INSTRUCCIONES PARA DESMONTAR A UN SURREALISTA EXPUESTO POR MAX BLECHER EN SU LIBRO ACONTECIMIENTOS EN LA IRREALIDAD INMEDIATA
Max Blecher
Acontecimientos en la irrealidad inmediata
Traducción de Joaquín Garrigós
Edita Amazon
Lo he llamado así porque estos acontecimientos que narra Blecher de algún modo constituyen la base de su posición estética, en todos ellos se pueden fácilmente descubrir elementos surrealistas. La percepción de la realidad, relación con el paisaje, con los objetos, la ruptura de las relaciones causales, la incoherencia, el extrañamiento ante lo cotidiano son el resultado de un nuevo espacio que se ofrecía virgen para el conocimiento. El mundo se había ampliado con ese nuevo territorio recién descubierto del inconsciente.
Tómese un muchacho enfermizo, solitario, hipersensible que ame las afueras, los jardines arruinados, los campos con rastrojos, que sienta una extraña atención por olores considerados miserables, dotado de una voluntad que le impulsa hacia adelante, cuya curiosidad no tiene límites y que para lograr lo que se ha propuesto no le importe mentir.
Este muchacho expuesto, amante de la intemperie, con un espíritu romántico, rebelde a todo lo establecido, que trata de buscar otro orden y que nos permite asistir a su crecimiento, sin duda será el protagonista necesario para mostrar esa heterodoxa metodología, que rompe con la razón y establece el sueño como horizonte.
El muchacho entra en el mundo con la inocencia de que todo lo que ve, todo lo que existe, forma parte de él, nada excluye. Como desconoce lo prohibido, habita el paraíso. Dice:
Sentía vagamente que nada de este mundo podía llegar al final, que nada podía llegar a completarse. La ferocidad de los objetos se agotaba en sí misma. De ese modo nació en mí la idea de imperfección de cualquier manifestación en este mundo, aun cuando fuera sobrenatural (16-17).
Cerca de su casa aparece una tienda de máquinas de coser donde viven Eugen, violinista, y Clara. Ambos hacen su vida tras el biombo que les separa de las máquinas. La lucha entre el violín clásico y la máquina como alegoría del nuevo ritmo vital, que permite interrumpir y retomar el trabajo donde se ha dejado, frente a la unidad esencial que conforma la melodía, componen el escenario de sus primeras experiencias sexuales. Desprovistas de todo componente sentimental, producto de una mera excitación carnal, ocurre que:
Yo estaba todo el tiempo con las mandíbulas apretadas; había un silencio terrible que, en mi interior, cobraba la fuerza y la forma de un aullido./ Clara fue quien lo interrumpió. Habló casi susurrando, sin levantar los ojos de la labor./ -Si hubieras venido antes, habríamos podido hacerlo. Eugen se fue nada más terminar de comer. (28)
Otras experiencias, vinculadas al sexo, se refieren a Walter y la pluma, más el librito negro y la foto pasada de moda.
Sin duda, el cine modificó la manera de ver, de repente lo puso en contacto con el mundo inmediato. Al cambiar los planos convirtió en visibles zonas que habían permanecido en la sombra de la costumbre. La oscuridad de la sala, la soledad y compañía a la que le conducían los protagonistas y su trama, contrastaban con el mundo quieto, alejado, en el que se vivía:
¡Ah! ¡La sala de cine B., larga y oscura como un submarino sumergido! Las puertas de entrada estaban cubiertas de espejos de cristal en los que se reflejaba una parte de la calle. De modo que era la entrada a un espectáculo gratuito, previo al de la sala, una pantalla sorprendente en la cual la calle aparecía con una luz verdosa de sueño, donde personas y carruajes se movían como sonámbulos en medio de sus aguas. (50)
La realidad diferida, la irrealidad que aparecía en la pantalla, un día se convierte en la misma actualidad. Algunas veces el suceso en sí mismo es surrealista. Blecher cuenta cómo el proyector muestra el incendio de la película que simultáneamente aparece sobre el telón:
En cierta ocasión se prendió fuego el cine. La película se rompió y se encendió inmediatamente de manera que, a los pocos segundos aparecieron en la pantalla las llamas del incendio como una especie de honrado aviso de que el cine estaba ardiendo y, al mismo tiempo, como continuación lógica del papel del aparato –presentar las <actualidades>-, misión que había llevado a cabo con un exceso de perfección, pues había divulgado la última y más palpitante actualidad, a saber, la de su propio incendio. (52)
Una nueva experiencia es el mundo de los locos, su irracionalidad presenta otra realidad más verdadera, despojada de convencionalismos, más próxima al ser completo. Leamos este relato:
Les enseñaba su sexo a los transeúntes con un gesto que si lo hubiese usado con otros fines, lo habrían llamado <<pleno de elegancia y estilo>>. ¡Qué espléndido, qué cosa tan sublime estar loco!, me decía yo, y constataba con inconcebible pesar la de costumbres estúpidas que había arraigadas en mí, la demoledora educación racional que me separaba de la libertad extrema que hay en la vida de un loco. / Creo que quien no ha experimentado este sentimiento está condenado a no conocer jamás el mundo en su auténtica plenitud. (54)
La verdadera realidad no reside en el mundo ordenado de la ciudad sino en esos alrededores festivos que rompen con lo cotidiano y persiguen lo nunca visto. Recuerda a Ramón Gómez de la Serna y su pasión por el circo, el Rastro y la sorprendente sintaxis de las greguerías. De ahí su sorpresa ante el descubrimiento de los panópticos:
En el panóptico, y sólo allí, no existía ninguna contradicción entre lo que yo hacía y lo que acontecía. Los personajes de cera eran lo único auténtico en el mundo; ellos solos falsificaban la vida de manera ostentosa al formar parte, con su extraña y artificial inmovilidad del mundo real. El uniforme acribillado a balazos y manchado de sangre del archiduque de Austria, de semblante amarillo y triste, era infinitamente más trágico que una muerte auténtica.(55)
Como en el esperpento de Valle-Inclán, la deformación sistemática resulta más verdad que la monótona, aburrida, convivencia ordinaria. La máscara está más cerca de la realidad, es más auténtica, más próxima a la vida real:
Cuanto más la contemplaba, más claro me parecía su sentido, persistiendo dentro de mí, como una palabra que quisiera recordar, pero lo único que podía captar era un ritmo lento. (56)
En esa feria de agosto donde abundaban los fotógrafos, encuentra su propia fotografía lo que altera la percepción de su identidad:
Por un instante, tuve la sensación de existir solo en fotografía. Esa inversión de posición mental me sucedía algunas veces en las más diversas circunstancias. Me venía de manera furtiva y cambiaba repentinamente la visión interna que yo tenía de mi cuerpo. (64)
La ruptura con lo que hoy llamaríamos <<políticamente correcto>>, es ya en sí, un avance de la arbitrariedad, con que el surrealismo hace uso de lo convencional:
En este tipo de conversaciones yo encontraba, antes que nada, el placer más bien nauseabundo de sumergirme en la mediocridad del diálogo y, a la vez, me producía una vaga sensación de libertad. Conque podía calumniar a mis anchas al médico, que vivía por allí cerca y sabía perfectamente que se acostaba todas las noches a las nueve. (71-72)
El descubrimiento de objetos abandonados en los desvanes, cuya enumeración resultaría caótica, la duración del tiempo en estos espacios es distinta, encuentra la desolación, lo acabado que parece un sueño:
En estas obras difuntas renacían de pronto existencias enteras, perdidas en la bruma del tiempo, como las imágenes de dos espejos paralelos, sumergidos en simas verduzcas de sueños. (77)
Los actos absurdos, sin causa alguna que los justifique, constituyen un componente más del surrealismo:
Lo que yo quería era quedarme así el máximo tiempo posible, inmóvil, petrificado en medio del parterre. Llevaba mucho tiempo royéndome la idea de cometer un acto absurdo en un lugar totalmente desconocido… (98)
La búsqueda de escenarios inusitados, el deseo de ser otro, de ver como si se tratase de alguien distinto, alejarse de sí tanto en el espacio como en el ser que le ha correspondido:
Algunas veces me habría gustado ser un perro para mirar aquel mundo húmedo desde la perspectiva oblicua de los animales, de abajo arriba, levantando la cabeza. (114)
La ruptura con la normalidad, le lleva a cierta inversión de valores, mundo al revés, blasfemo, que propone una reinterpretación del origen:
Me entró la convicción entonces de que los árboles no eran otra cosa que barro solidificado salido de la corteza terrestre. Su color era elocuente. ¿Y solo los árboles? ¿Y los hombres? Sobre todo, los hombres. Todos los hombres. Desde luego, no se trataba de ninguna leyenda estúpida como <de la tierra saliste y a la tierra regresarás>… (115-116)
Después de meter las manos en el estiércol, gozoso por esa acción que las ha liberado, se le revelan como pájaros que han estado enjaulados, la descripción tiene un carácter mítico, pictórico, cinematográfico, esencialmente supone una liberación creativa. La mano como síntesis del artista:
¿Qué habían hecho mis manos hasta entonces? ¿Dónde habían estado ociosas? Yo las paseaba acá y acullá tan contento. ¿Qué habían sido hasta entonces sino unas pobres aves presas, atadas a los hombros con una horrible cadena de piel y músculos? Pobres aves destinadas a volar… (117)
A veces, este tipo de visiones en el sueño se presentan como auténticos cuadros, que podría pertenecer a Dalí, Chirico o Picasso:
Iba junto a una mujer de negro, con velos de luto riguroso. Pero, cosa extraña, la mujer no tenía cabeza. Los velos estaban muy bien puestos donde tenía que haber estado la cabeza, pero en su lugar solo había un hueco abierto, una esfera redonda hasta el cogote. (120)
Alguna de estas imágenes, entre sueño y parecido, resultan muy originales. Así estando enfermo:
…sentía a mi padre abrirme la camisa y deslizarme el termómetro en el sobaco, como un lagarto delgado de vidrio. (129)
Para exponer el estado de tristeza que alcanza tras la agonía de la joven Edda, rompe con la realidad, lo que se traduce en una pérdida del sentido de la ubicación:
Me vi entrando muy seguro y, con total naturalidad, sentándome a los pies de Edda, en la cama donde estaba tendida. Pero mi auténtica persona se quedó a la zaga de esos proyectos como un maniquí inútil e inservible. (139)
La enfermedad y muerte de la joven le llevan a considerar que estamos condenados a vivir entre exactitudes, que podríamos definir como limitaciones, aunque soñamos con toda libertad:
Algo sí era cierto: el mundo tenía un aspecto vulgar, común, en medio del cual había caído yo por error. Nunca podría convertirme en árbol, ni podría matar a nadie ni la sangre saltaría a chorros. Todas las cosas y todas las personas estaban presas de la triste y pobre obligación de ser exactas, solo exactas y nada más que exactas. (144-145)
Para finalizar esta exposición, parece que, Blecher, se dijese, si toda escritura es una pregunta, si toda pregunta puede ser modificada, por qué llega un momento en el que solo hay una respuesta, por qué no podemos regresar a aquel juego de la infancia en el que:
…para entretenernos, echábamos unas gotas de tinta en una hoja de papel, la doblábamos y la apretábamos muy fuerte para que la tinta se extendiese cuanto más mejor y, luego, al abrir la hoja, descubríamos un dibujo rarísimo lleno de contorsiones fantásticas e insólitas… (154)
Estos “Acontecimientos en la irrealidad inmediata”, ¿son acontecimientos? O ¿han sido irrealidad? ¿Acaso los acontecimientos no son también irrealidad? Como respuesta:
Entonces forcejeo en la realidad, chillo, suplico que me despierten, que me despierten en otra vida, en mi verdadera vida. Es cierto que estamos a plena luz del día, que sé dónde me hallo y que estoy vivo, pero en todo eso falta algo, como en mi horrenda pesadilla. (157)
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO es catedrático de Literatura, poeta, narrador y ensayista. Forma parte de la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático.
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