ÁGORA. ULTIMOS NUMEROS DISPONIBLES EN DIGITAL

sábado, 21 de mayo de 2022

El dolor del exilio (Segunda parte del artículo "Internacionalismo pacífico, beatífico") de Fulgencio Martínez. Diario político y literario de FM/ Mayo 2022

          Dante en el exilio. Domenico Petarlini

 

             EL DOLOR DEL EXILIO

 

Voy a reflexionar sobre el exilio y sobre algunos asuntos -polémicos, me temo- en torno a la paz y al sentido de pertenecer a una tierra. Me atrevo, como suelo hacer, a pensar en contra de la corriente, y espero mantenerme en el tono de ensayo y, en ocasiones, de amena literatura. Anticipo que me preocupa la conexión entre el internacionalismo pacifista y el exilio. Hasta en detalles que afectan a la actualidad del día. Continúo, pues, mi última reflexión publicada, que giraba en torno al internacionalismo, la paz y la guerra. ¿La guerra? ¿Qué guerra?, la de Putin contra Ucrania, que es la que toca; ya escribí y me manifesté en contra de la de EE.UU contra Irak cuando era el caso; entonces, sí, fui a una de las las manis contra la primera guerra del Golfo en enero y febrero de 1991, y escuché a Julio Anguita una conferencia pro paz en Huesca en una sala de la Diputación repleta de público. Qué tiempos. Entonces no sabía que había un pacifismo bueno y otro malo o regular, según de dónde venga el agresor. Era yo adulto y profesor (en la Universidad Laboral de Huesca, oficialmente llamada CEI) pero en temas políticos y geopolíticos me guiaba por las tripas. No tenía ni sopa de nada, salvo de filosofía y literatura, y algo de mística sufí: cosas todas estas poco útiles para comprender este pícaro mundo. Para que veas, lector joven, que no he nacido sabido. La verdad es que tampoco sé nada seguro hoy en día, pero últimamente una cosa he llegado a deducir, por acumulación de pruebas empíricas: nunca cierres un juicio sobre alguien hasta que no pasen unos años (¿cuántos?) y se vean las consecuencias de su actuación (ver posibles casos a estudio de Angela Merkel, con su gestión económica dependiente del gas ruso; y más domésticamente, del mismo Julio Anguita -algunos añadiréis de José Luis Rodríguez Zapatero, de Felipe González, de Jordi Pujol, de Aznar, del... que fuera Rey, don Juan Carlos; y, aunque ha pasado poco tiempo, de Rivera y de Iglesias. Todos ellos actores grandes o chicos de nuestra democracia y sus laminadores. Sobre todos ellos, tengo mi opinión; claro, igual que otros la suya). Pero volvamos al hilo central del pacifismo internacionalista; aunque el anterior excursus no es del todo ocioso para nuestro asunto, como se verá.

Entre los grandes inventos del siglo XX se encuentra el internacionalismo. Aunque algunos le remontarían el árbol genealógico a un abuelo ilustrado, a Kant incluso, y aunque es evidente que el internacionalismo modelo XX se adueña de las llamadas que hicieron las distintas Internacionales a la confraternización universal de los trabajadores, cada una en nombre de su propia utopía más o menos abracadabrante, pero de iguales extensiones mundiales; como el comunismo marxista, el anarquismo o los diversos socialismos.

Hay motivos para ironizar sobre el sometimiento de estos movimientos al internacionalismo pacifista del siglo XX; una ideología esta que, nada más concluir la Segunda Guerra Mundial, pasó de las corrientes obreras, utópicas, socialistas, comunistas o anarquistas del período anterior, y se puso el mono de trabajo de la descolonización: buscar una solución al "problema" del colonialismo residual del siglo XIX y principios del XX, durante el mencionado período hasta la Segunda Gran Guerra. Eliminemos las colonias (pero nosotros, los “americanos”, nos quedamos con Puerto Rico, para empezar, y vosotros, ingleses, rusos, franceses, chinos con las que tengáis a bien, y tenemos derecho a veto).

La ONU es el resultado y el gobierno de dicho internacionalismo pacifista, una especie de nueva Internacional, pero ya no con el argumento obrero y vínculo con el trabajo y la emancipación de la clase obrera; sino ahora, vinculada a la "liberación" o emancipación de "colonias" sometidas a Estados-nación, viejos instrumentos ya inútiles estos Estados-nación, de los cuales podríanse "salvar" algunas viejas estructuras, como las fronteras, en la medida de su utilidad para el nuevo período del dominio.

La contrafigura dialéctica y necesaria del internacionalismo pacifista es el imperialismo. Ambas piezas retóricas, aunque diferentes, ejercen funciones complementarias. El internacionalismo pacifista -un disfraz genial, hay que reconocerlo- genera la carta de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, protocolos de prevención de guerras futuras, sobre todo entre potencias imperialistas, tratados y alianzas, etc, etc, incluso la reflexión filosófica sobre el desarme, lo costoso del militarismo, las llamadas idealistas a un orden global donde los gurús y los niños, mejor que el filósofo-rey de Platón, gobernarían a una humanidad pacificada por fin.

 

Fronteras

Estas sandeces del poder dominante (no me contradigo con el reconocimiento de su genio, pues la genialidad es un gran dolor de cabeza que a veces termina dando monstruos, otras veces tontos de remate, y otras, grandes obras y grandes tipos humanos, según "sentencia del tiempo"), digo que estas geniales sandeces (Derechos Universales, Utopía pacifista, Un solo Mundo y un solo Gobierno Mundial y una sola Grey humana, lo que recuerda, por cierto, la retórica de los poetas áulicos de Carlos V) no se contradecían con la liberación y creación de nuevos "pueblos", naciones o nacioncitas, ni con el mantenimiento instrumental de las fronteras, útiles, al menos temporalmente, en muchos sentidos: en el mayor y más importante, el de chivo expiatorio. Son las fronteras, símbolo de las viejas naciones, lo que causa las guerras. El internacionalismo, como ideología del imperialismo, mejor: imperialismos, ya está triunfando cuando te planteas "si" no será verdad esto: que las fronteras y las naciones crean las guerras, o lo que es lo mismo, que construirte una casa y defenderla es causa de que te vayan a agredir, por lo que debes entender que haces mal en rechazar a quien solo o acompañado pretende entrar, como Juan por su casa, en la tuya. ¿Tuya, o de quién, si la has construido tú? Este imperio psicológico se refuerza aduciendo los privilegios de que gozas por ser tú, es decir, uno, por tener muchas generaciones detrás de cultura, y dos, porque tu nación se apropió de la casa de otros (la colonización reinterpretada como robo, cuando fue, ha sido y será el mecanismo de formación de pueblos sucesivamente dominantes, y fundadores de otros dominantes).

El dolor del exilio

Un interesante problema filosófico gestó el internacionalismo. ¿En un mundo abierto y en sentimiento de armonía y paz universales, por qué el dolor del exilio? ¿De dónde surge en el ser humano ese sentimiento de dolor de haber sido arrancado de una patria o de un campo profundo de huellas cordiales personales, de una historia particular y común de muertos y caminos vecinales que van y vienen a otros más extensos, que van a su casa y vienen de su casa hacia el ancho mundo?

¿Por qué no ha podido el internacionalismo, religión perfectamente laica y supuesta ética, ideología de los imperialismos actuales económicos (dos o tres, cuatro... no puede haber muchos más, y además su tendencia es a reunirse en bloques antagónicos: chino-ruso; americano-¿europeo?, no, alemán - europeo es un préstamo literario), por qué no ha podido ese internacionalismo, aun mandando con la ONU y con toda la Agenda de planificación de las conciencias mundiales, rematar el sentimiento de identidad cultural y de pertenencia a las raíces propias?

Es constatable la afición que tienen todos los dictadores que en el mundo han sido a usar el mazo del exilio (un instrumento muy florentino, por cierto; mucho más doloroso que el ostracismo, de acotada duración), aunque la pena de exilio no suele estar codificada en las leyes y, como el suicidio dentro de las "leyes" de la mafia, se presenta como un castigo autoimpuesto, claro que no voluntario pues con él se salva la vida o se evita la cárcel, espadas de Damocles con las que juega el tirano. 

El internacionalismo cosmopolita y pacífico vendría a acabar con todas las formas de exilio. Pero de una forma cínica, eliminando el sentimiento del exilio al inyectar en el desterrado una conciencia feliz de ciudadano del mundo. Pero no acaba ahí del todo el complejo cinismo del poder: como en el caso de las fronteras-instrumento que sirven para sentirte culpable y merecedor de un saqueo cada día, el cinismo internacionalista mantiene el rescoldo del nacionalismo para hacerle pagar, a ciertos pueblos e individuos, una determinada pena a su rebeldía -a su resistencia a ser explotados y dominados por los juegos de los imperialismos.

Y claro es, como las fronteras: interesan como chivos expiatorios, esas "fronteras absurdas e injustas", esos nacionalismos "radicales" o nazis o fascistas. (¿No son nacionalismos los de los “antifas” de enfrente?)

Incluso los reyes destronados tienen derecho a quedarse en su patria: Pero si tienen sentimiento de patria, se les exilia.

Lo primero es un castigo cínico, que ejecuta un verdugo "generoso", casi siempre sobre un rey con espíritu "de gran mundo" (valga también sobre otro representante de cualquier gremio). Lo segundo, más grave que el anterior castigo, se aplica a mendigos y a reyes por igual, incluso a sabios que preferirían vivir viendo crecer las peras de su huerto.

Si se cumpliesen los deseos de algunos internacionalistas no sé en qué caso de estos se encontraría don Juan Carlos, que tiene el mayor de los delitos en ser padre del rey actual de España, Felipe VI (claro que su culpa también la podría echar él a los españoles que votaron por la monarquía y por formar una nación -lo de una es la cuestión).

    19 DE MAYO 2022

Fulgencio Martínez

 Escritor y editor de la revista Ágora

 

Viene de la anterior entrega  

https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2022/05/internacionalismo-pacifico-beatifico.html

 

DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO DE FULGENCIO MARTÍNEZ/MAYO 2022

No hay comentarios:

Publicar un comentario