TRAS LA IMAGEN DEL CRISTO SIEMPRE CON SANGRE EN LAS MANOS
¡Oh la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
Antonio Machado, Campos de Castilla
Joan Manuel Serrat:
https://www.youtube.com/watch?v=Dz4m52Oka34
Me ha repetido en la cabeza esa estrofa durante un buen rato, esta mañana, mientras hacía mi rito de siempre para ganarme el derecho de sentarme ante el ordenador a escribir. Se me ha hecho patente la imagen descrita en los versos 2 y 3: del "Cristo de los gitanos, / siempre con sangre en las manos,". La imagen es terrible pero de un realismo expresionista, por así decír, que solo un grandísimo poeta como don Antonio Machado puede lograr. Casi como dicho en voz apagada, sin estridencias, el poeta andaluz acierta con esa imagen del hombre/dios "con sangre en las manos", creando todo un campo de interpretación polisémico, prometeico, trágico. Fijémonos en que el poeta repara en ese detalle de la sangre exhibida en las manos del Cristo, no es el Cristo dolorido, ensangrentado, en sienes, pecho, brazos, pies o torso traspasados por filos y latigazos; no. (Tampoco es esa imagen pop de las manos de Cristo ofrecidas con sendos puntitos rojos donde estuvieron los clavos).
Es el Cristo con sangre en las manos, casi... como un asesino, o como alguien que acaba de acudir en auxilio de una víctima apuñalada, sacrificada. La expresión, en efecto, con sangre en las manos remite a otras, tener sangre en las manos, tener las manos manchadas de sangre, que delatan al autor de un crimen, por lo general, de un homicidio atroz.
¿Quién es ese Cristo que se ofrece como símbolo de expiación del criminal y de la víctima? ¿Cuántos Cristos "siempre con sangre en las manos" se reeditan cada año, cada día, ahora mismo? ¿Ha dejado el mundo de ser alguna vez un huerto de sangre, una plaza donde se trucida a las reses humanas, un valle de carniceros atrabiliarios, torturadores, perpetradores de dolor a inocentes? Pero la misma imagen del Cristo siempre con sangre en las manos abraza a la víctima inocente tanto como asume en sus palmas abiertas llenas de sangre la responsabilidad del criminal (una responsabilidad que, por supuesto, este no siente). Es esa imagen muy ambigua, un signo no tanto de indignación, ni de exhibición masoquista, lastimosa, ni de advertencia ("siempre") a una humanidad adormecida. ¿Sería un signo que remitiera a una esperanza escatológica, de salvación in aeternum de la humanidad por esa piedra mágica de esperanza en el tiempo, quiero decir, de que esa imagen terrible se repita y se repita y se repita en el tiempo mundano, en el "siempre" no en el instante eterno; y lo que es de veras trágico: mientras se suceden los crímenes, los actos de terrorismo, las matanzas, guerras, y las impías legiones de falsantes denunciadores de las guerras, cómplices (por activa, o por pasiva: asentidores de un relato blanco) de los malditos negocios eucarísticos, millonarios, que hay montados en torno a la sangre del hombre, tras la imagen del Cristo siempre con sangre en las manos? (1)
Fulgencio Martínez
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(1) Me doy cuenta que esa sospecha es más fuerte en mí que la esperanza ultraterrena; sin embargo, no desprecio el consuelo religioso. (Me ha costado entenderlo, pero al fin lo comprendí, de corazón y de cabeza; ese consuelo, que no es el consuelo de la filosofía, del cual por cierto habla Fernando Savater en su libro reciente, Carne gobernada, para decir que se siente excluido de él y a la vez defraudado por él; un poco contradictoria, es cierto, su palinodia del consuelo racional filosófico, a estas alturas... Pero el consuelo que siente el enfermo mortal y el que aporta el cuidador, el médico del alma o enfermero a ese enfermo, es otra cosa. Nadie tiene derecho a despreciar ese consuelo en el tránsito a lo desconocido...o lo más probable, a la nada, pues lo más probable es que no haya nada, nada...y por siempre nada, una vez que tú te mueres, te has muerto para siempre, como todos los muertos de la tierra.... sí, como dice el poeta en la elegía al torero, "LLanto por Ignacio Sánchez Mejías").
Por otra parte, creo, con temblor, que el dolor de aquí y ahora no se puede justificar de ningún modo, ni siquiera por la promesa de una reparación eterna, incluso aunque de veras esta reparación se diera a efecto. (Pero ese creer mío sí que es mucho suponer, creo con temblor, porque en este caso creer es un síntoma negativo).
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