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sábado, 7 de enero de 2023

El Dios de Calisto y Melibea. Por Fulgencio Martínez López. /Miradas a los clásicos/ Revista Ágora-Papeles de Arte Gramático/ Ágora digital enero 2023

 


EL DIOS DE CALISTO Y MELIBEA

 

  

 

CALISTO: "En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios. 

MELIBEA: ¿En qué, Calisto?

CALISTO: En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotasse, y hazer de mí, inmérito, tanta merced que verte alcançasse, y en tal conveniente lugar, que mi secreto manifestarte pudiesse. Sin duda, incomparablemente es mayor tal galardón que el servicio, sacrificio, devoción y obras pías que por este lugar alcançar yo tengo a Dios offrecido. ¿Quién vido en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre como agora el mío? Por cierto, los gloriosos santos que se deleytan en la visión divina no gozan más que yo agora en el acatamiento tuyo. (...)

 

¿A qué Dios se refiere Calisto? A ningún Dios de una religión concreta.

Este comienzo del primer auto de La Celestina es, quizá, la última irrupción gozosa, hermosísima, de una divinidad alegre en la cultura europea. Si exceptúamos el Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz, no hay nada igual, en par de hermosura, a este texto; aunque allí, en los versos del genial místico castellano, la alegría se trenza con elegía y clamor por la ausencia de Dios, aun presente en la belleza de las "creaturas". Pronto, desde el Renacimiento Dios se vuelve moralista, escolástico, luterano, calvinista, fatalista, o erasmista, pretexto de disputas políticas y teológicas, impulsor de la libertad y de la dignidad humanas (de esa dignidad habla también La Celestina) o limitador de esos mismos valores (que están en el origen de un nuevo Mundo), tejedor de los destinos que otros trazan al hombre en la tierra.  

La Celestina es un poema genial (al margen de estar escrita en prosa y de ser una novela dialogada, aunque en otro sentido es un diálogo literario-filósofico con ampliaciones narrativas, un poco un diálogo platónico/antiplatónico, lo que concuerda con su, en apariencia, pretensión de desprestigiar el platonismo del amor; en fin, una obra híbrida deslumbrante y misteriosa aún hoy en día). 

El efecto que consigue un pasaje como el citado, del "incipit" de la comedia o, mejor, tragicomedia, no es fácilmente asimilable a una parodia de la religión del amor. El efecto es ambiguo; sin duda, como el género de la obra. Pero es desafiante, visto desde los tiempos oscuros que vinieron después del 1499-1500, en que se publicaron sus primeras ediciones, hasta los tiempos actuales incluso. 

Es como una pausa de alivio en este largo desfile de ruidos, que ya cansa, toscos la mayoría de las veces, siempre poseídos de su gravedad e importancia,  donde la razón, la ética, los valores, la belleza, el bien, la humanidad, se han confundido con los documentos escritos, o peor aún, las palabras que los representan.

Es como un mundo que permanece aún al alcance de la sensibilidad. 

 


 

    2

 

Melibea es una mujer culta, perfectamente cómplice con Calisto, sabedora, como él, de la tradición neoplatónica amorosa, y aun quizá más leída y disfrutona que él. Quiere que se dilate la aventura y se muestra convincente en su fiereza, usando dobles sentidos de las palabras, que, de respuesta paródica y ridiculizadora a las del amante cortés, se convierten en acicates y flechas de amor aplazadas. 

Cuando, observen, Calisto, se declara "misto" (después de amohinarse, retóricamente, por no poder conformarse, como los gloriosos santos, con la delectación de la visión divina in aeternum; mandándole, de paso, a Melibea un mensaje sobre la condición de la naturaleza humana y de su amor, temporal y espiritual, donde el gozo y dolor se mezclan), ella le anima, irónicamente, a superar esas contradicciones y, más allá de un premio parcial, alcanzar un superior galardón, en la unidad.

 

CALISTO (...) Mas, o triste, que en esto diferimos, que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienaventurança, y yo, misto, me alegro con recelo del esquivo tormento que tu absencia me ha de causar.

MELIBEA. ¿Por gran premio tienes éste, Calisto?

CALISTO. Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diesse en el cielo la silla sobre sus santos, no lo ternía por tanta felicidad.

MELIBEA. Pues ¡aún más ygual galardón te daré yo, si perseveras!

CALISTO. ¡O bienaventuradas orejas mías que indignamente tan gran palabra avéys oýdo!

MELIBEA. Más desventuradas de que me acabes de oýr, porque la paga será tan fiera qual meresce tu loco atrevimiento (...)

 

En el argumento o resumen con que se presenta esta escena, se da esta maravillosa metáfora erótica: "Entrando CALISTO en una huerta en pos de un falcón suyo, halló aý a MELIBEA, de cuyo amor preso, començóle de hablar"...

El "primer autor" de La Celestina incide ya en la seducción de Melibea. (Lo justificará, más adelante, el criado Sempronio, un genio travieso y sorprendentemente culto: "¿No as leýdo el filósofo do dize: ansí como la materia apetece a la forma, ansí la mujer al varón?"). Porque la materia apetece la forma. Como dijo Aristóteles y como será siempre. Siempre parte el movimiento de seducción de la materia. No acaba ahí el ascenso o progreso, a diferencia del "progreso" moderno (que se queda en lo material y a lo sumo en un avance "ético"). La unidad material aspira a perfeccionarse en otra forma, en algo diferente, otro, intrigante y conocido, tal vez divino, que solo conoce amor.

El pasaje que más molestó a la Inquisición y que tachó con saña, se encuentra unas páginas después de la escena del primer encuentro de los dos jóvenes; fue este:

SEMPRONIO. ¿Tú no eres christiano? 

CALISTO. ¿Yo? Melibeo só, y a Melibea adoro, y en Melibea creo, y a Melibea amo. (1)

 

Fulgencio Martínez López

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(1) La Celestina. Fernando de Rojas. Ed. Cátedra. Letras Hispánicas. Edición de Dorothy S. Severin. (Reimpresión por Ed. Salvat, Barcelona, 2022).

 

REVISTA ÁGORA DIGITAL/ MIRADAS A LOS CLÁSICOS/ ENERO 2023

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