Luis Alberto de Cuenca
POLÍPTICO DEL PRADO
Luis Alberto de Cuenca
ELOGIO DE LA PINTURA LITERARIA
Para
mí la pintura es la historia que cuenta,
no el escorzo, el color, la técnica pictórica,
la textura, esas cosas a las que se refieren
en sus doctos trabajos los expertos en arte.
Me gustan, sobre todo, los cuadros que suscitan
en mí las emociones que provocan las viejas
epopeyas (ya saben: la Ilíada de Homero,
la Eneida de Virgilio, la Canción de Rolando,
el Beowulf, el Cantar del Cid, los Nibelungos…)
o las grandes novelas, sus fieles herederas
(y aquí Dickens y Tolkien, Melville, Galdós y Stevenson,
entre otros muchos nombres). Le pido a la pintura,
por tanto, que me cuente una historia en imágenes,
como hacían en Grecia y en Roma los sofistas
en sus series de Eikones de corte mitológico
(y aquí los dos Filóstratos para corroborarlo).
Tiziano. La bacanal de los Andrios y Ofrenda a Venus. Inspiradas en el libro Imágenes de Filóstrato el Joven. Museo del Prado. Madrid.
Andrea Mantegna. El tránsito de la Virgen. Museo del Prado.
MANTEGNA, EL TRÁNSITO DE LA VIRGEN
Belliniano y bellísimo, lo eligió Eugenio d’Ors
como cuadro a salvar de un incendio hipotético
en el Museo del Prado. Es puro surrealismo
(como lo es también Piero della Francesca,
de quien, para desdicha nuestra, nada tenemos
en el Prado). Felipe IV se hizo con él
cuando se subastaron los bienes del rey Carlos
I de Inglaterra, a mediados del siglo
XVII. Desde esa fecha El tránsito nutre
nuestra imaginación, fecunda nuestro espíritu
y nos hace soñar con nuestra Madre eterna.
Sandro Botticelli. Historia de Nastagio Degli Onesti. Episodio 2
BOTTICELLI, HISTORIA DE NASTAGIO DEGLI ONESTI
Mi siguiente elección serían los tres cuadros
que Sandro Botticelli y su taller dedican
(junto con una cuarta tabla, que está en Italia)
a ilustrar una historia narrada por Boccaccio
en el Decamerón. Son tres maravillosas
viñetas que nos cuentan un cuento con final
feliz, ya que la dama termina concediendo
la mano a su galán (aunque antes asistamos
a la fantasmagórica y feroz cacería
que se plasma en las tablas). Un ejemplo de écfrasis
para la eternidad este de Botticelli,
mi pintor favorito, el dueño de la línea
que convierte en pintura la esencia neoplatónica
y nos conduce al reino perpetuo de la Idea.
Alberto Durero. Adán y Eva. Museo del Prado.
DURERO, ADÁN Y EVA
Cómo son estos dos formidables retratos
que Durero pintó en 1507
y que nos hacen ver, enteros y desnudos,
a los primeros padres de nuestra especie. Cómo
iluminan el mundo a fuerza de belleza,
y más ahora que han sido restaurados
de manera impecable. Me fascina Durero
desde mi adolescencia, cuando visité en Núremberg
su casa natal y descubrí que eran copias
del Adán y la Eva del Prado las que había
allí. Padecí el síndrome de Stendhal paseándome
por la casa que fuera del genial grabador
y pintor alemán, autor de El Caballero,
la Muerte y el Diablo y de Melancolía,
dos muestras admirables de su genio inmortal
que, junto a Adán y Eva, son para mí la síntesis
de aquel Renacimiento que aún vive en nuestras almas.
Joachim Patinir. El paso de la laguna Estigia. Museo del Prado.
PATINIR, EL PASO DE LA LAGUNA ESTIGIA
De niño, en mis primeras visitas al Museo
del Prado, me impactó de manera especial,
junto a la obra del Bosco, esta lección de fantasy
del genial Patinir: una auténtica summa
de narrativa pulp. Por no hablar de la forma
en que fuera pintado, de sus maravillosos
azules, de los verdes que circundan la tabla,
del infierno que acecha al otro lado, con
Cerbero preparando sus insaciables fauces
para engullirnos una y otra vez de un bocado
a todos por los siglos de los siglos. Amén.
Pieter Brueghel El Viejo. El vino de la fiesta de san Martín. Museo del Prado.
BRUEGHEL EL VIEJO, EL VINO DE LA FIESTA DE SAN MARTÍN
De adquisición reciente, El vino de la fiesta
de San Martín fue objeto de una restauración
minuciosa, en el curso de la cual fue encontrada
la firma del artista brabanzón. No hay, pues, dudas
respecto a su autoría. El tema es el desmadre
que el 11 de noviembre, día de San Martín,
se produce en el medio rural, con la cosecha
terminada y el vino rebosando en las cubas
después de la vendimia. El gentío se agolpa
en torno a un gigantesco tonel de donde mana
el licor de Dioniso que hace olvidar la muerte
(esa muerte que triunfa en el otro gran cuadro
de Brueghel en el Prado), y la turba compite
por ver quién se emborracha más y mejor. Sus rostros
son los de hombres de entonces, pero también los de hoy
y de mañana: estirpe que un Dios antojadizo
creó a partir del caos y la basura cósmica,
y que repta y se arrastra por el tonel de Brueghel
en busca de la droga nuestra de cada día.
Madrid, 30 de junio de 2019
LUIS ALBERTO DE CUENCA (Madrid, 1950) es poeta, filólogo, investigador del CSIC, ensayista, traductor (Premio Nacional de Traducción con Cantar de Valtario, ed. Reino de Cordelia), y miembro numerario de la Real Academia de Historia. En 2022 recibió el Premio de Poesía Federico García Lorca y en 2021 publicó Después del paraíso (ed. Visor, Madrid). Con La caja de plata fue Premio de la Crítica en 1985 y con Cuaderno de vacaciones, Premio nacional de poesía en 2015.
Luis Alberto de Cuenca ha publicado en 2021 Ítaca y otros poemas (Reino de Cordelia), donde traduce una selección personal de poemas de Constantino Cavafis. También en Reino de Cordelia, Hola, mi amor, yo soy el Lobo, con ilustraciones de Miguel Ángel Martín, quien ya ilustró la citada traducción Cantar de Valtario. Algunos de sus más importantes libros de poesía anteriores, como El hacha y la rosa, El otro sueño, Por fuertes y fronteras han sido reeditados en Reino de Cordelia en los últimos años, en bellas ediciones ilustradas.
En Los mundos y los días (Visor, Madrid, 5ª edición en 2019) recoge una amplia selección de su poesía, desde 1972. En la misma editorial Visor, además del citado libro Después del paraíso, ha publicado Por fuertes y fronteras, La vida en llamas, El reino blanco, Bloc de otoño, Sin miedo ni esperanza (sesenta poemas escritos entre 1996 y 2002).
REVISTA ÁGORA DIGITAL/ TEXTOS MAGISTRALES / ENERO 2023
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