El
año de la lentitud
Por FRANCISCO JAVIER
DÍEZ DE REVENGA
Fulgencio
Martínez (Murcia, 1960) acaba de publicar en Huerga y Fierro, en
Madrid, su décimo libro de poesía titulado El año de la
lentitud. Se trata desde luego de un nuevo encuentro con el poeta
ingenioso y fértil pensador capaz de conjuntar los más enraizados
sentimientos éticos y sociales con la reflexión de la mejor
literatura que ha legado la historia y cuyas palabras asume como
pilares de su pensamiento poético y estético: desde Fernando
Pessoa a César Vallejo, desde Antonio Machado a
Jules Laforgue, André Gide o al mismísimo Arthur
Schopenhauer.
En
la línea de su poesía anterior, con la que este libro está
íntimamente cohesionado, Fulgencio reflexiona sobre el mundo y sobre
la vida desde la atalaya de una madurez comprometida con los demás y
consigo mismo: “La vida es una continua prueba de sabor. Tal vez
llegues, un día, a saber a ti mismo”, se dice en un prefacio
que ilumina el libro y lo sitúa en ese espacio del pensamiento que
caracteriza la literatura de Fulgencio Martínez, entre la rebeldía
y la sátira, entre la ironía y la compasión, hasta llegar a darse
con su poemas contra la realidad, porque su palabra poética nunca
despega de la realidad que la justifica y la confirma como una
palabra destinada a descubrir un mundo ajeno y propio.
Poseen
estos poemas de Fulgencio Martínez la tensión del tiempo,
distendida a lo largo de ese año de la lentitud, con su invierno,
con su otoño y con su verano, entre fiestas de pueblo y ritmos de
lírica de tipo tradicional, desde esa primavera de muerte hasta la
reflexión sobre la propia palabra, sobre la poesía como oficio
peligroso, pero oficio en fin para hacer amigos. Son numerosos los
poemas de este libro que manifiestan sin recato esa pasión del
tiempo, que bien está expresada en la memoria de otros días y otros
espacios (la obertura lisboeta del libro es espacio de recreo emotivo
y entrañable) bien en el refugio constante en la lectura de los
imborrables, de los de siempre: el buen Miguel de Cervantes
enfrentado al poder económico, el inolvidable Francisco de Aldana
(“aquel vivo morir tan claro y cierto”) y las presentes
sucesiones de difunto del maestro Quevedo, que encabezan la
reflexión más honda de todo el libro, porque es la reflexión del
tiempo y de la muerte.
Y
así, junto a la meditación del padre invierno compartirán palabra
poética en este libro la misteriosa magia de una noche de San Juan
con la larga sombra de un miércoles de ceniza, en la que por primera
vez el poeta se siente vivo. Una frase de André Gide, recogida por
el poeta al frente de una de las composiciones del libro, definirá
bien al autor de El año de la lentitud y acaso revelará
también el sentido de este libro: “quien se siente observado, se
observa”.
Y
es muy cierto que, en consonancia con otras entregas poéticas de
Fulgencio Martínez, nuestro autor observa el mundo y se observa a sí
mismo, porque sigue en él vigente el principio del filósofo
clásico, “nosce te ipsum”, conócete a ti mismo para conocer a
los demás. Porque esta poesía es, además de ironía y sátira,
indagación del mundo y plasmación de su múltiple y poliédrica
realidad en una palabra poética que quiere ser testimonio de un
tiempo y de una verdad. Por eso no es extraño que el libro
contenga un dilatado espacio metapoético, en el que el autor
investiga nada menos que para qué se escribe, o, dicho de otro modo,
para qué sirve la poesía o qué es la poesía. Pero no es cuestión
simplemente de teorizar por el gusto de establecer una definición:
es la necesidad de otorgar a la palabra poética la categoría de
llegar a ser testigo de esa verdad a que antes nos referíamos. Un
poema, en el que el recuerdo de Miguel Hernández, y las
menciones realistas de su Viento del pueblo nos devuelven a un
tiempo determinado de España, podría ser ejemplo de este nuevo
sentido de la poesía que Fulgencio desarrolla entre la sátira y la
ironía, como señalábamos al principio.
No
hay duda de que la poesía de Fulgencio, en cada nueva entrega,
aguarda sorpresas y procesos de innovación, que, sin embargo, están
confirmando la fortaleza de un mundo poético firme y cohesionado en
una dilatada trayectoria de poeta militante, de obrero de la palabra,
que lucha porque la suya, su palabra poética, sea cada día tan
innovadora como comprometida con su análisis singular del mundo y de
la vida.
Artículo
cedido por F. J. Díez de Revenga, publicado en el diario
La
Opinión de Murcia, suplemento SINFÍN, el viernes 14 de junio
de
2013.
ÁGORA DIGITAL JUNIO 2013
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