DIARIO
POLÍTICO Y LITERARIO DE FULGENCIO MARTÍNEZ, DONDE SE HABLA DE LO
DIVINO Y DE LO HUMANO / 19
EL
HUMORISMO DE DIOS
Existe
una pintura denominada Las caras de Dios (Faces
of God).
Esta pintura de McDermontt
es una de las obras de arte conceptual más célebres del siglo XX, y
representa series de números que, al parecer, forman un código
secreto divino. Los pitagóricos pensaron que todas las cosas son
número; no sabemos si creerían que la Divinidad era también un
número perfecto, la clave numérica última y primera, o el señor
de los números.
Hoy
en día en que la cibernética nos ha familiarizado con el mundo de
los códigos numéricos, podríamos creer que si encontráramos el
código de Dios acaso podríamos, marcándolo, tener acceso a su
Presencia, o al menos a su buzón de voz, a su perfil y a sus datos
secretos. Dios, en su actual e infinito buen humor, ríe y comprende
con tolerancia que cada época pretenda conocerle de la manera más
propia a su mentalidad (la nuestra, de ese modo
cibernético-numérico). Dios, en su infinito buen humor y
tolerancia, comprende también que los hombres primitivos se lo
representaran bajo formas animales o, más adelante, bajo forma
humana. Y comprende también, con humor, la primera crítica
religiosa, la de Jenófanes de Colofón, al antropomorfismo: si las
ranas tuvieran dioses se los imaginarían bajo figura de rana, y los
etíopes, que son de piel negra y nariz chata, se representan a sus
dioses con ese color de piel y esa nariz chata.
Dios
ríe y en su inmensa tolerancia ve las razones de unos y otros,
comprende la ingenuidad de unos, la crítica de otros, y hasta la
burla y la ironía sobre él las entiende y disfruta de ellas con
regocijo divino. Sobre todo, se divierte Dios con las
representaciones que le damos, y las caricaturas de esas
representaciones
le producen un eterno y momentáneo pasatiempo. No ve Dios como
bueno que se le prive de ese pasatiempo por culpa del celo
intransigente y violento de unos, o por los miedos a la libertad de
expresión de otros; como es el caso, nada menos, que del actual
secretario de las Naciones Unidas.
Antes de pronunciarse contra los límites de la libertad de expresión
en materia religiosa, debía este señor haber reflexionado sobre
este punto de un Dios humorista, y por tanto, haber reflexionado si,
en nombre de Dios o de sus Imágenes y Enviados, no se le estaba
privando a su misma Divinidad de un pacífico y ordenado placer al
limitar o prevenir contra las ironías, burlas, caricaturas,
paradojas y otros juegos lógicos y humanos de que tanto Dios suele
disfrutar en su tiempo infinito.
Fulgencio
Martínez
Profesor de Filosofía y
escritor