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miércoles, 10 de noviembre de 2021

La poesía de Max Blecher. La palabra que acalla el ruido de las pesadillas. Por Corina Oproae. REVISTA ÁGORA DIGITAL N. 10. ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO. dossier Poesía Completa de Max Blecher

 

                                                                              Corina Oproae.   Fuente: paper de vidre.

 

LA POESÍA DE MAX BLECHER. LA PALABRA QUE ACALLA EL RUIDO DE LAS PESADILLAS

 

                                                                                  

 

                                                       Por Corina Oproae

 

 

La poesía de Max Blecher, tal vez por el número reducido de los textos o por la contundencia de su obra en prosa, ella misma olvidada y silenciada durante largo tiempo por razones extraliterarias, no ha recibido siempre la atención merecida en su propio país de origen. De hecho, desde 1934, fecha de publicación de Cuerpo Transparente en Rumanía, transcurrieron ocho décadas hasta que sus poemas fueran reeditados en 2014 por la pequeña editorial rumana Aius, de Craiova (a excepción de la reedición parcial por Sașa Pană en 1971, junto a La guarida iluminada) y solamente en 2017 fueron publicadas por la Academia Rumana sus Obras Completas, que también incluían, claro está, los poemas. Por lo tanto, el sostenido interés de Joaquín Garrigós en sacar el polvo que se había ido posando sobre los huesos todavía tan visibles de este Cuerpo transparente de Blecher, es un hecho que me parece digno de subrayar y de alabar. 

Yo llegué a Blecher poeta a través de la edición que publicó la editorial barcelonesa Rosa Cúbica en 2008. Como si de haikus se tratara, recuerdo que leí cada poema dos veces, una en rumano y otra en español, con la emoción de saber que hallaba en la tarea de completar mi lectura de la inmensa propuesta literaria que el escritor rumano de origen judío nos había legado en sus pocos años de vida y de enfermedad. Recuerdo que en ese momento estaba interesada en rastrear las conexiones de esos poemas con las vanguardias, en concreto con el surrealismo. Pero más allá de ese aspecto, a fecha de hoy ya bastante analizado por la crítica, siento que los poemas germinaron en mí hasta que llegó el momento en que estaba en mejor predisposición para incorporarlos, no solo a mi experiencia lectora, sino a mi experiencia personal, las cuales siempre convergen y desembocan de forma misteriosa en los poemas que una escribe. Fue a finales de 2020, en plena pandemia, año en que muy acertadamente Hermida Editores publicó la totalidad de los poemas escritos por Max Blecher en su corta vida.

Y ahora que me he dispuesto a escribir algunas líneas para saludar el acierto de esta voz de Blecher en español, los versos que me interpelaron en esa primera lectura me vuelven a interpelar ahora, pero desde otro lugar y con otra intensidad. Lo que he entendido en este segundo acercamiento a Cuerpo transparente es que tengo ante mis ojos un cuerpo poético proteico, el germen de lo que tal vez habría llegado a ser su producción poética si el ser humano que palpita debajo de estos pocos versos maravillosos hubiese contado con una vida más dilatada en el tiempo. Ya desde el primer poema (“A modo de introducción”, un arte poética en sí) sentí con contundencia la poesía truncada por la muerte. Después de escribir estos poemas, Blecher solo escribió prosa, pero una prosa en la que hay, indudablemente, mucha poesía. Tal vez, ese silencio poético dos veces impuesto, una vez por él mismo y otra por la brevedad de su tiempo en este mundo, fuera señal de que el poeta, como Mallarmé, sabía que la grandeza de toda poesía está en el silencio, o como bien dice otra poeta rumana bien conocida en España, Ana Blandiana, que “el significado del poema consiste en restablecer el silencio”.

Dicho esto, intentaré ir al corazón de ese silencio del poeta, a los poemas y me centraré en un solo poema y en un solo elemento que considero representativo para el significado global de Cuerpo transparente. Me refiero al eros como elemento catalizador de los dos conceptos fundamentales para su poética, revelados ya desde el título: la corporeidad y la transparencia. Si en sus libros en prosa el eros se halla bajo el signo de la degradación, de la enfermedad o incluso de la confusión, el eros de los poemas es cálido, diáfano y lleno de misterio. Y es precisamente esta naturaleza primera del eros la que consigue imprimir claridad, poema a poema, verso a verso, a la densidad del cuerpo que pesa. El deseo es lo que lo dinamita todo: el sentimiento de amor del que se deriva una visión bellísima y diáfana de la mujer, pero también la necesidad de decir poéticamente el mundo. Y el mundo que el poeta dice es el suyo, pero también es el de todos. La corporeidad y la transparencia se buscan hasta que llegan a un estado de harmonía y de unión. Y lo que me parece muy interesante es que hay un proceso paralelo que es identificable en todo aquello que sucede entre la palabra y el concepto. Y, como apuntaba antes, la clave de toda esta interpretación la tenemos, diría, en “Poema”. Leamos lo que nos dicen los versos:

 

Tu envoltura

Como un pájaro en el nido del corazón

En ríos de sangre te bañas

Y vuelas por la punta de mis dedos

 

Cuando te vas

El cuerpo recobra su infinito peso

Y el paisaje abierto de par en par

Encarna tu ausencia

 

Como si hundieras las manos en un cesto

Me sacas del océano del sueño

Y la cabeza me zumba como una caracola

 

Tú piedra arrojada al lago

Tú círculo de agua que te abandona

 

Quizás esperándote resucite

El cadáver de una palabra

Que con su linterna ciega me pasee por la noche

 

Tu pelo será su oscuridad

Y yo me sumergiré en la noche.

La corporeidad se recupera cuando la mujer que ama desaparece. (“Cuando te vas/ El cuerpo recobra su infinito peso”). El paisaje es presagio de esa transparencia a la que el cuerpo que pesa aspira ante la ausencia del objeto del amor (hay en los poemas diversos símbolos de esta transparencia, como son el cielo, ese “principio de azul/En este paisaje terrestre”, la estela de un cometa, el vuelo de un ave, el movimiento de una mujer, de la mujer, los cristales, las ventanas, esas “vitrinas lunares con ángeles y sables”, “el corazón de un fruto se simplifica se aplasta se petaliza”, que “se vuelve flor”). El poeta sabe que ese estado del yo, esa transparencia puede ser alcanzada porque es intrínseca al amor y vuela en la punta de sus dedos, sacándolo de la densidad, del “océano del sueño” o “del sueño descolorido de la muerte”, como nos lo dice en otro poema titulado “El caballo”. Esa transparencia es la que reconcilia el adentro y el afuera, la que enciende “el cadáver de una palabra”, la que le da nuevos sentidos a la palabra que ha perdido su significado (aquí Blecher se inscribe en la línea abierta por el gran clásico de la imposibilidad del decir, del desgaste de la palabra, Hugo von Hofmannsthal en su Carta de Lord Chandos.) El poema mismo es para Blecher escenario de la transparencia, el lugar exacto en que el amor se dice, se materializa. La poesía se convierte de esta forma en el espacio propicio para esa unión entre corporeidad y transparencia que, una vez alcanzada, revelará el “cuerpo transparente”.

El eros, la sexualidad transferida en algunos poemas hacia la realidad circundante, es, en el fondo, una confirmación de ese cuerpo necesitado de transparencia. Como ya señala la crítica rumana, el cuerpo transparente significa el cuerpo interior transfigurado y el poeta llega a ese estado a través de la presencia femenina. La mujer, que actúa como principio catalizador del estado de transparencia y es belleza en estado puro, merecería un estudio per se en la poesía de Blecher. Es esa mujer “…dando vueltas / Como un huso / Y copiando su delta / En el delta de las aguas.” Y tal vez el cuerpo transparente de Blecher sea ese otro cuerpo que transciende lo físico, ese cuerpo iluminado por el amor que surge al borrar los límites de los cuerpos físicos en la unión de quienes aman y se aman.

         Es evidente que la dualidad corporeidad/transparencia está presente en diversos poemas y bajo diversas apariencias en el libro. La transparencia es, entre otras cosas, lo opuesto a aquella muerte en vida que paraliza los sentidos, que es la aburrida banalidad de lo cotidiano a la que alude el poema “Viejo vals”. “Me rodean cosas demasiado normales, me da miedo”, dice un verso del poema. Esta manera de irrumpir desde el yo más profundo, desde lo confesional y con matices surrealistas (o simbolistas en este último poema citado) es un recurso que consigue, por un lado, revelar ese deseo de transcender la realidad y la corporalidad y, por otro, es un elemento que facilita el acercamiento del lector al poema, desde la emoción. Recordemos que What Whitman decía que el poema es un templo donde entrar y sentir. Eso pueden ser los poemas de Max Blecher para el lector. Templos donde entrar para pensar y para sentir. Para acallar con el vuelo de la palabra el ruido de las pesadillas. Y así complacer al poeta que decía: “Me gusta creer que en el mundo del sueño existe, al menos, una plaqueta de versos firmada por mí, y que hay personas que la leen en sus pesadillas.”

           

 

Bellver de Cerdanya, octubre 2021

 

 

 

 

 


CORINA OPROAE (Transilvania, Rumanía). Es poeta y traductora. Reside en Cataluña desde 1998. Escribe en español y en catalán. Sus libros de poemas en español son Mil y una muertes (La Garúa Poesía, 2016), Intermitencias (Sabina Editorial, 2018) y Desde dónde amar (Pre-Textos, 2021). Temprana Eternidad (Caza de Libros, 2019) es una antología personal publicada en Colombia. En catalán ha publicado La mà que tremola (La mano que tiembla) (Cafè Central & Llibres del Segle, 2020). Ha traducido del rumano y del inglés al catalán y al español autores como Lucian Blaga, Gellu Naum, Marin Sorescu, Ana Blandiana, Ioan Es. Pop o Mary Oliver. 

 

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