UN
DÍA ES UN DÍA/ DIARIO
POLÍTICO Y LITERARIO DE FULGENCIO MARTÍNEZ, DONDE SE HABLA DE LO
DIVINO Y LO HUMANO / 23
EL
AYUNTAMIENTO DE MADRID Y LA MACROFIESTA
DE
HALLOWEEN
En
sus Cartas marruecas José
Cadalso imagina a un
joven moro de viaje de estudios en Madrid, el cual escribe atinadas
reflexiones en forma de cartas, dirigidas a su viejo maestro de
"madrasa" (escuela, en Marruecos). Entreverados con dichas
reflexiones, el mozo Gazel da cuenta de los progresos en su
educación, así como de las reacciones que le causan las costumbres
y la actualidad del país donde vive, entonces -y todavía- España.
Las Cartas marruecas
fueron escritas en el siglo XVIII (entre 1774 y 1775) y son un
clásico de la literatura española. Su lectura puede sernos amena...
o no; no tomo la pluma aquí como un profesor de Literatura, para
recomendarles leer la obra; lo que aseguro es que no nos deja
indiferentes en su contenido, tanto por su visión crítica de las
cosas de España y del querer (que anticipa al periodista Larra y a
la Generación del 98) como por la semejanza de algunos de los
defectos que critica, con los que seguimos teniendo en la actualidad.
Y, si no, comprueben, lean este fragmento de una carta. (Nos hemos
permitido solo algunos cambios en la transcripción).
"
Gazel a Ben-Beley:
Venerable maestro, no habrá usted olvidado que, en mi primera carta,
le decía: "me hallo vestido como estos cristianos, introducido
en muchas de sus casas, poseyendo su idioma, y en amistad muy
estrecha con un cristiano", Nuño -usted recordará su nombre y
sus buenas intenciones de instruirme en las cosas de este país
vecino y no obstante tan distinto al nuestro. Pues, le digo que, a
día de hoy, sigo sin entender a los españoles, y no atisbo
esperanzas de poder hacerlo por más tiempo que dure mi estancia
aquí, y por más solícita que sea la información que reciba de mi
amigo Nuño.
Hace
poco, la primera noche de noviembre, ocurrió en Madrid un
desgraciado suceso en la celebración de la fiesta que llaman de
Halloween. Por este
nombre no crea usted, maestro, que me he trasladado a tierra de
apaches. El suceso no es para hacer bromas; han muerto, al menos,
cuatro chicas jóvenes, casi adolescentes; y fue milagro que no
murieran muchas otras chicas y chicos del montón. Hemos sabido una
larga lista de irregularidades, cuando no evidentes infracciones, que
propiciaron ese suceso, que ha ocupado un espacio sensacional en las
noticias de los que aquí llaman telediarios
(por cierto, al de la Televisión pública los españoles -que son
muy ocurrentes y rápidos en pensar y decir, pese a su pereza en
actuar- ya le dicen el "botín del Gobierno", abreviando,
despectivamente, la comparación con el Boletín oficial
del Estado, antes Gaceta
de Madrid).
Todas
las noticias que llegan de lo que ocurrió en la macrofiesta -otra
palabra, típica, que le apunto-, donde tuvo lugar el siniestro de
las jóvenes, señalan al incumplimiento de las normas de seguridad y
de aforo por parte de la empresa que alquiló, al Ayuntamiento
madrileño, el "foro" Madrid Arena, y que "montó"
el "evento" con la intención de "forrarse".
Alá nos guíe a sus creyentes e ilumine en algo a los españoles.
Hasta un ciego, en nuestro país, se preguntaría por qué un
Ayuntamiento, una institución pública, alquila locales a supuestas
"empresas de ocio" para que, en una sola noche, ganen
millones de euros, sin tener que sostener un espacio propio, como una
discoteca, y pagar impuestos al mismo Ayuntamiento, tener
profesionales, de hostelería y de seguridad, crear empleo
mínimamente estable, etc, etc. ¿Dónde está el negocio aquí?
¿Para los ciudadanos? ¿Y quién en los Ayuntamientos hace -con qué
fin- este tipo de contratos? En concreto, ¿qué político o
funcionario del Ayuntamiento dio a la empresa de marras el permiso?
¿Dónde está ése, que lo queremos ver? ¿Dónde está que no
dimite? ¿Se esconde bajo las faldas de la Alcadesa en funciones?
Todo eso sigue sin responderse, y lo peor es que sigue sin
preguntarse (¿debido a la desidia del español?) ahora que nos
aflige el dolor por las víctimas, y después, cuando pase todo, y,
ojalá me equivoque, ocurra algo parecido de nuevo. Los españoles,
aficionados a los toros -fiesta que, como mi amigo Nuño, no apruebo-
llaman dontancredismo a esa actitud de estar quieto y mirar para otro
lado, como si la cosa no fuera con uno, frente al toro. Sospechoso es
el dontancredismo del Ayuntamiento ante un problema que tiene casi
las dimensiones de un toro; me refiero a la cuestionable idoneidad y
dudosa transparencia de alquilar espacios públicos para negocios
privados, de dinero fácil y rápido-rápido".
Fulgencio
Martínez
Profesor de Filosofía y escritor.