MAX BLECHER. EL SENTIDO DE LA VIDA
por Alicia Rodríguez Sánchez
Uno de los primeros poemas del libro es “Andadura”:
Siempre hacia delante las sombras de mis pasos mueren
Como la trayectoria de un cometa de oscuridad
A lo largo de este poema, observamos la impotencia del enfermo inmóvil en el lecho cuyo comienzo queda marcado por una prosopopeya inicial en la cual trae a mi mente claras reminiscencias del poema de Antonio Machado “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, pero a diferencia del escritor sevillano Blecher se encuentra primero atrapado en su carricoche y, posteriormente, en su corsé de escayola, de los cuales no podrá apenas liberarse:
Con los ojos cerrados ando en una caja negra
Con los ojos abiertos ando en una caja blanca
Al igual que Pierre Minet, a quien se dirige el poema, Blecher quiere escapar de su propia realidad como cuerpo inmóvil, pero con un irrefrenable deseo de vivir. Dicha idea nos la sugiere a través del verso con todo lo que he sido y todo lo que he pensado, donde rememorara tiempos pasados unidos a ese intento de curación posible, con el añadido de un símil cual mago en cuya función hace desaparecer un objeto; de la misma manera que se siente el escritor al intentar hacer desaparecer su enfermedad. Sin embargo, cuando menciona enormes martillos me parten la cabeza todos los pensamientos, nos trae de vuelta a la cruda realidad de aquel enfermo que, pese a intentar sanarse, tristemente nunca lo logrará.
Otro de los poemas que me han llamado la atención ha sido el titulado “En la orilla”, cuya lectura me trae a la memoria ciertas reminiscencias de Ramón Gómez de la Serna y sus greguerías, cuya definición la enmarca la Real Academia de la Lengua Española como “Invención literaria del escritor español Ramón Gómez de la Serna, que consiste en una metáfora breve e ingeniosa” mediante la cual queda unida la ironía junto con el humor, palabras tomadas del propio escritor, quien introduce la cotidianidad como material innovador y aplica una libertad absoluta en la búsqueda de caminos artísticos, como en aquella que escribe Las olas esculpen en las rocas cadáveres de gigantes, en la que al igual que Blecher en su primera estrofa Esto es lo que verás en el mar / buques como cabezas de ahogados con el cigarrillo aún en la boca, cual chimenea de barco que expulsa el humo que se divisa en lontananza, que podríamos considerarlo como un presagio del posible hundimiento de la embarcación, pero que por fortuna finalmente llegará a su destino.
Soñando y fumando navegan a Estambul / en la orilla hombres como suicidas que se han librado de la muerte, estrofa que me evoca la historia de los pilotos kamikaze de la Segunda Guerra Mundial, quienes se suicidaban estrellándose contra el enemigo en nombre de su emperador. En este sentido, Blecher realiza una metáfora tratando sobre ciertas personas, que se han salvado de una muerte segura en el mar embravecido y que anhelan una vida mejor soñando y fumando pasean al atardecer.
El tercer poema que he escogido para dicha reseña se titula “Pastoral” cuya primera estrofa comienza con una mezcla con una suerte de greguería o metáfora: las sayas de encaje de la leche cruda, donde me transporta al recuerdo infantil de mis abuelos hirviendo la leche, que previamente les había dejado el lechero en el alféizar de la ventana, para su posterior consumo. Cuando la recibían la tenían que hervir y a mí siempre me comentaban que aparecía la consabida por ellos como “telo”, que realmente era la telilla, entendida esta como la nata natural que surge tras haber calentado la leche.
Asimismo, dicho poema nos trae a la memoria los ecos de una fiesta pagana: cuatro bueyes debajo de un árbol, desafiando la realidad se ponen de rodillas y se adornan los cuernos / con flores de mandrágora, como si se tratase de las fiestas romanas Attideia (conocidas también como Hilarias o Hilarias Mater Deum, que comienzan el 15 y culminan el 27 de marzo), en las que se conmemoraba la muerte y resurrección del dios Atis. Tras un día de descanso, la fiesta culminaba el 27 de marzo en una procesión de ablución donde cuatro bueyes transportaban un carro, que era llevado hasta el río Almo, con el objetivo de lavar los objetos sagrados que se habían empleado en las fiestas. Al mismo tiempo, una figura argenta tallada en tosca piedra y que representa a Cibeles era lentamente transportada por varios bueyes. Dichos bueyes eran engalanados para tal fin, como toda fiesta que se precie.
Por lo que respecta a la mención de la mandrágora, no debemos olvidar que esta planta está vinculada con todo lo divino y lo místico. Por ello, nuestro poeta la ha incluido al haberla relacionado con la fiesta romana.
Siguen otra suerte de metáforas como pasa por las nubes la perfección del llanto, en un símil donde la lluvia representa la pureza misma y es la generadora de la vida.
El poeta tampoco olvida a la parca, como las últimas palabras lúcidas de un moribundo, cuya llegada equipara con el curso del agua por la onda del manantial corren los últimos reflejos, como si se tratase del poeta prerrenacentista Jorge Manrique, quien en las célebres Coplas a la muerte de su padre ya escribió Nuestras vidas son los ríos que van a dar la mar, que es el morir, puesto que la muerte siempre va unida a la vida, entendida ésta como el curso de un río que inexorablemente debe morir, cual tópico literario tan empleado como es el vita flumen.
El sentido general del poema me transporta a las Églogas de Garcilaso de la Vega, las cuales presentan como tema central el amor y la naturaleza, que en este caso aparecerán unidas a lo largo del poema como si fuesen las parejas consabidas de amor-odio o vida-muerte, tal y como queda patente en los dos últimos versos con los huesecillos ornamentales y fatales / de nuestro amor.
Otro de los poemas que me gustaría señalar se titula “Tus manos”, en el cual la amada está preparándose para realizar un concierto de música clásica. Podemos observar que las vértebras del enfermo representan las teclas del piano, que se encuentran guiadas por las manos de la compositora, quienes van cambiando de tonalidad; primero, de color blanco semejando al frío mármol: tus manos en el piano como dos caballos / de cascos de mármol, cual estatua en una sala de exposiciones que nos transporta al mismo momento de la creación por parte del escultor y, posteriormente, tornará en un color rosado, semejando el calentamiento previo que cualquier músico debe realizar a la hora de efectuar su recital ante una audiencia concurrida.
Otra de las imágenes a la que me trasportan los versos tus manos en las vértebras como dos caballos / de cascos rosados es aquella en la que las manos de la amada tocan las vértebras enfermas, cual caballo que cabalga por una pradera sin rumbo fijo. Dicho recuerdo nos trae a la memoria la novela Corazones cicatrizados, en la cual Blecher escribe el médico empezó a palpar despacio, con atención, la columna vertebral de arriba abajo, apretando en cada vértebra, como un afinador las teclas de un piano […] la misma nota clara de dolor, (página 16-17 de la editorial Pre-textos). A diferencia de la novela, el autor no muestra en ningún momento dolor alguno, puesto que concibe las manos de la amada como un sanador cuyas manos pueden conseguir que el enfermo sane de sus dolencias.
Posteriormente, los dedos de la amada se tornarán en una suerte de pájaro de alas de seda cual garza del sol, que se posa en el azul, que se refiere a las venas del propio paciente, como lo realiza el pájaro en una rama.
La amada recorre toda la espalda incidiendo en todas y cada una de las vértebras dañadas para terminar en la cabeza, donde realiza un símil de unión final de carácter trágico: tus manos en mi cabeza / como dos piedras en una sola tumba, cual historia trágica de amor como la tan conocida de Romeo y Julieta o la española de Isabel y Juan, más conocidos como los amantes de Teruel.
No quiero terminar dicha reseña sin tratar acerca del poema titulado “Amor falena” dirigido a otro poeta y uno de los surrealistas más influyentes, Geo Bogza. Al igual que la falena, que posee un ciclo de vida cuyo inicio se encuentra marcado por la puesta de los huevos hasta su metamorfosis final, que es la mariposa; el poeta enfatiza a través de la figura retórica de la anáfora la palabra “amor”, que adquiere varios sentidos; de la misma manera, el amor se asemeja a las diferentes etapas del ciclo de vida de dicho insecto.
Para el poeta el amor puede ser hiriente como el mar, en el cual los pescadores que faenan nunca saben si van a retornar a tierra sanos y salvos. Asimismo, también lo concibe como el horizonte en llamas cerrado como una trampa, un tipo de amor del cual no se puede uno escapar cual prisión de máxima seguridad, vigilada en todo momento con todas las máximas medidas de seguridad posibles.
El amor puede encontrarse a la luz íntima de una farola: amor urbano de sombras en calles con reverberos, donde los amantes se encuentran paseando cogidos de la mano y se detienen hojeando lentamente álbumes inútiles, donde nos transporta a esos primeros amores de juventud, que desean plasmar sus recuerdos en papel para poder cercionarse de que todo lo que están viviendo es real y no se trata de un mero sueño.
Dicho sentimiento es el germen de la vida: con olor acre de barro y de semillas, puesto que sin él no existiríamos. La vida puede generarse en varios lugares: bajo la hierba como un caballo, en el verano preñado de trigos o en inconcretas habitaciones cerradas, donde los amantes dan rienda suelta a su pasión en un frenesí donde es indiferente el lugar en el que se lleve a cabo.
Asimismo, éste trae consigo las conocidas, según el dicho popular, como “las dos caras de una moneda” puesto que presenta sentimientos encontrados ya que puede ser llorado en pañuelos, pues estamos ante el primer desencuentro amoroso motivado por celos, ruptura u otros y, por otro lado, reído tranquilamente al sol, como una especie de burla al astro rey en el mismo momento en el que los amantes se encuentran cogidos de la mano sin pensar ni tan siquiera en el mundo que les rodea. Dicho paseo puede ser con fina piel blanca o manos envejecidas, donde no importa la edad que se tenga puesto que el amor no entiende de dichas banalidades y puede vivirse en cualquier etapa de la vida.
Por último, el poeta lo concibe como red del mundo en la que los hombres atrapados, en una suerte de metáfora donde el amor se concibe como una red de pesca y al ser humano como el pez que están capturando. El amor provoca que los hombres danzan como payasos serios y enloquecidos, como un sentimiento del cual no nos podemos liberar puesto que el dios romano Cupido nos ha herido con una de sus flechas de oro para que caigamos rendidos ante sus encantos. Según la concepción del poema, el amor también puede ser un motivo de burla puesto que en muchas ocasiones realizamos algunos actos que, si no estuviésemos enamorados, no nos atreveríamos a realizar.
Tras la lectura de los poemas de Blecher observo que los rasgos surrealistas quedan patentes en todos y cada uno de los ellos. Las metáforas y otras figuras, como anáforas o incluso greguerías, se pueden observar a lo largo de sus versos. Me ha llamado poderosamente la atención el último poema que he mencionado “Amor falena”, donde la carga sentimental queda patente mediante la cual el lector queda prendado de las diferentes etapas en las que se divide el amor, como si un ser superior moviese los hilos y nosotros fuésemos sus marionetas; un sentimiento del cual es muy difícil escapar sin rendirnos a sus encantos.
(1) Poesia completa, de Max Blecher (edición bilingüe y traducción al español a cargo de Joaquín Garrigós Bueno (Hermida editores).
ALICIA RODRÍGUEZ SÁNCHEZ es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante. Actualmente, ejerce como profesora de carrera en el Centro Integrado de Formación Profesional (CIPFP) Canastell de la localidad alicantina de San Vicente del Raspeig. En este centro, imparte la materia de Lengua castellana y literatura. Su primera incursión en el mundo de la literatura para adultos fue con la recopilación medieval de cuentos titulada Las mil y una noches a los que le siguieron otras obras clásicas españolas de autores como Mariano José de Larra, Gustavo Adolfo Bécquer o Lope de Vega, entre otros grandes de la literatura.
ÁGORA DIGITAL/ CONTENIDOS DE ÁGORA 10 / otoño 2021
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