el Gobierno de Pedro Sánchez el estado de alarma. Previamente, una semana antes, se había celebrado en Madrid y en otras capitales el Día de la Mujer con concentraciones masivas, en cuya cabecera algunos miembros del Gobierno, avisados, se protegían con guantes anticovid. Se produciría en los días siguientes la avalancha de contagios que el mismo domingo 8, sobre las 11.30 de la mañana, antes de las manifestaciones, en la 2 de Televisión Española, temía el doctor Fernando Simón, portavoz del Gobierno y, en concreto, del Ministerio de Sanidad dirigido por el entonces ministro Salvador Illa.
Escribí un artículo, que se publicó en La Opinión de Murcia, denunciando ese silencio de muchos, un silencio táctico que podría ser delictivo: “Avalancha de irresponsabilidad política”. Está disponible en:
Primó la ideología y esa especie de frivolidad sin gracia que se ha puesto de moda en la vida política de este país, donde los políticos compiten por demostrar ingenio y frivolidad, dos cosas casi imposibles de juntar si uno carece de pegamento en la mollera.
El vicepresidente del Gabinete de Sánchez, Pablo Iglesias Turrión, se abstuvo de su responsabilidad sobre las Residencias de Ancianos. El Gobierno del país dimitiría pronto en pleno de sus responsabilidades y le pasaría la pelota caliente de cuidar la salud de todos los ciudadanos a las Comunidad Autónomas.
Sin embargo, se reservó el derecho de incautar a la fuerza material sanitario (lo sé por experiencia propia, ya que el director de la residencia de mayores en la que se encontraba mi padre me lo comunicó: que el señor Illa le había incautado el material que habían adquirido las asociaciones de forma privada). La tenaz gestión de Salvador Illa logró el insólito récord de desabastecimiento de guantes y mascarillas y de gasto pródigo de millones de euros de las arcas públicas a proveedores paisanos del ministro que no cumplieron con las expectativas. (1) Todo era un disparate tan grande, mientras los ciudadanos, alarmados, comprábamos algunos guantes, algunas mascarillas a cuentagotas, las que aún quedaban en las farmacias… y a precio de un filete de carne.
Ningún fiscal ni juez ha entrado a enterarse y a contarnos si hubo algunas personas, miembros o no del Gobierno del Estado, y claro, también de otros Gobiernos locales o autonómicos, que lo hicieron mal. Hoy sabemos que no lo hicieron bien, pero casi sospechamos que no lo hicieron bien adrede, más aún, que muchos prevaricaron, se dedicaron a cobrar comisiones en el negocio de las mascarillas y de otro material anticovid de primera necesidad, como batas, respiradores, guantes, máscaras de protección facial de plástico, etc.
Es indignante moralmente que políticos y algunos empresarios privados se enriquecieran con la especulación sobre ese material en una situación tan trágica en la que morían muchas personas diariamente. Además, en la más cruel soledad, sin que ni siquiera pudiesen tener cerca a sus familiares, confinados —como decía el logos según san Judas del Gobierno de Pedro Sánchez, que nos quería confundir con neopalabras como esa. Estábamos encerradísimos, y lo estuvimos más tiempo que en ningún otro país de nuestro entorno por la dañina frivolidad de la política en los primeros meses de dispararse el Covid en Europa, ya desde finales de enero de 2020.
Puede que no hayamos todavía tenido un debate público, serio, sobre el asunto del Covid, y que haya muchos implicados que tendrían que afrontar sus responsabilidades, no solo judiciales—que casi es lo de menos—, sino morales y políticas. No es sano que el mal hecho quede sin reprobación moral ni política. Este país no tiene que mirar para otro lado siempre, en las grandes crisis. Sí, sé que la máquina política no puede parar, que son los mismos que hoy siguen en la pista, Illa, Pedro Sánchez, Ábalos, este muerto pero viviente, y lo más inverosímil, para algunos debían y deben seguir en la pista; otros pensamos: ¡a ver si un día llamamos a otros actores!
La irresponsabilidad persistente de los gobernantes (y no solo de ellos, ¡ojo!, también del país que gasta un buen dinero en educación, y cuyos ciudadanos en su mayoría pasan de todo) es un tema que debía ser tratado el 9 de Mayo, Día de Europa, en las charlas escolares y debates que se organizan para esa ocasión y que promueven el Parlamento europeo y los Ayuntamientos de España.
Necesitamos, las generaciones nuevas y las ya curtidas, como la mía, no sentir que los debates públicos se diluyen en la letra pequeña de las disputas de los partidos políticos. Veo a una generación ávida de saber: que empiecen pues a preguntar, y en temas que les afectan próximos, como fue la gestión del covid en España.
A solo cuatro años y dos meses del comienzo oficial de la pandemia que se extendió por España y que se llevó la vida de mi padre, igual que segó la de tantas personas, parece que hubiera pasado un siglo de olvido; y es que hasta ahora ni el Gobierno de entonces ni el país como colectivo ha analizado si se pudo hacer algo más, o mejor, por ellas y por ellos.
A pesar de tanto empeño por no recordar, no os olvidamos, queridos.
Fulgencio Martínez
(1) Se hizo habitual la falta de transparencia e información por parte del Gobierno. Hoy en día las investigaciones sobre aquellos sucesos comienzan a ser noticia:
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