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jueves, 26 de mayo de 2022

"Desde dónde amar", de Corina Oproae. Crítica de Fulgencio Martínez. Bibliotheca Grammatica. Avance de Ágora-papeles de arte gramático n. 12. Ágora digital Mayo 2022

 


 

 

DESDE DÓNDE AMAR, DE CORINA OPROAE

 

El título de este libro, Desde dónde amar[i], así plantada la pregunta indirecta, apela directamente a un posible receptor, que puede ser un posible lector y la autora a la vez. El título, sobre ser interrogativo, es apelativo, marca una previa apelación, imprecación o, incluso, ruego: decidme desde dónde amar. Es muy acertado el encaje de la preposición desde y el adverbio (interrogativo) dónde para formar la pregunta-apelación por la situación, tan extraña, tan evanescente y desvalida, en que la acción de amar despliega su humilde y siempre amenazado mundo. Será la poesía el cauce de esa acción de amar, aunque ello le rebote la pregunta: “desde dónde escribir”, como dice Corina Oproae, la autora del libro y de tan iluminador título, en el poema que empieza: “Hay ciervos en mi sueño” (pp. 88-89), poema que encierra el clímax del libro, situado en medio de la quinta y última sección, y donde la búsqueda de la identidad madura, del amor humano entrevisto tras el encuentro con su honda raíz de mujer tanto como con las alas de la belleza, la niña, el nexo con los sueños vivificadores, culminan en un choque poético, casi un crash súbito, de hermosura y saber metafóricos, y en una sencilla y honda vena de autoconocimiento.

Es entonces que el lector tiene la conciencia de encontrarse con una voz verdadera y, en ocasiones, puede no solo escucharla, sino, como ocurre con los grandes poetas, con Antonio Machado, por ejemplo, acompañarla en su rezo. Porque un rezo en octosílabos es el modo o cauce de comunicación del libro, no exactamente su métrica, aunque sí el aire, casi saliniano, del fraseo, del que diré luego.

La misma autora, en el poema final: “Elijo la vida lenta / (….) soñar dentro de este mismo sueño/ rezar en octasílabos que encierran el sentido del mundo/ y curan para siempre todas las heridas” (pp. 102-103).

 

Habría mucho que decir sobre el libro, sobre cada una de las cinco secciones que lo componen, y sobre su autora, de procedencia y cultura rumana, traductora del rumano, del catalán y del inglés, y que reside en Cataluña desde 1998, donde ha publicado, antes de este libro que comentamos, y que editó Pre-textos en septiembre de 2021, varios otros libros de poemas en castellano [ii]y uno, de reflexión poética, escrito directamente en catalán (La mà que tremola, editado por Balbec). Corina Oproae es filóloga, traductora, y algo de ese oficio de traductor, que ha de pasar de un medio lingüístico y vital como es un idioma, a otro medio lingüístico y vital, le inspiraría el más que sobresaliente título de este hermoso libro Desde dónde amar. Pues, una misma metáfora se reúne aquí y abunda en la verdad poética que pueden entender y sentir los lectores de este poemario: como en la traducción, en el esfuerzo de escribir poesía desde lo propio verdadero arrancado, y como en el amor, se juega siempre con la inseguridad, y siempre con la pregunta por la situación desde dónde amar, aunque, quizá, en el fondo, también con la certeza y el triunfo cierto de estar amando. Como diría Platón, en el amor quien importa es el erastes, el amante, no el amado. Y, más aún, más radicalmente, Machado, cuando escribe a la manera de uno de sus apócrifos, Abel Martín, llega a afirmar que el amor inventa… el amante y el amado: Todo amor es fantasía; /él inventa el año, el día,/ la hora y su melodía;/ inventa el amante y, más,/ la amada. (“Otras canciones a Guiomar”)

  A esa radicalidad lleva también la poesía de Corina Oproae. Una radicalidad vitalista, a fuer de lúcida, y a la que le conducen a la autora su reflexión metapoética y, a través de los poemas, sobre todo en la última parte del libro, la reflexión metafísica. No hay que temer achaque de pedantería en este caso, porque el poemario no contiene ningún aspaviento ni alarde, sino al contrario, dice, como la fuente, con naturalidad, hondura y belleza una verdad machacada en la introspección (pero sin que se note el denso trabajo en la entrega del poema).

   Contribuye a la fuente invisible del contenido que trasmite el libro, su forma poética, una silva cadenciosa, casi siempre en versos de arte menor, que nos recuerdan por su gracia al decir de La voz a ti debida, del gran poeta del amor del siglo XX, Pedro Salinas. Más desnudo el ritmo aún, no necesita signo gráfico de puntuación (apenas, en un lugar preciso aparece una coma). La palabra es concisa, sin que ello signifique renuncia, cuando lo desea la poeta, a la sensualidad, que está presente, metafóricamente, en algunos poemas, hábiles en la evocación del deseo. El tono es cercano, íntimo, no apagado, pues tiene un brillo de metáforas en muchas ocasiones, pero es humilde, acorde con la grafía en minúscula, salvo la letra inicial del poema. Es un acierto la conjunción de todos los recursos, no empleados a voleo; incluso el espacio blanco en medio de dos palabras, para retener el ritmo y el ojo y hacerles, a este y al oído, disfrutar del reposo en la preciosa página de color crema suave, que el editor, colaborador del poeta, ha acertado también a convocar de fondo.

    Como me gusta elegir mis poemas preferidos del libro (y también invitar al lector a elegir los suyos y explicarse por qué los ha elegido), he intentado hacerlo, pero en una primera lectura del libro me gustaron más algunos poemas cortos, densos, casi hermanos del haiku (como los de la primera y la cuarta sección del libro, especialmente el fragmento XX, “Habito / una herida de amor” (p. 74); y otros, como el citado poema que empieza con el verso “Hay ciervos en mi sueño”.

Tras una segunda lectura, me corroboro en la belleza de las cuatro secciones, pero me ha impresionado la quinta, titulada “Temprana eternidad”. Mantiene esta sección un crescendo sobre las otras secciones, y con cada poema de esta sección final: “Es en sueños / que remiendo mi vida” (p.79), “Fue ahí” (p. 82), con la invocación final al padre y a la autoconciencia de poeta, “en este sueño / ya no se oyen tus pasos/ la muerte es vida, padre”…  y la conciencia de “que todas las células de mi cuerpo /viven incrustadas / en esa temprana eternidad”. Poemas, también, como “Quiero un trozo de mar” (pp. 83-84), “Estoy viva” (dedicado a la madre, “Estoy viva/ porque aún me maravillo /ante toda la luz / que un día dejaste entrar / en mis entrañas”; p. 85). El poema “Hay ciervos en mi sueño”… “hablan /todas las lenguas / que alguna vez he sabido/ y yo los entiendo / y me regocijo… (…) Desde dónde amar  (…) Desde dónde escribir.” Y, sobre todo, los finales: “Podría estar /en ese otro lugar /pero estoy aquí" (pp. 90-91), el misterioso “Recuerdo una casa abandonada” (p.92). Podría citar todos los de esta serie final. Pero quiero destacar, porque me ha impresionado en esta segunda lectura, el poema dedicado a la poeta argentina Alejandra Pizarnik. Se titula, con título marginal y en grafía minúscula, “palimpsesto para Alejandra Pizarnik”. Es una elegía honda y llena de sentido metafórico. Convierte finalmente el libro en lo que apuntaba: un rezo, pero también un mensaje de amor envuelto en poesía, de amor y de fe en el otro, en uno y en lo que va de uno o una a otro y otra. “Que las palabras nunca se suicidan” (p. 96).

 

 

Fulgencio Martínez

Murcia, 26 de mayo 2022



[i] Desde donde amar. Corina Oproae. Pre-textos. Poesía. Valencia, septiembre 2021.

[ii] Mil y una muertes, Intermitencias, Temprana eternidad, publicados entre  2016 y 2019.

 

REVISTA ÁGORA DIGITAL MAYO 2022 /BIBLIOTHECA GRAMMATICA/ AVANCE ÁGORA 12

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