METAFÍSICAMENTE,
SÍ SE PUEDE
Publicado en La Opinión de Murcia, 15-3-2013
El pasado jueves la manifestación en
contra de la reforma de la enseñanza pretendida por el ministro
Ignacio Wert,
fue en Murcia un río humano que alegró, por unas horas, las orillas
del Segura. Ni un solo incidente; una voluntad pacífica unánime,
manifestándose para que en este país se tomen en serio las cosas
importantes, como es la educación de los jóvenes. No puede ser que
cada hijo de su partido, cada ministro de turno recalifique y reforme
en ese terreno a su guisa.
Recuerdo
que hubo una sola ocasión anterior en que pareció, por un momento,
que se iba a abordar un pacto por la educación. En la agonía del
zapaterismo líquido, el ministro y ex rector de la Universidad
Complutense de Madrid, Ángel
Gabilondo
estuvo a punto de lograrlo. Fue la única ocasión seria en toda la
democracia que llevamos desde 1978.
Hemos
tenido ministros de Educación de diversas ideologías y procedencias
profesionales, unos que provenían de la Universidad y eran solo
expertos en su especialidad, como el sociólogo José
María
Maravall;
otros, como Esperanza
Aguirre
o Mariano Rajoy,
que se enteraron de las responsabilidades de Educación el día en
que asumieron la cartera ministerial.
Gabilondo
fue una excepción en la constelación de los responsables del
Ministerio de Educación, tanto de un signo político como de otro.
Él provenía de la Universidad, nada menos que de la Complutense,
como Maravall; pero, además, era el rector y catedrático de
Metafísica (hay que tener mucho prestigio intelectual y académico,
no para ser lo primero, sino para poder ser lo segundo: un señor
catedrático de Metafísica).
Era
un hombre entregado a los problemas de la educación, como lo fueron,
en su momento, los hombres como Francisco
Giner de los Ríos,
su sobrino Fernando
de
los Ríos,
Antonio Machado,
José Ortega y
Gasset,
o Miguel de
Unamuno,
el escritor y rector de Salamanca a quien la República quiso
encargar este asunto de Estado de capital importancia: la educación;
aunque las circunstancias hicieron imposible ese intento.
Tampoco llegó a nacer la reforma educativa de Gabilondo, quizá por
el noble carácter de este hombre y por su firme voluntad democrática
de lograr antes un pacto con todos los sectores de la Comunidad
educativa. Casi tenía ya Gabilondo el consenso de un 75 por ciento
de ella, pero quiso el ministro socialista oír y consensuar la
reforma con todos: con los de la tiza y el hisopo, y también con
padres y alumnos de todas las competencias. Se alcanzaría una buena
ley si, primero, la reforma respetaba tres fundamentos: el consenso
de la Comunidad educativa, no ser partidista y tener voluntad de
estabilidad.
La
peor ley -dice Platón
en
Leyes-
es la que cambia constantemente. Tuvimos aquella ocasión, y se
perdió; quizá por la debilidad anoréxica del Gobierno en esos
momentos, que no estaba para apoyar a fondo a su ministro de
Educación. Cuánto mal trajo esa debilidad, hasta trajo este otro
ministro de ahora, Ignacio Wert, que es hombre de su partido,
estricto en su disciplina ideológica, serio, aunque poco original;
un señor educado y hasta simpático en la entrega de los Goya; un
hombre derecho y Licenciado en Derecho; sociólogo -también como
Maravall-, técnico en sondeos políticos y ex tertuliano de radio,
pero que no es -ni de lejos- catedrático de Metafisica.
Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y escritor
P.S. Hoy, viernes, el consejo de Ministros del Gobierno de España ha aprobado la reforma de Wert, pactada con los obispos en camarilla. ¡Jesús... de Nazareth! Qué banda...
P.S. Hoy, viernes, el consejo de Ministros del Gobierno de España ha aprobado la reforma de Wert, pactada con los obispos en camarilla. ¡Jesús... de Nazareth! Qué banda...
ÁGORA DIGITAL MAYO 2013
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