VIEJO Y NUEVO FEUDALISMO
En la Edad Media,
época de feudalismo, cuando el señor del castillo lo necesitaba hacía una razzia en los campos ajenos o propios.
De este modo, el señor se recuperaba de una crisis de monetario. Ha pasado el
tiempo y han cambiado las telas de los tejidos, las modas de vestir y las
formas políticas, pero, en el fondo, el método económico de los señores del
poder sigue siendo el mismo que el de
aquel tiempo feudal. Debe ser porque, en efecto, el procedimiento les resulta
“económico” a ellos, claro. “Económico” aquí significa el más simple y eficaz,
el más rápido y aséptico método de recuperar un nivel de riqueza, cuando se ha
disminuido esta a un extremo casi intangible.
Estas reflexiones vienen a dar voz a cierta sospecha que
nace de inmediato cuando oímos en los medios hablar de recuperación económica
en un país en que, a diario, las familias sufren en sus carnes un nuevo
“cesado” o “parado” que alimentar. Cuando la posibilidad de emancipación de un
joven se ve reducida casi a cero (en nuestra Región de Murcia, menos de dos
jóvenes por cada diez pueden hoy emanciparse y vivir autónomamente). La escasez
económica y de empleo no ha producido mecanismos equilibrados de reparto de la
riqueza y del trabajo. La riqueza sigue estando concentrada en pocas manos
privilegiadas y el trabajo escaso no se reparte con criterios racionales y
justos, como sería lo deseable en un Estado eficiente, y a la vez ético, es
decir, en una sociedad con rostro humano. Vivimos en un capitalismo desalmado,
y aun peor, ineficiente, respecto a la atención de las necesidades y demandas
del conjunto social. Sin embargo, desde hace unas décadas el capitalismo
antiestado, neoliberal e ineficiente, ha reforzado el discurso de sus
dirigentes políticos, convertidos en correa de transmisión de órdenes
financieras internacionales, filtradas a través de otros políticos
intermediarios que ocupan las cátedras de las instituciones europeas. En fin,
el capitalismo de Occidente, en horas de crisis, ha endurecido y tensado su cinturón
de protección; no es ajeno a su apretura psicológica la emergencia cada vez más
global de su competidor, el capitalismo chino-asiático, que intenta pescar en
las mismas aguas donde pescaba tradicionalmente el capitalismo euroamericano.
Dos grandes señores feudales, pues, uno que pasa horas bajas y otro que amplía
sus fronteras a uña de caballo.
El nuestro, nuestro señor más cercano, el capitalismo
occidental ordena “ajustes” y “recortes”, destruye el estado de seguridad y los
avances sociales por los que habían peleado sus súbditos, introduciendo reformas ad hoc para adelgazar sus deudas y recuperar una sensación
psicológica de dominio, como la que tenía cuando era único amo y señor de todo.
En el otro campo del capitalismo amarillo emergente, no hubo tales derechos y
tampoco hay prisa por que existan: en eso están de acuerdo ambos tronos
capitalistas; les beneficia a ambos el que en una parte del orbe capitalista no
haya derechos sociales ni laborales, pues de ese modo, para el capitalismo
euroamericano, se tiene margen para seguir recortando derechos y se asegura
fidelidades por temor al coco de un antimodelo social reprobable desde la
ideología democrática supuestamente imperante en Occidente. Por el otro lado, al
capitalismo chino la desregularización de la economía a nivel internacional le
viene como anillo al dedo. Curiosamente, se da de hecho
la alianza de intereses (que no de civilizaciones, como soñaba el ilustre Zapatero) entre el máximo de aparato de
Estado y la mínima expresión del Estado: entre el Partido comunista dirigente en la
China actual y los gobiernos neoliberales de las democracias occidentales. Sin
embargo, es cada vez más necesario un Estado moderno, eficiente, justo, ético,
que ponga freno a los intereses de los señores feudales del capitalismo. No
caer en la trampa de identificar mercado con capitalismo; desde hace mucho
tiempo, el capitalismo no vive del mercado, que manipula a sus conveniencias,
sino de la rapiña, el robo, el desahucio, la razzia e incursión vandálica en los bolsillos y en los bienes de
trabajadores, los antes llamados siervos
y pueblo, y hoy solo consumidores. En las futuras ediciones del diccionario de
la Real Academia, se deberían incluir como sinónimos de verbos como robar y saquear las voces de “recortar”,
“ajustar”, “reformar” y “recuperarse”. De modo que cuando un político
diga que la recuperación se ha iniciado o que ha cambiado el ciclo recesivo,
debamos entender que siguen saqueando estupendamente y robándonos dinero a los ciudadanos para los
intereses suyos.
Hace poco ha dicho el consejero de Economía de la Comunidad
de Murcia, señor Juan Bernal, que hay
signos de recuperación en la economía local. Pues bien: ya me temo que mi
nómina de funcionario de diciembre lo pague, verán ustedes como no me equivoco;
tiempo al tiempo.
Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y escritor
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