NOVELAS EJEMPLARES: 400 AÑOS
Por Francisco Javier Díez de Revenga
En
1613, ahora hace ahora cuatrocientos años, Miguel de Cervantes
prepara su edición de las Novelas
ejemplares, que salen
de la imprenta a finales del verano. Ahora hace cuatrocientos años
que Cervantes escribía estas inolvidables palabras en el prólogo de
la edición de las doce novelitas: «Este que veis aquí, de rostro
aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de
alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas
de plata, que no ha veinte años que fueron de oro […], algo
cargado de espaldas y no muy ligero de pies; éste digo que es el
rostro del autor de La
Galatea y de Don
Quijote de la Mancha,
y del que hizo el Viaje
del Parnaso y otras
obras que andan por ahí descarriadas y quizá sin el nombre de su
dueño, llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue
soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a
tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de
Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo; herida que, aunque parece
fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más
memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan
ver los venideros… »
Entre
esas doce obras maestras, que siguen asombrando a críticos y
lectores, figura La Gitanilla, la única novela de Cervantes
que tiene al reino de Murcia como uno de sus escenarios. En el
Quijote nos hallamos unos mercaderes toledanos que se dirigen
a Murcia a comprar seda, pero no pasa de ahí la referencia a la
ciudad. Sin embargo, aunque en una medida muy relativa, La
Gitanilla se relaciona con nuestra Región por producirse el
desenlace de la novela en la casa del Corregidor de Murcia, Don
Fernando de Acevedo, caballero del hábito de Calatrava, que residía
en la ciudad el año de 1610, momento exacto en que la novela y su
desenlace, tienen lugar. Pero no se dice que la gitanilla, Preciosa,
es decir Constanza de Acevedo y Meneses, la hija del corregidor,
fuese murciana. Sabemos que la niña fue secuestrada en Madrid, con
muy pocas semanas de su edad, en el año de 1595. Quizá sus padres
estaban en la Corte de paso y habían traído consigo a la niña,
nacida algunas semanas antes en Murcia, o posiblemente Preciosa había
nacido en Madrid. Da lo mismo.
Lo
importante es que Cervantes creó, con la historia de la hermosa
gitanilla Preciosa, una de las más bellas novelas de toda la
literatura española, utilizando el término novela como se empleaba
en tiempos de Cervantes, lo que hoy denominaríamos “novela corta”
o “cuento largo”. Y es que, en ese mismo prólogo, añadirá
orgulloso: «yo soy el primero que he novelado en lengua castellana;
que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son
traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no
imitadas ni hurtadas: mi ingenio las engendró y las parió mi
pluma…»
Así,
desde el punto de vista de los géneros literarios, La Gitanilla
es una especie narrativa muy interesante, ya que, en el marco
conjunto de las Novelas ejemplares es, como el resto, una
novela corta, en realidad una “novella” en el sentido italiano
del término, que Cervantes importó de la literatura italiana como
él mismo se enorgulleció de manifestar con toda razón en el citado
prólogo. En realidad estamos antes una de esas criaturas novelescas
que se enriquecen por la presencia de elementos de diferentes
especies narrativas. Así, en La Gitanilla podemos hallar
elementos de la novela de aventuras o bizantina (sobre todo por el
descubrimiento final de la auténtica identidad de los personajes y
el encuentro y reconocimiento entre ellos o anagnórisis),
sentimental (por el desarrollo del amor, y las vicisitudes e
impedimentos que surgen para su buen fin), picaresca (al reflejarnos
la parte más delictiva de los gitanos) y novela de viaje o de
caminos (ya que son diferentes los escenarios en que se desarrolla la
trama).
Y,
desde luego, la novela estrena también componentes muy innovadores
que la enlazan y relacionan con el más puro arte barroco, revelado
en los disfraces y engaños que surgen por todas partes, y que muy
bien estudió Mariano Baquero Goyanes: “Un mundo novelesco en que
son moneda de uso diario los cambios onomásticos, los trueques de
personalidad, los disfraces, etc. Se diría que la esencia de lo
novelesco reside en poco menos que ese incesante trajín por
virtud del cual se cambia de nombre, de personalidad, de
—aparentemente— sexo, oficio, clase social, condición. Un mundo
de enmascaramientos, de suplantaciones, de desdoblamientos: un
mundo novelesco.»
* Artículo publicado en La Opinión de Murcia. Viernes, 22 de febrero 2013.
* Artículo publicado en La Opinión de Murcia. Viernes, 22 de febrero 2013.
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