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domingo, 21 de noviembre de 2021

FULGENCIO MARTÍNEZ: "Humanidad urgente" (del libro "La segunda persona")

 

 

 

HUMANIDAD URGENTE

              

                                                         a la UME

                       

 

 

Llegará un día en que los poetas

debamos luchar por César Vallejo

a puros versos y con un fusil enamorado

            (escrito por el mismo autor)

 

                        Yo no sufro este dolor como Cesar Vallejo

                                   (…) Hoy sufro solamente.

            César Vallejo (“Voy a hablar de la esperanza”)

 

Confieso que cuando escribí esas cosas

de fusil enamorado y de lucha

yo era solo un estudiante de diecinueve años

que publicaba sus primeros versos en Madrid.

En una revista pequeña donde junto a los jóvenes

publicaban buenos poetas,

algunos diplomáticos de países americanos

en los que aún y todavía mandan dictadores.

Y aunque algunos de esos, de los diplomáticos,

protestara al editor por mi poema

y le recordara la conveniencia de la censura,

yo en verdad no creía, al escribirlo,

que la violencia fuera revolucionaria,

aunque posiblemente aceptaba  

que la revolución fuera violenta

si era necesario para la acción liberadora

a favor de los oprimidos, por supuesto,

contra los opresores.

El poeta tenía un compromiso moral

y el primer mandamiento en que se encarnaba

la función social de la poesía,

según algunas de las más simples

y entendidas mentes de aquella época,

era practicar en el verso la apología

de la violencia, por supuesto justa,

por supuesto contra los malos,

y aunque yo había leído ya algo sobre

la cuestión humana del sufrimiento a secas

que plantea la palabra expiatoria de Vallejo,

qué lejos estaba de comprenderlo. Y qué lejos

de saber que ningún verso vale nada

cuando quien lo toma no lo llena de amor concreto.

Y mucho más lejos estaba de pensar en la acción,

tan noble como aquella palabra de Vallejo,

que habría de realizar el Ejército español

cuarenta años después, en dosmilveinte.

Entrando en las residencias de ancianos,

cuando nada paraba el contagio mortal

y cadáveres enmohecían en sus camas,

no con versos ni fusiles de amor,

ni con otras armas que la humanidad urgente.

 

FULGENCIO MARTÍNEZ

Del libro La segunda persona

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