Reanudamos el trabajo literario en este blog con la publicación de una nueva entrega del Diario político y literario de FM.
A los
dictadores como Maduro, Chávez, Daniel Ortega o los Castro,
siempre hay una pseudoizquierda dispuesta a justificarlos. Hay aquí tantas y
tan distintas responsabilidades; no es igual la de quienes apoyaron y apoyan de
forma cínica o vergonzante a estos tiranos, que la de aquellos simples comparsas
que compraron la tóxica mercancía moral del comunismo populista. Los primeros, en
nómina del tirano, deberían ser juzgados por aquellos que han sido víctimas de
la tiranía y por los tribunales internacionales. Los segundos posiblemente fueron
reos de un chantaje aunque en algún momento debieron abrir los ojos.
El nazismo
tuvo su juicio de Núremberg pero el comunismo soviético, no. Después de que los
valores fundamentales de la democracia y de los derechos humanos alcanzaran casi
un consenso global, los regímenes que se basan en ideologías totalitarias han aprendido
que no le es necesario el discurso moral para su supervivencia. Son los crasos éxitos
en el terreno económico o su posición de fuerza en la geopolítica sus únicos
bastiones. El franquismo, el comunismo estalinista, el nazismo intentaron hacerse
fuertes jugando también esas bazas, al igual que hoy hacen el comunismo chino,
el coreano del Norte o el nacionalismo ruso de Putin; con la diferencia de que aquellos
viejos regímenes totalitarios del siglo XX pretendieron una legitimación moral
y buscaron el espejuelo de una fuerza moral para hacer brillar su propaganda,
mientras que los actuales no lo necesitan.
Durante
los últimos tiempos algunos han vendido como reserva moral el espejismo de las
dictaduras amigables en Latinoamérica. A medida que los regímenes totalitarios
más triunfantes se acercaban al capitalismo, estas dictaduras en degradadante
situación de desarrollo humano se presentaron como una fuerza moral para la democracia.
Me interesa analizar este punto de absurdo teórico, mostrando al lector el caso
“ejemplar” de un filósofo como Gianni
Vattimo. Hacia el final de su libro Ecce
comu (Paidós, Barcelona, 2009), Vattimo dedica
un capítulo, titulado “El fantasma marxista”, a exponer su teoría sobre el comunismo como ideal regulativo de la
democracia avanzada. Es bueno esgrimir aún ese “fantasma”, ya que se trata de
abrir un frente de posibilidad, un espejo crítico, en el compacto discurso
único de la legitimación del poder. Se trata, en suma, de recuperar las energías
democráticas, de acuerdo con la idea de Unger
de una “democracia de alta energía”. Piensa Vattimo que ante la falta de proyectos, la desmoralización
y desmovilización democrática de nuestras sociedades, es necesario recuperar
una energía moral y ello solo es posible mirando hacia adelante, hacia una
democracia de alta energía (para este pensamiento mágico, querer es poder, y no
hay tampoco trampa en argumentar en círculo). Esta propuesta de Unger, concluye
Vattimo, es otra variante del ideal comunista. Así pues, queda rehabilitado el
comunismo moral y teórico, y veremos aún adónde nos llevan las restantes
conclusiones que extrae el filósofo italiano en el campo de la praxis y la teoría
comunistas.
Ciertamente,
hay que repensar de nuevo ese ideal desde esta
propuesta para ver su posibilidad. Vattimo reconoce que existe, ante todo
intento de cambio, un cortafuegos pequeño-burgués, un miedo, fomentado por el
poder, que favorece la vuelta a opciones conservadores de seguridad; también
ocurre que las iniciativas subversivas recaen pronto en lo práctico-inerte de Sartre. Todos estos razonamientos hacen
que no vea Vattimo clara una evolución interna de la democracia hacia una
democracia a lo Unger, de alta energía. Su propuesta de sociedad comunista,
pues, la mantiene y le sigue pareciendo válida como acercamiento de un
horizonte utópico con el que contrastar el presente alienado, cosificado y sin
salida, que presenta la violencia del sistema como una violencia necesaria.
Y he aquí donde Vattimo dedica todo un capítulo titulado
sin complejos El ejemplo latinoamericano a reflexionar
sobre la mejor herencia comunista en el día de hoy. Este capítulo es quizá el menos feliz de Vattimo. Pese a su
simpatía por los revolucionarios sinceros de Cuba, menos por el chavismo, Vattimo
no advierte que esa “herencia” es negativa para la esperanza comunista. Deberían haberle hecho sonar alguna alarma los casos de pena de muerte, o de presos políticos (o de disidentes
en huelga de hambre a los que se deja morir en una cárcel de Cuba).
Se olvida Vattimo de citar
al régimen sandinista del comandante Ortega. El clientelismo, la corrupción de
la familia de Ortega, el caciquismo en nombre de la revolución, es allí tan
normal como el agua. En un reportaje sobre Nicaragua emitido por televisión española
decía un campesino entrevistado: aquí no hay otro palo donde ahorcarse.
Resignación. Estos regímenes se aprovechan de la misma dialéctica del Poder “imperialista”
que oprime a los pueblos, para oprimir a su pueblo; además son toscos regímenes
de nepotismo, caciquismo aldeano, corrupción, que ni siquiera, como en España,
puede ser cuestionada, menos llevada a tribunales. En fin, quien nunca ha sido
comunista (como dice Vattimo) y ahora lo es, no debería sentirse heredero de tal
situación, de esos regímenes que corrompen y usan el comunismo para adecentar
una dictadura personal: no hay diferencia entre el Tirano Banderas, que ya
analizó Valle-Inclán, el tirano a veces simpático, personalista, pero
sanguinario, y el tirano ahora con chancletas e ideas comunistas: los tiranos
de ahora, como Maduro u Ortega.
Pero, ¿hay en las ideas comunistas algo valioso traicionado
por los dictadores revolucionarios? Frente a los dictadores comunistas, ¿es
posible también la subversión? Con cierto riesgo aventura Vattimo que si hay
algo valioso en el “ejemplo” de las dictaduras latinoamericanas hay que
encontrarlo en que, aunque sea solo como eslogan, han mantenido las palabras
vivas del sentimiento comunista: el espíritu de rebeldía moral contra la esclavitud, y el sentimiento de decencia
moral que es sinónimo, para él, de un comunismo vivo.
Tras
preguntarse Vattimo si se puede hablar de "Democracia de alta
energía" en la Venezuela de Chávez o la Cuba de Castro, concluye con esta
advertencia: "Agitando el fantasma de las dictaduras y el populismo, los
reformistas europeos liquidan estos ejemplos latinoamericanos. El comunismo
reformulado debe tenerlos en cuenta, pues no son menos los peligros para la
libertad en las democracias neocapitalistas". Si en algo hubiera que
tomarlos en cuenta debería ser para aprender la lección y no caer en el chantaje
de las dictaduras amigables.
Fulgencio Martínez
Profesor
de filosofía y escritor
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