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viernes, 29 de noviembre de 2013

Hijos de Franco. Diario político y literario de F. M../T2/ 20

            

HIJOS DE FRANCO




Yo no sé cómo va a ser posible que se saque nuestro país del envilecimiento en que le están sumiendo esos miserables. Todos coinciden: vivir allí es verse forzado a robar, a engañar,  a falsearlo todo. Los unos roban por codicia, los de arriba; y los infelices de abajo por pura necesidad, para no morirse. El único modo de aguantar es encerrarse en casa. Y lo que dicen del fantástico lujo del público de los conciertos, por ejemplo, y del aspecto famélico y dolorido de la gente que anda por la calle, en Madrid. No creo que haya en toda la historia de España ser semejante a Franco, en infamia y satánica ceguera".

Estas impresionantes palabras las escribió el poeta Pedro Salinas, y se recogen en un libro dedicado a la correspondencia entre Salinas y Jorge Guillén. Están escritas el 21 de octubre de 1948, desde Baltimore (USA), donde a la sazón era profesor universitario el autor de La voz a ti debida. Salinas llevaba en el exilio más de diez años pero día a día vive y se afana por saber sobre “nuestro país”. Pregunta a los profesores que llegan de España, invitados por las universidades americanas: nada menos que Dámaso Alonso,  Carlos Bousoño, Rafael Lapesa, Carmen Castro, Concha Zardoya, José Ferrater Mora; de esos intelectuales que vivían el régimen desde dentro, silenciados políticamente, recibe la información  de la que da cuenta Salinas a Jorge Guillén.

Al releer esas frases, hoy, nos viene casi la certeza de que seguimos viviendo nosotros en el mismo país desastroso. Son los hijos de Franco los corruptos cínicos que nos pastorean en esta crisis, los que por avaricia siguen chupando la sangre a este país; solo que ahora no visten uniforme militar ni cantan –al menos, en público- el “Cara al sol”. Ahora son los dirigentes de esas mafias llamadas partidos políticos, que hacen y deshacen a su conveniencia, quitan y ponen jueces en el Tribunal Supremo, distraen –eufemismo de robar- los dineros públicos, ven la viga en el pequeño que infringe la ley, por necesidad,  debilidad o  a imitación de ellos, y a ese chico le caen multas exprés, le llueven años de cárcel en juicios rápidos (eufemismo también, si tenemos en cuenta la lentitud geológica de la justicia en España, donde un juicio a un presunto corrupto dura eras geológicas; véase el reciente caso de Carlos Fabra).


Ahora, los hijos de Franco, de ceguera satánica y avaricia sin límites, están en el sindicato, en los comités centrales y en los pasillos de la Democracia, allí donde se decida, planifique, calcule la extorsión al pueblo. En esas sus trincheras fraguan sus argumentos de leguleyo y las excusas con las que, incluso después de ser pillados con el carrito del helado, uno de ellos puede salir libre de culpa. La Historia, sin embargo, nos dirá –espero- la verdad, y cómo vivimos este año y el otro y el otro bajo una “democracia robada”
.

Esa imagen saliniana del Madrid de la posguerra, de 1948, presenta a unos pocos que alardean de la dolce vita mientras la mayoría del pueblo “camina y revienta”, camino de ser el Lute , pero con más dignidad que los que exhiben su  “fantástico lujo”. No sé si tendrá eso algo que ver con los datos de una reciente estadística, a nivel nacional y a nivel de la Comunidad de Murcia:  menos de un 20 por ciento, aquí, de gentes de fortuna disfruta el 40 por ciento de las rentas. Los hijos de Franco nunca se han caracterizado por ser solidarios, ni ayer ni hoy. Tampoco se han caracterizado por ser muy españoles, más que de boquilla. 

Viendo el otro día en la tele a Rubalcaba, interrumpido en un “acto académico” por una protesta de los “desahuciados”, me pregunté qué hace este hombre ahí, ni habla ni protesta, ni siquiera cuando los hijos de Franco intentan reprender a los que se manifiestan pacíficamente. Guardo para mí el ditirambo a la suerte que siempre tienen los hijos de puta, ¡qué suerte más grande tienen!, con tener un país tan educado en sus protestas.


                                                                                                                 FULGENCIO MARTINEZ

Profesor de Filosofía y escritor


REVISTA ÁGORA DIGITAL NOVIEMBRE 2013

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