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jueves, 25 de noviembre de 2021

LUIS ROSALES ("La fuente"), DIONISIO RIDRUEJO (("Gredos"), CARLOS SAHAGÚN ("LLuvia en la noche") y LUIS FELIPE VIVANCO ("El descampado"). POEMAS DE CUATRO POETAS DE LA GENERACIÓN DE LA POSGUERRA. NUESTROS MAESTROS. NUESTROS POEMAS PREFERIDOS. ANTOLOGÍA COMENTADA

  POEMAS DE LA GENERACIÓN DE LA POSGUERRA


LUIS ROSALES

 

 LA FUENTE

Ya conozco este son: cuenta la historia
de las cosas que tienen
el alma repartida, el alma rota,
silábica de amor entre la inerme
vida de la creación: es como un bosque
de luces encendidas y en la nieve
que tan sólo alumbraran al reunirse:
como un aroma junto donde duermen
flores del sol antiguo que al mirarse
reviven, con olor, y luego vuelven
a ser en la memoria igual que un eco
de nombres diferentes,
de nombres que agonizan y que aún arden
al pronunciarse juntos, y distienden
el alma hasta que vibra
con este son, con este son, ¡con este
son, en que el ser hombre
va juntando su luz como una fuente!


Luis Rosales: Rimas. Madrid. 1951.

 

 

DIONISIO RIDRUEJO

GREDOS

Verde, amarilla, gris, blanca en la altura,
la vasta sierra hacia la luz descansa
como una ola quieta
en su espuma más brava.
Me detengo en el valle. Con raíces
entre la hierba se me queda el alma:
Pasa a mis pies un agua, un sobresalto,
encadenando al tiempo mis entrañas.
Crecen las flores. Dormiré un momento.                                                                             Árboles son el cielo; ya me ampara
la tierra y va la muerte con la brisa
vigilando la altura de las plantas.
Despertaré. Despertaré. Por fuera
de los pinares sube la montaña
verde, amarilla, gris, blanca en la cumbre,
eternamente enaltecida y mansa.


Dionisio Ridruejo: En la soledad del tiempo, 1944 


CARLOS SAHAGÚN

LLUVIA EN LA NOCHE

A veces voy por un camino
y el aire huele a lluvia.
y pasa un niño abandonado y llora,
como si recordara los árboles en sombra,
los pasillos en sombra, los juguetes
que se perdieron en un pozo.
Pero yo voy por el camino blanco,
y el camino se alarga, como el miedo a estar vivo.
El cielo se ha puesto grande, igual que el techo de los palacios.
Nadie se vuelva atrás: estamos
ante la noche, al raso, puros,
lavados por el agua que vino de tan lejos.
Y la ciudad se ha hundido como un barco en desgracia.
Y ya no queda nada...
He vuelto a creer en Dios,
y en las puertas cerradas, y el humo, y el milagro.
Tengo fe en el camino que se pierde,
con sus piedras y sus matas secas,
y de nuevo sus piedras, y la lluvia,
y todo lo que es ruina y desamparo.
Tengo fe en el camino y en las catedrales de Dios,
y alzo los ojos para hablarle,
y la lluvia, entonces, me da en los ojos, y
Dios no está aquí, pero está aquí. Y avanzo.


Carlos Sahagún: Profecías del agua. Madrid, 1958 

 


LUIS FELIPE VIVANCO


EL DESCAMPADO

Tú estás en ese taxi parado, sí, eres Tú
-un bulto en el crepúsculo. Junto al bordillo blanco
donde se acaba el campo de enfrente o descampado.
(Lo sé, aunque no te he visto y aunque dentro del taxi
no hay nadie). Está lloviendo con fuerza. Está empezando
a oler en la ciudad a campo de muy lejos...
Y Tú estás en el taxi como en una capilla
que fuera entre las hazas ermita solitaria.
(Lo sé, porque esos trigos que se iluminan, lejos...,
y ese río parado, con sus aguas crecidas
de pronto...). Llueve fuerte y estás dentro del taxi
(tal vez junto a ese chófer fatigado al volante).
Sé que dentro del taxi no hay nadie, pero huele
a lluvia de muy lejos. Suena esa lluvia. Y pienso
sin ganas: ser poeta, suspender en el aire
laborioso de un día y otro día unas pocas
palabras necesarias, y quitarse de en medio.
Porque uno -su difícil vivir- ya no hace falta
si quedan las palabras. Ser poeta: orientarse,
como esa luz dudosa cruzando el descampado,
y en vez de una existencia brillante, tener alma.
Por eso, algo me quito de en medio: estoy viviendo
como un taxi parado junto al bordillo blanco
(y hay un cerco de alegres sonrisas y de manos
fieles a sus celestes contactos con la sombra).
Porque Tú, el más activo -y el más ocioso- estabas
aquí, junto al farol de luz verde en la noche.
Tú, sin libros, Tú, libre, con brazos, con miradas,
estabas sin testigos y medías —ocioso-
mis pasos por mi cuarto (donde caben mis años).
Y los trigos en éxtasis de Castilla la Vieja,
los ríos llameantes con sus aguas crecidas,
seguían a lo lejos relevándote (mientras
detrás de mis cristales aparece el retraso
de ese barro, esos charcos del ancho descampado,
¡yo también descampado, desterrado del campo!).


Luis Felipe Vivanco: El descampado.
Palma de Mallorca, 1957

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