El autor murciano publica ´Prueba de sabor´, un poemario para ayudar, a través de la palabra, «a tomar conciencia del mundo en el que vivimos»
ANA GUARDIOLA
«¿Puede lo que uno escribe/ servir de ayuda/ en un tiempo de emergencia
social?». Esta es una de las primeras reflexiones que se encuentran en
Prueba de Sabor (Renacimiento), poemario con el que Fulgencio Martínez
(Murcia, 1960) quiere hacerle frente «a esta época de miedo en la que
nos tienen dominados con la incertidumbre». Y hacerlo a través de la
palabra y «con un compromiso humano y literario» que él define como
poesía cívica.
"Sin preguntarnos si lo que hacemos sirve de algo no sería lícito tomar
la palabra, hoy es importante plantearse la repercusión de lo que uno
hace y colaborar, ayudar a tomar conciencia del mundo en el que
vivimos», explica Martínez, colaborador de LA OPINIÓN que lamenta que
los individuos estén rodeados por «el consumismo, la autocomplacencia y
el conformismo llevados por una falsa plenitud».
Por esta razón,
su obra habla de la actualidad. Dedica numerosos poemas a los
trabajadores –«no hace falta escribir del siglo XIX, hoy también hay
esclavitud», afirma– y reivindica que el arte vuelva al lugar que le
corresponde, ya que, a su juicio, se ha creado una concepción estética
alejada de la realidad, «que nos ha llevado a que las diferentes
disciplinas artísticas estén en un escaparate sin más».
Por el
contrario, Martínez apuesta –como Machado y Miguel Hernández, dos de sus
referentes– por la función de la poesía relacionada con su época
–«quise poner mi voz en la realidad», dice uno de los versos del poema
Cuenta final, en el que explica la razón de ser de Prueba de sabor–.
Quizá
por ello hay cierto tono dramático, como reconoce el autor murciano,
«pero no hay pesimismo», matiza. «Cuesta trabajo, hay que hablar del
problema obrero, pero se puede hacer con ironía; se puede exponer un
mensaje sin hacer un melodrama, es una poesía que lucha, y por eso no es
pesimista», explica Martínez. «Pienso además –añade– que la esperanza
es un deber del poeta; no estoy aquí para decir lo triste que estoy,
sino para transmitir esperanza, aunque en ocasiones ni yo la tenga; ese
deber nos libera a los poetas y es lo contrario que el mensaje pesimista
con el que, como se ve hoy en día, nos quieren controlar».
Esa
lucha y esa crónica de la actualidad no le impide a Fulgencio Martínez
acercarse a las cosas cotidianas y sencillas. La naturaleza, el amor, el
sexo, todo lo que suponga el disfrute de los sentidos, se cuelan en los
versos de este pequeño libro «para recuperar un tiempo en el que nos
han querido alienar, que nos obliga a volcarnos sólo en el trabajo; pero
hay que recuperar ese tiempo y ese espacio que se encuentra en los
detalles pequeños», dice el autor también de León busca gacela (2009) y
de El cuerpo del día (2010).
Y así avanzan los poemas de Prueba de
sabor –dividido en dos partes, Los paseantes y Epílogo jocoso–, y que
ve la luz después de pasar «muchísimo miedo» antes de verlo publicado,
como reconoce Martínez. «Se pasa miedo retrospectivamente, hasta el
momento de ser publicados he revisado cada verso, pero luego ves que se
mantienen y es una satisfacción; porque, al fin y al cabo, el lector es
el que hace que un libro tenga sentido».
Un lector al que, como
hace con sus alumnos de Secundaria, intenta acercarles el poder de la
palabra y de la cultura, que desprecian a su juicio «hasta los que
ocupan cargos en cultura», por lo que se encuentra cada vez más
marginada. Y un lector al que le propone, «con un lenguaje sencillo
difícil de trabajar», asomarse al mundo actual para cambiarlo. Y así lo
resume en otro de sus versos: «No tengamos miedo a ser mejores».