Julio Cortázar.
INTERNACIONALISMO PACÍFICO, BEATÍFICO
No sin cierta melancolía milito en un sindicato, de los que antes se llamaban “de clase”, entendiendo por tal “la clase obrera”. A mí, como a otros compañeros con los que hablo algunos días, se nos ha ocurrido preguntarnos qué hubiera pasado si los trabajadores hubieran ido a la huelga para parar la guerra de Putin. ¿Me refiero solo a los trabajadores de España? Es evidente que no; mi idealismo (y el de mis camaradas) no es nacional, vamos cumpliendo años y nos comprometemos cada día más con el internacionalismo, o, mejor, con el altermundialismo, como ahora lo llaman los palabristas franceses.
Todo eso está lejos y no requiere darte codazos con nadie. El primero, el internacionalismo, se entiende que ya no es el de lucha, de barricada, ni de atentado; y lo otro, el nuevo vocablo de lucha, mot de combat, altermundialismo, que alude a un orden distinto a la globalización o mundialización, es eso: un vocablo.
Mis camaradas y yo, tratando de perfeccionarnos y cruzar las últimas líneas en dirección a la abstracción alternativa, o alternativa y liviana, estamos pensando últimamente probar el traje de Más País. A ese partido -Más Madrid, Más Cuenca- le faltan algunos delegados para ampliarse en Más París, por ejemplo. Yo me he ofrecido, con despacho frente al Sena y billete de avión gratis cada semana.
Otro de mis amigos es católico, del sector crítico (evidente, tratándose de un sindicalista). Viendo que el Papa pastorea todavía (aunque menos), me lanza, se lanza el reto de considerar si todos los pacíficos se hubieran opuesto a Putin con alguna especie de huelga. Los católicos, de misas; los que no lo son, huelga de carne, o de pescado, o bien, a la japonesa, con un par, cagarse en la ecología: es decir, salir a abonar la tierra todos juntos y de la mano, en radiante éxtasis jipi.
“Y si todos los estudiantes”, salta el entrañable profesor. “¿Y los profesores?”, otro. “¿Y los patronos?, ¿qué me dices de los patronos?”, otro. “¿Y las mujeres? ¿Y los hombres? ¿Y los árboles? ¿Y las hierbas, y los ingleses?”, digo de corrido.
Estamos saliendo a otra situación. No sé cuál. Pero perdonad que a veces me pare, un poco nostálgico, a pensar si toda aquella viva fuerza revolucionaria viviera. Claro que, inmediatamente, me viene a la mente, con tristeza, la imagen de Julio Cortázar, ese gran tipo humano y enorme escritor, que se dejó engañar por los Castro hasta el final de su vida, y me viene la figura del exilado. Pensad en este hombre o esta mujer exilados. ¿Cómo alguien que sea revolucionario puede quitar su país a otro compatriota y prohibirle pisar el lugar donde están sus muertos enterrados? ¿En la conciencia de qué fanático imbecilizado por su credo de odio al otro puede caber eso? Lo mismo vale para aquellos ministros franquistas del Opus Dei. ¿Por qué, les autorizaba su Dios a no dejar al vencido pisar la tierra común de los padres? Hemos estado tan ciegos que solo veíamos el mundo desde una sola trinchera. No eran tanto las fronteras lo que separaba, como solían decir, y todavía suelen decirlo, los internacionalistas. Y no eran solo los malos los que mentían y cortaban cabezas. Éramos nosotros también los que, al menos metafóricamente, las cortábamos, empezando por no dejarnos pensar más que por un carrillo.
Por eso, vamos, avancemos a la actual versión, más abstracta, del internacionalismo, el galicismo o altermundialismo alternativo. Por ver.
Fulgencio Martínez
Escritor y editor de la revista Ágora
Continúa en la segunda entrega:
https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2022/05/el-dolor-del-exilio-segunda-parte-del.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario