Ágora-Papeles de Arte Gramatico/ Bibliotheca Grammatica/ Comentario de José María Piñeiro al libro Señales, de Dionisia García
SEÑALES, de Dionisia
García
(Editorial
Renacimiento)
Cada
libro de poemas es un territorio de signos, una extensión precisa de
emociones y revelaciones, la ocasión de percibir un mundo nuevo. Tal
ocasión se ha materializado para mí con la lectura del último
poemario publicado de Dionisia García, autora a la que leo por
primera vez. Por ello dicha ocasión es doble: la oportunidad que el
libro me ofrece tanto de disfrutar de una lectura como de descubrir a
quien lo ha escrito.
Se
dice que la opción óptima para encarar cualquier obra artística es
saber “contemporizar” el mensaje de la misma, es decir,- y
ampliando pertinentes sinonimias -, contextualizar. Me ha ocurrido
que, sea porque los temas a los que Dionisia alude en sus poemas son
también materia de desasosiego personal, sea porque los últimos
libros de poesía que he leído colindan con el tono de la poeta
murciana, su libro me ha resultado curiosamente familiar, es decir,
creo haber comprendido desde dónde escribe y emergen sus poemas y
qué reposada, sabia disposición anímica los ha producido.
Todo
poema supone un sofisticado artificio. La lógica de la sintaxis
poética expone soberanamente su paradoja: la expresión de lo
pasional a través de un orden. Tal orden, en el libro de Dionisia,
se explica por esa transparente convergencia entre utillaje verbal y
experiencia, entre madurez y emergencia natural de la palabra. No
podría ser de otro modo ya que el humanismo de la autora no se
detiene en otras disquisiciones que no sean dirimir el efecto del
tiempo en el hombre y las cosas, reconociendo tanto la fatalidad de
lo que se produjo y no se repetirá como el continuo fluir del tiempo
cuyo brote renovado puede impactarnos con la emisión de mensajes
originarios.
Señales
consta de dos partes, Sinfonías
Quebradas
y Archivo
inédito.
Un poema precede a la primera parte, inaugurando el libro, y un
epílogo lo cierra.
La
segunda parte, Archivo
inédito
viene a ser un anecdotario personal, y está surcado de recuerdos,
dedicatorias, evocaciones y homenajes : García Lorca, Silvia
Plath, Walter Benjamin, Dostoyevsky, Serguei Esenin, etc.
La
primera parte, Sinfonías
Quebradas,
es la más densa y la más significativa, la que le presta y revela
identidad al poemario, aunque la voz
de la poeta sea siempre reconocible y atraviese ambas partes.
Con
el tiempo uno acaba aceptando, que no comprendiendo, las paradojas
que parecen tejer los eslabones de la vida. Dionisia escribe al cabo
final de tales eslabones, aceptando con lucidez lo que ha
finiquitado, lo que en el tiempo ha naufragado o ha sido
cumplimentado, pero rechazando cualquier desencanto, pues es,
precisamente, en el tiempo, en su continuo fluir, donde reside la
semilla renovada de la esperanza, la posibilidad de contemplar de
nuevo el mundo y las cosas.
Dionisia
escribe, pues, desde la madurez vital y existencial que sabe integrar
en su visión poética esa naturaleza contradictoria del tiempo,
trascendiéndolo, en cierta manera, ya que compensa la
ineludibilidad de lo ocurrido con la generación vital que supone
cada instante.
Y
quizá sólo sea desde ese punto, desde esa atalaya soberana, desde
donde pueda divisarse con calma la obra y el paso del tiempo, la
inevitabilidad de sus efectos en el alma pero también la sorpresiva
conmutación de sus términos en devenires y realidades inéditas.
Dionisia
radica la plenitud de la vivencia en la extensión vibratoria y
puntual del presente, reivindica el ahora, el poder renovador, la
posibilidad de renacer en ese manar sin límites que es el ahora,
desechando embargar el alma en mitologías que sacrifiquen tal
invitación continua de oportunidades: una
dicha posible,/ que es hoy y no mañana.
El
poemario muestra una visión sintética pero irreductible del mundo,
el tiempo y los hombres, en tanto que la suprema tarea intelectual y
vital es saber aceptar la naturaleza paradójica de las cosas, la
intermitencia compensatoria – muerte y vida, vida y muerte – del
existir (Voces
posibles).
La
poeta aconseja gozar del mundo antes que acotarlo intelectualmente
(Lejanías)
y critica las barrocas servidumbres que nos autoimponemos en nuestro
trato con los demás y el mundo, aunque tales limitaciones sean
innatas de la sociedad a la que pertenecemos (Cercos).
Ante la brevedad de la existencia, advierte con gracia: ya
sabemos la
historia
necesaria,/seamos poco a poco incompetentes.
Es decir, desprendámonos del exceso de información, de mitologías
y batallas, porque lo prioritario es disfrutar de la vida, no
confinarla en esos compartimentos estancos del conocimiento que
pretenden revelárnosla.
Lejos
del ronroneo del consejo, lo que se filtra en estos poemas es la
advertencia honda de lo que ocurre, y por lo tanto el deseo de
comunicar lo esencial al ocasional caminante de su lectura: lo vivido
tiene que implicar positivamente la ilustración de alguna de las
parcelas de la vida y por ello, ser y adquirir un valor (Edad
tardía);
lo único que puede sentenciarnos al olvido y a la soledad es no
haber renacido a través del amor; la ubicación de la vivencia, de
su significación y de la esperanza en el presente inmediato revela
la naturaleza permeable, misteriosa y generatriz de la realidad (De
la brevedad).
La
cita con la que Dionisia García abre su libro - las famosas palabras
de Heráclito sobre el oráculo de Delfos - no es una nota gratuita.
Ilustra la razón profunda, el rumbo de su poemario, a la vez que
indica la estrategia a seguir para enfrentarse a la naturaleza
misteriosa del mundo, sus desolaciones y resurrecciones. Nada se dice
explícitamente ni se oculta definitivamente, advierte con refinado
hermetismo el oráculo. Lo que percibimos aisladamente, lo que se
dispersa por el amplio espacio del universo y el mundo humano son
signos y señales. Del mundo y del hombre nada sabemos, excepto los
signos que se nos muestran, es decir, lo que el pensamiento puede
establecer como tales para ir tejiendo-destejiendo la misteriosa
urdimbre del vivir.
Tales señales son las que el poeta se encarga de
rastrear, las que se encarnan a través de esos otros claros
misterios que son los poemas. Asumir la dinámica de los contrarios
como la naturaleza de la realidad, la coexistencia de las tinieblas y
de la luz, y circunscribir el trabajo del pensamiento y la
sensibilidad a la dilucidación de esos signos que a través de los
más diversos motivos, nos llegan, es la misión máxima en que debe
materializarse nuestra empresa vital. El aspecto paradójico del
mundo, la necesidad de saber encarar ese doble sentido del universo
está admirablemente expresado en los versos finales de Desasosiegos:
La vida es
una dádiva y un sueño/entre otros menesteres de oros y cenizas.
José María Piñeiro
ÁGORA DIGITAL MAYO 2013
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