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domingo, 22 de junio de 2014

ENSOÑACIONES DE UN PASEANTE REPUBLICANO (homenaje a Jean-Jacques Rousseau), Parte II Manifiesto por la cultura republicana/ Diario político y literario de FM /T2/48



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ENSOÑACIONES DE UN PASEANTE REPUBLICANO

               (Homenaje a Jean-Jacques Rousseau)



¿Pero es que quieren que les salga gratis la Gürtel, los Eres, el caso Nóos, los pelotazos, las putas y los recortes, por poner a otro rey?

La república les dará todas las garantías de defenderse ante los tribunales y les dará oportunidad de revertir -como dicen- el dolor del pueblo. Tendrán trabajo, algo que ellos niegan a muchísimos españoles, un trabajo digno con el que vivirán después de haber pagado si el pueblo los declara culpables.

Pervirtieron el estado de derecho, robaron la democracia, confundieron a los jueces independientes y junto a los ricos se enriquecieron en un tiempo de crisis para los pobres y los  trabajadores.

Mancharon el nombre de obrero, de socialista, de liberal, cantaron vivan las cadenas del absolutismo, la libertad la pusieron contra el pueblo, solo ellos en sus búnkers y dentro de sus coches oficiales pasearon libres de pobreza, pero también pobres de espíritu, estacionados, inmóviles, rituales, distantes del dolor de los que no llegan a fin de mes, no tienen trabajo o trabajan por un salario indigno.           

 Se comieron la tarta sin pensar que podía empacharles. Tuvieron buenos patrimonios a salvo de la ley, en paraísos fiscales o en empresas que privatizaron para luego entrar ellos por la puerta giratoria. El pueblo juzgará. Será justicia. 

Como dijo Valle Inclán: “Los españoles han echado al último de los Borbones, no por rey, sino por ladrón”.  Lo que escribió Valle en 1931 puede servir, cambiado el contexto, para leer los acontecimientos recientes de la abrupta abdicación de Juan Carlos I. La voz de la calle y el ímpetu de las generaciones españolas ilusionadas con el órdago de Podemos a la anarquía de las corruptelas partidistas que han desintegrado la autoridad del sistema, explica una renuncia tan inexplicable e imprevisible que hubo de hacer el Gobierno una ley específica para la abdicación y la sucesión, como si ambas cosas fueran causa-efecto mecánicos y como si, en Derecho, una ley pudiera tener el ámbito de un solo caso. Ni siquiera es legal la norma que le dio enjuage, a posteriori, al cambio sucesorio; ni mucho menos es legal la ley que han preparado para blindar judicialmente al abdicado monarca. “Una ley ad hoc” hecha con urgencia, ante el temor de que el pueblo pudiera saber quién sabe qué, quizá (caben todas las conjeturas) que, como en 1931, su rey, en ese caso, Alfonso XIII, había sacado de España, a bancos de Francia y Suiza, el equivalente hoy día a casi cincuenta millones de euros. Qué sabio era Valle, y qué bien describió el momento histórico y a los españoles, quienes perdonan todo cuando se les dice la verdad. 

Sería de justicia que un nuevo Parlamento, un nuevo sistema con una Constitución sana, donde haya un poder judicial independiente y elegido por el pueblo, juzgara a los que pudieron cometer a sabiendas actos de corrupción de las leyes. Cuando un pueblo maduro democráticamente elige a sus representantes, en los tres poderes, judicial, ejecutivo y legislativo, no les otorga un cheque en blanco… que ellos, además, llenan de ceros a la derecha. No. La representación democrática es una función biunívoca: tú, diputado, me representas, por tanto, me has de escuchar; igual que yo, votante, te he de escuchar; un feed-back es la representación democrática. Lo otro no es parlamentarismo sino un sistema de oligarquías caciquiles, que convierten al representante en un diputado sordo y un brazo de madera. Y, por supuesto, en un estado de derecho (Montesquieu dixit) los jueces no son de partido.


Fulgencio Martínez

                                                              Profesor de Filosofía y escritor

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