Fuente gráfica: Informaciones de Alicante
LA ALTA VELOCIDAD NO LLEGA A MURCIA
Fernando Pessoa, el poeta de
Lisboa, no solo se servía para escribir de sus "heterónimos"
(especie de "alter ego" que como las caras de un diamante
brillan diferentes exhibiendo una misma luz), sino que también los
usaba en la vida "real". Así, en uno de sus poemas anota
un viaje que ha realizado a Sintra en persona de otro. Como en un
apunte de diario, cuenta el poeta el recorrido que hizo en coche
hasta Sintra "en pessoa de outro" (su mismo nombre
le permite ese juego lingüístico en portugués). Incluso, en el
mismo relato de esa excursión a Sintra, Pessoa insinúa a sus
lectores que pudo haber bajado, siempre en persona de otro, a las
playas de Estoril para darse un baño en el mar (en el mítico
Océano de Camoens), como
cualquiera hubiera hecho en un caluroso día de verano.
Modestamente
aprendí en Pessoa semejante recurso, que empleo a menudo aunque casi
siempre para cosas que me son desagradables o molestas: las hago en
persona de otro o mando a alguno de mis heterónimos a realizarla.
Menos frecuente pero también efectivo es usar dicho desdoblamiento
de manera contrafactual, es decir, con deseos imposibles, casi
siempre por falta real de ganas o ausencia de motivo. Si yo tuviera
realmente ganas de -por ejemplo- hacer footing
por las tardes para perder peso; si tuviera una motivación efectiva,
lo haría, créanme. El caso es que no es así. Pero, como me queda
una espinita por no hacerlo, ahí entra lo de acudir al heterónimo.
Ayer tarde, sin ir más lejos, recorrí tres calles corriendo en
persona de otro. Y el día de antes, lunes, me fui de excusión a
Alicante para presenciar la llegada del AVE.
Claro
que algunos testigos podrán certificar que estuve toda la mañana en
mi trabajo en Murcia, repasando el modus
ponens con
mis alumnos para los exámenes finales de filosofía.
Pero
no es menos cierto que estaba en Alicante, y que vi al Príncipe
Felipe, junto a la alcaldesa de la ciudad, presunta corrupta en el
caso Brugal, otro caso de soborno y cobro de vampiros de la cosa
pública. Además, estuvo Rajoy, con cara de ídem, o sea, de Rajoy;
y el president
valenciano,
y aun la De Cospedal, grandes figurantes.
Yo me sentía más próximo a los jóvenes y maduros que protestaban
en la calle, frente a la estación de Renfe alicantina. Sus gritos
de protesta contra la corrupción, contra la Monarquía, contra estos
gestores políticos, contra los abusivos contratos de las
preferentes, contra los desahucios, contra esto y aquello, sus gritos
en fin eran los míos. Pité con ellos al Rey -usted perdone, señor
monárquico-, a la Cospe, a Rajoy y a su luz al final del túnel
-otra metáfora como la de los brotes verdes; qué listos son-. Di un
viva a la República, a la democracia y a la justicia igual para
todos; apoyé que no haya paro ni privilegios, ni para la Iglesia
católica ni para la Banca; que se vayan a la cárcel los
responsables de este desmán... Pero, estando en medio de ese mar de
protestas y reivindicaciones, me acordé del asunto del día: la
llegada del tren de alta velocidad a Alicante, a esa ciudad levantina
como Murcia; y, ciertamente en persona de otro, grité con toda mi
gana: ¡abajo Valcárcel, abajo la Asamblea Regional de Murcia!
¡Vayánse todos al carajo, por vagos y lentos en su actuación
política! ¡Nos gana Alicante por 7 a 0!
Artículo publicado en La Opinión 20 de junio 2013
con el título "Yo estuve en la estación de Alicante!
Artículo publicado en La Opinión 20 de junio 2013
con el título "Yo estuve en la estación de Alicante!
Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y escritor
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