Dionisia García. Fuente: La Opinión de Murcia.
EN EL
CENTENARIO DE DON ANTONIO MACHADO
I
Reflexiones
Le preocupó el camino;
caminante cansado, bien lo supo,
lo sintió en el pesar de su melancolía
cubriendo siempre el verso.
Ya no es polvo dorado su andadura;
es recuerdo que brota lleno de soledades,
para llegar ¿a dónde?
Dos figuras se alejan, apostando sus cuerpos
en hiélico abandono:
angustia y desamparo
en esa hora injusta del olvido.
Sólo la inquieta sombra
en jugueteo inútil se aproxima,
vacila, para y vuelve:
compañera de sol, ingrata a medias;
sólo de cantos lleno
en un eco profundo de coordinada música:
con él se fue el impulso
de tardes sucesivas que aguardaron,
llenas de plenitud, su nacimiento,
su inmanencia prendida a las palabras:
«la palabra en el tiempo», con identidad justa
y profunda consciencia de la Historia.
Horizontes letales aminoran el paso,
se quiebra la esperanza y es preciso seguir,
guardándose en la huída de las noches sin hora;
capacidad doblada sin el aprecio amigo,
sin las gozosas luces
que lluevan de ternura los últimos albores.
Después serán los días de los himnos triunfales,
como recuerdo estéril de un tiempo ya prescrito,
como remordimiento de un final sin abrazo.
caminante cansado, bien lo supo,
lo sintió en el pesar de su melancolía
cubriendo siempre el verso.
Ya no es polvo dorado su andadura;
es recuerdo que brota lleno de soledades,
para llegar ¿a dónde?
Dos figuras se alejan, apostando sus cuerpos
en hiélico abandono:
angustia y desamparo
en esa hora injusta del olvido.
Sólo la inquieta sombra
en jugueteo inútil se aproxima,
vacila, para y vuelve:
compañera de sol, ingrata a medias;
sólo de cantos lleno
en un eco profundo de coordinada música:
con él se fue el impulso
de tardes sucesivas que aguardaron,
llenas de plenitud, su nacimiento,
su inmanencia prendida a las palabras:
«la palabra en el tiempo», con identidad justa
y profunda consciencia de la Historia.
Horizontes letales aminoran el paso,
se quiebra la esperanza y es preciso seguir,
guardándose en la huída de las noches sin hora;
capacidad doblada sin el aprecio amigo,
sin las gozosas luces
que lluevan de ternura los últimos albores.
Después serán los días de los himnos triunfales,
como recuerdo estéril de un tiempo ya prescrito,
como remordimiento de un final sin abrazo.
II
Soneto
Nunca se vio la tierra tan querida
ni la colina humilde, que, latente,
buscaba en su existir, mudo y ausente,
el buen cantar de alguna voz dolida.
El olmo seco siente la subida
en savia vertical, de brote ardiente,
que triste maduró sin ser presente
en esa primavera verdecida.
Roquedas, sierras, encinares, chopos,
están en su relato con hondura
para arrancar al yermo su paisaje:
páramo de blancura, prietos copos
donde el invierno crece y aun perdura,
siendo el estío pobre de ropaje.
Dionisia García
EL VAHO EN LOS ESPEJOS, 1976
ni la colina humilde, que, latente,
buscaba en su existir, mudo y ausente,
el buen cantar de alguna voz dolida.
El olmo seco siente la subida
en savia vertical, de brote ardiente,
que triste maduró sin ser presente
en esa primavera verdecida.
Roquedas, sierras, encinares, chopos,
están en su relato con hondura
para arrancar al yermo su paisaje:
páramo de blancura, prietos copos
donde el invierno crece y aun perdura,
siendo el estío pobre de ropaje.
Dionisia García
EL VAHO EN LOS ESPEJOS, 1976