VENANCIO IGLESIAS MARTÍN
PENTEMÍTHÍA. CINCO MITOS
ED. LOBO SAPIENS (EL FORASTERO),
León, 2022
Para adquirir el libro:
https://www.libreriapastor.com/libro/9788412454680/pentemithia-cinco-mitos/
"Me quedo con la finura literaria del autor, quien, en un ejercicio de "modestia", admite haber escrito un libro con fin pedagógico. En realidad, el libro nos interpela a los lectores de cualquier edad bajo ese propósito de presentar con encanto a las generaciones jóvenes los mitos que alimentan la imaginación"
APROXIMACIÓN A “PENTEMÍTHÍA. CINCO MITOS” DE VENANCIO IGLESIAS MARTÍN
Venancio Iglesias Martín ha publicado Pentemíthía en la editorial Lobo Sapiens, de León. Se trata de un libro sorprendente desde muchos aspectos. A algunos de los cuales me intentaré acercar como lector no especializado en relato ciertamente, sino como un lector simplemente interesado en disfrutar e instruirse con un texto literario actual.
Este adjetivo, actual, es la primera reflexión que precisamente se plantea el autor de los relatos y que también puede que el lector se plantee. La literatura en cualquier época y lengua se ha acercado a los mithoi, que antes de la escritura han tratado de indagar el sentido de lo humano. En especial, los mitos griegos han tenido y tienen una presencia y continuidad misteriosas en nuestra cultura occidental.
El autor sostiene sin embargo que ha decaído su necesidad como efecto de un olvido pedagógico.
Cito del prólogo “al lector”: “El objetivo de este librito es el de devolver a los más jóvenes una tierra y unas raíces que poco a poco se nos van perdiendo. El riesgo que esa pérdida supone para la educación y la Cultura en general ha sido denunciado, una y otra vez, por los que se dedican a la enseñanza. Por ello, el libro ha sido concebido con un criterio eminentemente pedagógico”.
Voy a intentar contextualizar ese “criterio fundamentalmente pedagógico” dentro de la forma y el contenido del libro.
Los mitos se transmitían de los abuelos a los niños y las niñas, quienes los guardaban fielmente en su tierna memoria, hasta transmitirlos, 50 o 70 años después, a sus respectivos nietos (y nietas), que continuaban la cadena de transmisión. El mito sufría pocas alteraciones porque su soporte era la memoria viva de cada generación y se impregnaba en las mentes en la tierna edad cuando las neuronas estaban limpias y accesibles a la maravilla de los relatos.
La ausencia o interrupción de ese proceso va a determinar y justificar el punto de vista y el tono del libro. Nos situamos en el punto fuera de la historia: los mitos son aquí conversaciones con una niña, ya no solo se cuentan sin más como historia, sino que el autor-conversador se detiene a implicar al oyente, poniéndose él mismo a veces de ejemplo, anticipando la comprensión, explicando algún hecho psicológico o mitológico, ayudando en fin a la comprensión y a la motivación de quien escucha el relato.
Lo pedagógico, pues, es hábilmente convocado, para justificar la necesidad del mito actual, tanto como para indicar la carencia y decadencia de la paideia de hoy en día, ajena a los mitos, como en general a la lectura y a la memoria de lo leído; pero también, lo pedagógico le sirve al autor para adoptar el punto de vista y el tono de amigo que narra y que se pone en primera persona a preguntarse por el mito que cuenta.
Las musas, la música y las Gracias son invocadas antes de iniciar la narración de los cinco mitos. La gracia de encontrar que está en la razón de ser de un poeta se corresponde con la gracia de escuchar. El fabulador recuerda que un relato es una pieza de música, de poesía y de belleza, que se dona a un oído agradecido, que lo completa con su escucha. La "niña", a la que en este capítulo previo se dirige el narrador, puede ser el alma que, escuchando el relato, puede que encuentre su otra mitad. “¿Y si fuera que en esa sinfonía lograses distinguir la melodía de tu otra mitad?” (p. 19).
Esa búsqueda de completud, que a veces se dirige a otro, o se encamina al ideal del propio yo, dirige respectivamente el primero y el último de los cinco relatos: Orfeo y Narciso.
Orfeo es sin duda el relato más complejo. La maestría narrativa, psicológica, del relato va creando tanto una ambientación realista (con detalles y transmisión de experiencias propias, de plantas, ríos, pasajes de Grecia) que sin ruptura enlaza con el ambiente del submundo del Hades, que visita Orfeo en busca de su amada Eurídice difunta. Un Hades donde el autor destaca que no se escucha ningún aliento (pues es el reino de la muerte). Poco a poco, sin dificultad para el lector, el narrador nos hace plantearnos el sentido del nacer y el existir. Narrando con verosímil pulso los momentos del mito: el embeleso que Orfeo con su música produce en el mismo dios de los infiernos, quien le deja presentarse vivo ante él, mientras su música suene (trayendo a los muertos un momento de no olvido), haciendo que Plutón-Hades ceda a que le acompañe Eurídice al mundo de la luz, de Helios, con la condición de no mirarla hasta llegar al final del trayecto subterráneo, y la curiosidad, o mejor, como el narrador explica, la obsesión por ella, y su necesidad de asegurarse de que le sigue Eurídice y no fue engaño de Hades, y finalmente su error, el error del héroe que se convierte en su desesperación trágica. El héroe sale a la luz, nace, solo, como nacemos todos, con la sensación de haber perdido algo importante, querido, en el camino. Orfeo es el testimonio de esa pérdida al nacer, de esa ruptura en soledad a la vida. La música, el amor, el arte puede recomponer al ruiseñor Orfeo, pero siempre será el símbolo de lo descuartizado y fragmentario, de la soledad existencial.
Niobe es el relato, en mi opinión, mejor logrado, por su síntesis y fuerza dramática concretada. Presentando con rápidas notas in crescendo la ingenua alma de Niobe, madre de siete varones y siete mujeres tebanas, que desafía a Leto, la diosa, que parió a Apolo y a su hermana Artemisa.
Aracne, es otra mujer que paga su hybris, inocente en cierto modo, su legítimo orgullo de artífice de telas maravillosas. En este caso, ante la diosa Atenea. En ambos casos, tanto Niobe como Aracne, sufren por su desmesura ingenua un castigo de los dioses que el narrador problematiza como quizá un castigo desmesurado a su vez, desproporcionado. Quizá el de Aracné, infligido por Atenea, nos parece más refinadamente cruel, el lector ha de ver.
Deméter contiene el relato del doble movimiento de la diosa madre hacia la humanidad y hacia una criatura concreta, su hija Cori-Proserpina-Perséfone. Hacia la humanidad como especie, a la que ayuda, más aún, amadrina, como si de un niño expósito se tratase, por satisfacer a Zeus y también por un sentimiento piadoso, quizá demasiado humano (excesivo, desmesurado, tratándose de un dios olímpico racional); y hacia su propia hija tenida con Zeus, que es raptada por Hades-Plutón.
Deméter, diosa madre, o tierra madre, el autor sugiere que puede ser corrupción de Gea mater (Gea, tierra; méter, madre), expresa esa divinidad en contradicción, desgarrada entre el amor a la humanidad y el amor a su criatura, pura, primaveral. La diosa Ceres de la agricultura, del avance humano, en fin, en la civilización, y la diosa del amor a la primavera siempre intacta, intocada. Por otro lado, ha de transigir con el pacto de Hades (de que su hija vuelva durante un periodo del año) así como establece una forma de inmortalidad agraria que asume la muerte y la vida, como ciclos sucesivos. Los campesinos siguieron su culto. (¿Hasta cuándo? ¿Ya no? El autor vuelve a situarnos a los lectores en el fin de la historia).
"Su fuerza empuja todavía a las plantas a buscar la luz de Helios y su carro solar; y a la raíz a buscar el secreto reino de las divinidades subterráneas". (p. 97)
El autor se pregunta si quedan ya campesinos "como aquellos primeros que se educaron con la diosa y comprenden la santidad de la tierra". (p. 97)
El último de los mitos, Narciso, es el más poético, y encierra en su sencillez una fábula tenebrosa. LA MÁS TRISTE. Narciso es la flor que por tendencia natural se inclina al agua que huye, y explora su imagen. La búsqueda del ideal no solo es imposible, sino, según parece enseñar este mito, es un mal. Un mal que genera dolor propio y ajeno, como el dolor de la ninfa Eco, ignorada por Narciso. Pero, detrás de lo ideal, la pregunta va más allá: como se plantea el autor, ¿de qué vale el saber, la experiencia humana?, ¿se puede uno solo contentar con la contemplación, inactiva, o cuando se adopta un trazar huellas sobre el mundo, una visión más sana y compartida de la belleza se incurre siempre en una imprevisión, pues, olvidamos "que los mortales no conocen de antemano las consecuencias de sus accciones? (p. 109). Epimeteo, no Prometeo, el hombre siempre está preso en la red de su limitada experiencia, incapaz de imaginar y prever de antemano. "LA MELANCOLÍA" ES EL FRUTO ÚLTIMO DE NARCISO. La pérdida de la ninfa Eco acarreó también consecuencias trágicas.
"Abandonados por la ninfa Eco, los hombres no reconocían su propia voz, desprovista de las bellas resonancias que la hacen humana". (p. 110).
La sonrisa, el humor de nuevo niño, que simplemente salta de una palabra a otra, de un alma a otra, puede unir de nuevo la flor y la ninfa acuática, pasajera, aceptando su breve encuentro de amor.
Al final de mi lectura, me quedo con la hora y media en que me ha entretenido, de cabo a rabo, el libro, que se lee como un bendito cuento dividido en cinco episodios (mitos). Me quedo también, como ocurre en todo buen relato, con unos momentos vividos de casi terror, en que contuve mi ánimo y casi me sentí ánima sin aliento, durante la maravillosa narración del viaje de Orfeo al inframundo. Y me quedo con la finura literaria del autor, quien, en un ejercicio de "modestia", admite haber escrito un libro con fin pedagógico. En realidad, el libro nos interpela a los lectores de cualquier edad bajo ese propósito de presentar con encanto a las generaciones jóvenes los mitos que alimentan la imaginación. Lo pedagógico está justificado no solo por lo dicho al comienzo de este comentario, sino por introducir citas de poemas clásicos en momentos claves de la narración mítica, de modo que también, con el recurso a la modestia y a la pedagogía, el autor homenajea y nos recuerda palabras hermosas de autores de la literatura, que no deberíamos tampoco olvidar como los mitos. No mencionaré a Homero ni a Quevedo. Por ser este poeta casi ya desconocido recordaré, entre los autores literarios citados, a Rafael Morales y su "Cancioncilla de amor a mis zapatos". Venancio Iglesias nos lo recuerda, al cerrar su mito sobre la diosa Madre, Deméter, y al mencionar la delgada frontera que nos mantiene sobre la tierra:
-Tierra madre, diosa de amplio regazo, sostén la sombra que anduvo por este suelo, separada de ti por la delgada frontera de estos zuecos. Amén. (p. 99)
FULGENCIO MARTÍNEZ LÓPEZ
Murcia, miércoles 11 de enero 2023
REVISTA ÁGORA DIGITAL / BIBLIOTHECA GRAMMATICA RELATO/ ENERO 2023
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