EL PODER DE LA VIVENCIA
Simone de Beauvoir
Las inseparables
Traducción de Amaya García Gallego y Mª Teresa Gallego Urrutia
Editorial Lumen, 2020, 160 págs.
por Anna Rossell
Un regalo sensible y sutil, esta novela, que ha visto la luz por primera vez tan tardíamente. Las inseparables, que la autora construye a partir de una etapa esencial de su biografía, es sensible y es sutil, porque, entre líneas y sin planteamientos teóricos evidentes, contiene, in nuce, los rastros axiales de las convicciones existencialistas de la autora. Beauvoir había publicado cinco años antes El segundo sexo, que la había convertido en referencia mundial del feminismo, pero los hechos que relata en la novela autobiográfica son muy anteriores.
Redactada en 1954, el mismo año en que se publicó Los mandarines, merecedora del Premio Goncourt, Beauvoir (París 1908-86) narra en Las inseparables su amistad con Élizabeth Lacoin (Zaza). Y a primera vista parece una historia sencilla sin ambición, el relato de la confraternidad, los lazos emocionales e intelectuales que nacen entre dos niñas de nueve años, que coinciden en la escuela y comparten clase. Una amistad duradera, historia inspirada directamente en la vida real, que quiere rendir homenaje a Zaza, venerada por Beauvoir, muerta en noviembre de 1929.
Elizabeth Lacoin. ("Zaza")
Sin embargo, la novela, discretamente pero con decisión, va mucho más allá de eso. Porque quien escribe lo hace con una mirada especialmente dotada para observar las facetas más sensibles de la vida y concluir de la observación las relaciones de causa-efecto.
Ubicada a finales de la década de 1910, en París, la narración hace un retrato sociológico de la atmósfera, los valores y la vida que caracterizaba el ambiente burgués conservador francés de la época, el caldo de cultivo a partir del cual la autora destiló su teoría existencialista.
A quien conozca la biografía de la autora no le será difícil identificar personajes y lugares, si bien en la novela están modificados y los detalles alterados —por otra parte, el epílogo desvela los secretos—. Sylvie y Andrée, nombres que las protagonistas adoptan en la ficción, crecen, como las amigas reales, en el seno de familias católicas conservadoras, pero es la familia de Andrée la que protagonizará la acción, como un retrato prototípico de lo que, enmascarado bajo un sublime velo de piedad y amor, termina por llevar a la tragedia a quien apunta cualidades de disidencia.
Andrée llama la atención de Sylvie ya en su primer día de escuela por su soltura y su seguridad. Ella, con Sylvie líder de la clase, que se perfila como un carácter autónomo y de inteligencia especialmente viva, es educada en la estricta observancia católica de la pureza, la sumisión a la autoridad paterna, la devoción, el respeto de las formas —ella y Sylvie se tratan de usted— y el servicio a los demás, entendidas como virtudes a cultivar. Segunda hija de la familia, como su hermana mayor, le espera el destino de un matrimonio acordado, que no se aviene con las inclinaciones que le han ganado el corazón. La veneración que Andrée siente por la madre, heredera de la misma tradición y también de una boda apalabrada, añade un obstáculo más a la posibilidad de rebeldía que la inclinación natural de la chica reclamaría. No es, pues, extraño que el final trágico de la chica, atormentada por la obsesión del pecado, atrapada entre éste y el deseo de libertad y privada de todo momento de intimidad, amenace a Andrée desde el principio, un destino que acabará sellando la enfermedad.
Sintomáticamente la novela está escrita en primera persona por Sylvie. Porque la suya es la mirada observadora, desde fuera. Ella ha dado ya un paso adelante hacia la autonomía (ha perdido la fe hace algún tiempo y se reafirma en esta decisión) y es quien puede darse cuenta del callejón sin salida en que está atrapada su amiga. De Sylvie sabremos bien poco, pero suficiente: ella ya se ha distanciado de la educación familiar y ello se debe hacer notar; en casa de Andrée la ven como una amenaza. Sabremos solo lo justo y necesario para hacer comprensible su admiración por Andrée, su comunión con un espíritu gemelo, una relación que muy probablemente la reafirmó en las convicciones existencialistas y feministas que, desde la infancia apuntaban en Beauvoir. Para ella, quien, a diferencia de su amigo Jean-Paul Sartre, basaba sus convicciones existencialistas en la problemática concreta que le ofrecían las situaciones vividas, la relación con Zaza y la escritura de esta novela representaron el alambique de condensación la primera y el escenario ideal la segunda, a través del cual podía demostrar la validez de las teorías existencialistas.
El libro, publicado también en catalán este mismo año por Angle Editorial, se cierra con el epílogo de la hija adoptiva de Beauvoir, Sylvie Le Bon de Beauvoir y con un anexo de documentos iconográficos que aportan luz a la relación entre la novela y la autobiografía.
© Anna Rossell
http://es.wikipedia.org/wiki/Anna_Rossell_Ibern
https://www.facebook.com/annarossellliteratura
ÁGORA PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO, AVANCE N. 16 / BIBLIOTHECA GRAMMATICA/ La crítica de Anna Rossell/ Enero 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario