HIJOS DE FRANCO
“Yo no sé
cómo va a ser posible que se saque nuestro país del envilecimiento en que le
están sumiendo esos miserables. Todos coinciden: vivir allí es verse forzado a
robar, a engañar, a falsearlo todo. Los unos roban por codicia, los de arriba;
y los infelices de abajo por pura necesidad, para no morirse. El único modo de
aguantar es encerrarse en casa. Y lo que dicen del fantástico lujo del público
de los conciertos, por ejemplo, y del aspecto famélico y dolorido de la gente que
anda por la calle, en Madrid. No creo que haya en toda la historia de España
ser semejante a Franco, en infamia y
satánica ceguera".
Estas impresionantes palabras las escribió el poeta Pedro Salinas, y se recogen en un libro
dedicado a la correspondencia entre Salinas y Jorge Guillén. Están escritas el 21 de octubre de 1948, desde
Baltimore (USA), donde a la sazón era profesor universitario el autor de La voz a ti debida. Salinas llevaba en
el exilio más de diez años pero día a día vive y se afana por saber sobre “nuestro
país”. Pregunta a los profesores que llegan de España, invitados por las
universidades americanas: nada menos que
Dámaso Alonso, Carlos Bousoño, Rafael
Lapesa, Carmen Castro, Concha Zardoya, José Ferrater Mora; de esos
intelectuales que vivían el régimen
desde dentro, silenciados políticamente, recibe la información de la que da cuenta Salinas a Jorge Guillén.
Al releer esas frases, hoy, nos viene casi la certeza de que seguimos viviendo nosotros
en el mismo país desastroso. Son los hijos de Franco los corruptos cínicos que
nos pastorean en esta crisis, los que por avaricia siguen chupando la sangre a este
país; solo que ahora no visten uniforme militar ni cantan –al menos, en público-
el “Cara al sol”. Ahora son los dirigentes de esas mafias llamadas partidos
políticos, que hacen y deshacen a su conveniencia, quitan y ponen jueces en el
Tribunal Supremo, distraen –eufemismo de robar- los dineros públicos, ven la
viga en el pequeño que infringe la ley, por necesidad, debilidad o a imitación de ellos, y a ese chico le caen
multas exprés, le llueven años de cárcel en juicios rápidos (eufemismo también,
si tenemos en cuenta la lentitud geológica de la justicia en España, donde un
juicio a un presunto corrupto dura eras geológicas; véase el reciente caso de Carlos Fabra).
Ahora, los
hijos de Franco, de ceguera satánica y avaricia sin límites, están en el
sindicato, en los comités centrales y en los pasillos de la Democracia, allí
donde se decida, planifique, calcule la extorsión al pueblo. En esas sus
trincheras fraguan sus argumentos de leguleyo y las excusas con las que,
incluso después de ser pillados con el carrito del helado, uno de ellos puede
salir libre de culpa. La Historia, sin embargo, nos dirá –espero- la verdad, y
cómo vivimos este año y el otro y el otro bajo una “democracia robada”
.
Esa imagen
saliniana del Madrid de la posguerra, de 1948, presenta a unos pocos que alardean
de la dolce vita mientras la mayoría
del pueblo “camina y revienta”, camino de ser el Lute , pero con más dignidad que los que exhiben su “fantástico lujo”. No sé si tendrá eso algo
que ver con los datos de una reciente estadística, a nivel nacional y a nivel
de la Comunidad de Murcia: menos de un 20
por ciento, aquí, de gentes de fortuna disfruta el 40 por ciento de las rentas.
Los hijos de Franco nunca se han caracterizado por ser solidarios, ni ayer ni
hoy. Tampoco se han caracterizado por ser muy españoles, más que de boquilla.
Viendo el otro día en la tele a Rubalcaba,
interrumpido en un “acto académico” por una protesta de los “desahuciados”, me
pregunté qué hace este hombre ahí, ni habla ni protesta, ni siquiera cuando los
hijos de Franco intentan reprender a los que se manifiestan pacíficamente.
Guardo para mí el ditirambo a la suerte que siempre tienen los hijos de puta, ¡qué
suerte más grande tienen!, con tener un país tan educado en sus protestas.
FULGENCIO
MARTINEZ
Profesor de
Filosofía y escritor
REVISTA ÁGORA DIGITAL NOVIEMBRE 2013
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