NO MÁS PARQUES
Cumplí los
cincuenta, perdí la línea
de la mitad
del camino de la vida.
Perdí la
línea, perdí el hambre y engordo.
Los deseos
se acumulan en bolsas de plástico
que las
horas por venir
invitan a
cerrar herméticamente.
Me vence la
torpeza
de bajar otro
escalón,
el del portal,
para depositarlos
afuera… y en
un basurero horrible,
hacia el que
elevar los brazos requiere
el vigor de
un gigante,
el esfuerzo
con que un dios mueve el mundo.
Si hubiera
un descampado…
Un
descampado para que mis deseos
descansen
por fin, en ningún lugar;
para que no
continúen despiertos
en otros
enjambres paralizados.
Un desolado
y funcional descampado
donde esos cometas
vacíos cesen
de esperar un nuevo y descomunal ímpetu
de esperar un nuevo y descomunal ímpetu
que los
derrumbe en alto rodar en llamas.
Oye mis
quejas, tú, Municipio.
No más
parques para viejos,
Ni verdes
piscinas de recliclaje.
Un
descampado sería tan funcional…
Andrés Acedo
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