SEGUNDA PARTE DE ANAXIMADRO EXPLICADO A LOS NIÑOS
MILETO CONTRA LOS PERSAS
Mileto, la floreciente ciudad-Estado y civilización en la que vivió Anaximandro y donde nacieron la ciencia y la filosofía occidentales, estaba protegida por una "inexpugnable" muralla: La muralla eterna solían denominarla los propios milesios y los viajeros.
El Estado de Mileto, por lo visto, estaba proyectado para durar indefinidamente, como las grandes civilizaciones orientales. Era, algo así, como la China de Occidente, aunque el suyo fue un imperio de comerciantes y gentes de mar, de mentalidades abiertas y curiosas, de aristocráticos burgueses ávidos de conocimientos y experiencia racionales, tanto como de ganancia y poder. Con su muralla eterna protegiéndoles las espaldas, esos aventureros intelectuales y manuales dominaron, en efecto, durante más de 150 años, antes de caer a mediados del siglo VI a.C. bajo el dominio persa-aqueménida.
Los milesios no tenían necesidad de aparentar bruta hegemonía; más bien se presentaban como intermediarios o siervos de los reyes de Oriente, que quizá fueran los abuelos de los del cuento de Navidad, o no. Pero, sea de un modo u otro, lo cierto es que dominaron marítima y comercialmente el Mediterraneo, desde Tarifa a Sicilia y Egipto, y al norte y al este, adentrándose en el Mar Negro. Al oeste, se han encontrado monedas del Estado de Mileto en la bahía de Gades (Cádiz), en el otro extremo del mundo mediterráneo. Aunque los milesios prefirieron el eje norte-sur, no tanto el este-oeste, que era ya ruta feudataria sobre todo de los fenicios. (1) Fundaron importantes colonias como la de Naucratis, en el norte de Egipto, lugar visitado por Platón y citado por el fundador de la Academia en su diálogo sobre la Atlántida; o como Apolonia, en tiempos de nuestro filósofo Anaximandro, una ciudad muy importante, en la actual Albania (Iliria), donde nació el filósofo Diógenes de Apolonia y cuyo nombre se inspira directamente en Apolo, el máximo dios de aquellos griegos que exaltaron a Homero. Gentes de Mileto fundaron, incluso, la mítica Trebisonda.
Los milesios, junto con otras ciudades-estados, aliadas y rivales, ya tenían conciencia de ser una civilización en el siglo VIII, cuando se fundan las Olimpiadas: El cómputo del tiempo histórico es marca de la conciencia cultural de una civilización. Anaximandro nacería en el tercer año de la 42ª Olimpiada (610 a.C), y viviría al menos 64 años, parece que vivía aún en el segundo año de la 58ª Olimpiada (547.548 a.C.).
Como casi todas las civilizaciones de progreso, los milesios no se imponían a través de un gran fuerza militar. Colonizaban por medio de avances en la cultura del comercio y en el contagio de las ideas. También los nuevos asentamientos, que con el tiempo llegaban a ser independientes, les servían de válvula de escape para las tensiones sociales y para el desahogo demográfico. La metrópolis, Mileto, seguía a distancia siendo el faro de todas aquellas nuevas ciudades, apoikías o colonias.
Como toda cultura de progreso y expansiva por medios no exclusivamente guerreros, basaba más este en la inexpugnabilidad de unas grandes murallas defensoras de su núcleo existencial.
Anaximandro, en la mejor tradición del filósofo legislador (no necesariamente gobernante), la de Nietzsche y la de Platón, se sabe que fue jefe de expedición (oikistes) o al menos, un consejero proyectista de nuevas ciudades creadas por el Consejo gobernante de Mileto. El oikistes era el encargado, in situ, de la dirección y ejecución de todo lo referente a la fundación de una nueva colonia; desde la elección del lugar, del sistema de defensas y abastecimiento hasta la organización del urbanismo, y sobre todo, de asegurarse la protección mítica de los dioses, bajo cuya tutela se encontraban las nuevas ciudades. De modo que la colonización siempre ha supuesto, además de la económica, la expansión cultural, lingüística y religiosa de las metrópolis.
Vivió Anaximandro el tiempo suficiente para ser maestro de Pitágoras, nacido en la vecina Samos. Formó parte, como saben, de la llamada Escuela de Mileto. Floreció esa escuela desde finales del siglo VII hasta la mitad del siglo VI a. C. Por tanto, ya en época en que la civilización milesia se acercaba a su fénix (no a su decadencia, pues esta civilización fue barrida por imposición brusca y rápida de los persas) se hallaba produciendo con vigor el nuevo pensamiento científico, naturalista, matematizante y precursor de la metafísica aristotélica al cuestionarse el origen o arjé del cosmos. Parece que Anaximandro, antes que el mismo Pitágoras, inventó, incluso, este término, cosmos, para referirse al mundo. Expresaba así la idea de un vínculo entre la realidad no humana y el hombre, que, como Heráclito (otro seguidor de Anaximandro) diría después, es capaz de captar algunas emisiones de orden del divino logos universal, innombrable y casi inexpresable. Esas emisiones son el ritmo, la medida racional, la música, la poesía, el arte, la belleza en armonía, todas esas emisiones que los griegos celebraban bajo la denominación del dios máximo, Apolo, el dios de la cultura, de la civilización. Esas emisiones son, de algún modo, las sendas de la colonización apolínea, la conquista de Apolo sobre la informe realidad, tosca, pero con un grano divino de capacidad de recepción presente en la razón humana.
A través de Apolo ordenador de cosmoi, de mundos, como, analógamente, a través del milesio o el corintio (y luego el ateniense) colonizador de poleis (ciudades) por medio de las artes de la paz, sin excluir en ocasiones las de la guerra, se fue estableciendo lo que Herodoto llama una historia, una observación de lo humano cada vez más abarcante, común a una múltitud en principio abigarrada de tribus y modos de culturas, así como una realidad, fisis y ser, cada vez más abarcador de los entes múltiples, inconexos, deslavazados, discontinuos. Buscadores de causas, de conexiones o nervios fueron los primeros científicos y filósofos, a imitación de Apolo, el protocolonizador. ¿Será este cosmos la estación de Apolo, como lo es en gran medida ya, desde entonces, la Tierra? ¿Será esta Tierra cilíndrica en realidad, fundada y autosostenida en el vacío, y el centro de su cosmos, como pensaba Anaximandro? ¿Habrá más inteligencias apolíneas por algún rincón del cosmos? ¿Y si los hay, como serán los otros cosmos colonizados por otros dioses? Quizá nos encontremos, como Mileto, a punto de la hora del fénix, la hora propicia para el conocimiento...
Preferimos pensar que la caída de la Muralla Eterna, aquella que de nada le sirvió a Mileto ante el impulso arrollador de los bárbaros persas, ha servido de lección y acicate para que la inteligencia y la sensibilidad humanas no se cansen de construir-reparar-descubrir mundo, en suma, de colonizar, de guiar y ordenar un ingente y penetrante caos.
En suma, hoy (y quizá no más que en otras épocas), necesitamos recordarnos la necesidad de acertar con propuestas razonables, inteligentes, sensibles, equilibradas a la vez que atrevidas y originales en la dirección en que se quiere colonizar la realidad y anteponer el valor de la inteligencia anticipadora, filósofica, legisladora, global, a un estado de cosas donde impera el qué más da, el floto y floto, el bazar persa y el pasa y compra.
FULGENCIO MARTÍNEZ
REVISTA ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO
(1) Cf. artículo "Borístenes y la colonización milesia arcaica del Ponto noroccidental a la luz de la arqueología reciente", de Victoria Kozlóvskaia (Universidad de Vladimir. Rusia). Publicado en Vol 16 (1998) de Gerión, Revista de Historia Antigua. Universidad Complutense de Madrid,
SEGUNDA PARTE DE ANAXIMADRO EXPLICADO A LOS NIÑOS
enlace para leer la primera parte:
https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2021/11/anaximandro-explicado-los-ninos-por.html
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