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martes, 5 de noviembre de 2013

Reseña de José María Piñeiro del libro de Santiago Montobbio "Los soles por las noches esparcidos" (El bardo col.de poesía)

Santiago Montobbio
Los libros de la Frontera.
El Bardo. Barcelona 2013




LOS SOLES POR LAS NOCHES ESPARCIDOS



El concepto de “circunstancia” en el ámbito de la escritura poética ha ido reduciendo su significación hasta, meramente, aludir, y más bien peyorativamente, a una obra producida o por encargo, o por compromiso, como si el “obligar” al escritor o al artista a producir una obra,  implicase mecánicamente la exención de una calidad digna en la misma. Resultaría interesante redefinir el concepto de circunstancia, no sólo para despejar tópicos sino para buscar el comentario complejo de todo lo que late bajo lo que hemos convenido en llamar, ampliamente, “circunstancia”: ese rapto, lucidez, herida, confusión luminosa o trance desde el que se escribe y que, cabalmente, podríamos identificar como la inspiración. Porque escribir desde la circunstancia implica una experiencia radical del tiempo - su emprendimiento radiante, su sublimación -, liberar el discurso a partir del corte específico en el que uno tiene el cuerpo y la mente embargados por lo que milimétricamente le acontece. Escribir desde la circunstancia es escribir al dictado de una irresolubilidad: vivir la continuidad y el accidente que potencia y divide la continuidad.    

Me detengo en estas observaciones, a riesgo de parecer retórico, porque tales aspectos afloran notoriamente en un libro como el que reseñamos, Los soles por las noches esparcidos, de Santiago Montobbio, aparecido en junio de este año. Casi nos atreveríamos a decir que, independientemente de la belleza del conjunto de sus versos-, aunque tal independencia no sería sino quimérica, ya que el verso no puede desentenderse del proceso emotivo-intelectual que lo ha construido -,  lo llamativo del poemario, en principio,  estriba en  la forma y en el cómo ha sido escrito, qué relampagueo interior ha hecho germinar en un solo acontecimiento todos los poemas.

Con seguridad, encontraremos pocos libros recientes de poesía en los que el tiempo en que han sido gestados, constituya una singularidad digna de analizarse. Si en apenas dos meses, Montobbio acomete la escritura de más de dos centenares de poemas que vienen a constituirse en el volumen que comentamos, no podemos obviar, sin más, este aspecto que viene a confirmar que lo anecdótico- entendiendo con ello el sumirse emocionalmente en la imprevisibilidad del tiempo, convertir el período en metáfora de lo total -, es parte sustancial de la obra que se hace, o más exactamente: Montobbio hace de lo anecdótico, una continuidad habitable, vinculando esta tendencia a un modo de gestar la materia poética, o, quizá, a una poética: escribir, compulsivamente, mezclar las premuras del yo en la redes de lo inmanente.    


Los soles por las noches esparcidos, viene a ser una continuación, en forma y estilo, de un libro anterior escrito de semejante modo, bajo el arrebato de las musas: La poesía es un fondo de agua marina. Dos partes de una misma llama, dos sesiones de un solo trallazo germinador. Si constatamos que el libro anterior, el que precede a La poesía es un fondo.., y que fue el primero del autor, hay que localizarlo veinte años atrás, describiremos la singladura de una escritura que no se produce sino en momentos de saturación, de explosión, tras largos períodos de contención anímica. Una escritura que fluctúa en el tiempo porque es en el fluir del mismo donde halla su encarnación constante, donde se materializan sus vislumbramientos. Todo son adioses repetidos./ Desde ellos/ mi poesía dirige instancias al olvido/ que digo por ver si se apiada de mí mismo./ Y así me borro, así transcurro/ del tiempo perseguido/….  Me extiendo y me repito./ Me pulso. /Soy última frontera de mí mismo.    

El límite y el destino iluminador del poema es la temporalidad pura de ese yo en refriega, y es ahí donde la experiencia se afantasma bajo la onda de las repeticiones y de los reflujos verbales y de donde se derivan tanto las virtudes como las “contraindicaciones” de este tipo de escritura de la heterogeneidad íntima. 

Leyendo uno tras otro, los poemas de Los Soles…, uno va introduciéndose en una aventura poética en la que las mixturas - la nota prosaica,  el vuelo lírico, la anotación diarística convertida en poema, la oración -  marchan paralelas, son aspectos de una sola simultaneidad, cómplices de la misma febrilidad. Todos los poemas de Los soles.. se suceden como los eslabones de un solo e inacabado poema, fragmentos autónomos y continuos que precisan de una materialización idéntica.

Y Montobbio lleva a cabo su acción en tiempo récord, como si la palabra poética se dijera siempre al límite, en el momento del fin del mundo,  - del fin del poeta y de su mundo-. ¿Revela esta forma desbordada, extrema, de dar acontecimiento a lo poético que sólo cuando el poema está a punto de extinguirse se revela su naturaleza y entonces es cuando la liberación de la energía creadora bautiza su genuinidad?
  
Podríamos decir que este libro de Montobbio, como los anteriores publicados, nos vuelve a plantear la cuestión del  dónde y cómo brota la escritura poética, de la confianza puesta en el subjetivo manar de tal experiencia, sin olvidar de qué precario equilibrio ha dependido la liberación de tanto vislumbramiento vertido en el poema, testigo del largo proceso de un instante.     





                                         José María Piñeiro



                    REVISTA ÁGORA DIGITAL MENSUAL NOVIEMBRE 2013

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