IZQUIERDAS SIN
IZQUIERDA
Estoy de acuerdo con
Izquierda Plural cuando pide al Parlamento europeo que se informe sobre Ramón Luis Valcárcel, sobre el que pesa
una imputación por corrupción. Comparto la preocupación de ese grupo por “la
transparencia e integridad de las instituciones”. No estoy de acuerdo en que la
Izquierda Plural haya mirado para otro lado cuando se trata de preguntar por la
integridad del respeto a los Derechos Humanos y la democracia en Cuba o
Venezuela, o, más cerca, en algunos municipios vascos donde aun impera la “ley
del silencio” sobre el terrorismo. Entonces, ¿en qué quedamos? Pues mire usted, lejos de creer que todo el
mundo ha de pensar igual, yo digo lo que pienso, o como León Felipe: “digo lo que he visto”. Cuando uno dice media verdad y
calla sobre la otra media, pierde coherencia, capital ético y su discurso es el
del vendedor de propaganda. La historia,
no solo la lógica, es buena maestra, y no hay nada mejor que los problemas para
madurar y aprender. La izquierda en el siglo XX evolucionó repensando su
identidad a partir de los problemas que le acarreaban ideologías seudoizquierdistas
como el estalinismo. Un ejemplo que siempre me gusta recordar es el de Miguel Hernández, nuestro poeta. En
1938, tras volver de un viaje a la Unión Soviética, confesó a María Zambrano su decepción del sistema
estalinista y de lo que él llamó, ya entonces, cosificación del ser humano por
el maquinismo.
“El ser humano es instrumentalista, no instrumento”; en las fábricas y ciudades colectivistas del régimen de Stalin el hombre le pareció a Miguel Hernández deshumanizado. Miguel se volvió hacia el humanismo del primer Marx mucho antes de que los tanques en Checoslovaquia despertaran de su sueño dogmático a algunos intelectuales de izquierdas. La exaltación al líder, cosa típica en cualquier falso régimen de izquierdas, sea Cuba, Venezuela, la Rusia de Stalin, China o Corea del Norte, hubiera bastado para alertar a cualquier sensibilidad de izquierdas de hoy, sí, pero durante el siglo pasado hubo necesidad de que la Historia pronunciase su lección. La izquierda que se toma en serio aprendió. El amor a la verdad debe ser el primer signo de la izquierda.
Se decía en el franquismo la expresión: cristianos sin iglesia, análogamente hoy nos encontramos muchos en las izquierdas sin izquierda, ya que el clisé de izquierda ha sido de nuevo robado por mamelucos de dictadores personalistas y por una corte de merlines, desmemoriados e interesados propagandistas. Y aun peor, una parte de la izquierda que evolucionó y superó sus problemas históricos se ha suicidado, renunciado a su condición de comunistas o de partidos de izquierdas y ha dado su abrazo al oso. Aplaudo en fin, para que no todo sea criticar, la iniciativa de Izquierda Unida en Molina: de no renunciar a su nombre y su apellido. Los votaré o no, pero de antemano, olé por ellos.
“El ser humano es instrumentalista, no instrumento”; en las fábricas y ciudades colectivistas del régimen de Stalin el hombre le pareció a Miguel Hernández deshumanizado. Miguel se volvió hacia el humanismo del primer Marx mucho antes de que los tanques en Checoslovaquia despertaran de su sueño dogmático a algunos intelectuales de izquierdas. La exaltación al líder, cosa típica en cualquier falso régimen de izquierdas, sea Cuba, Venezuela, la Rusia de Stalin, China o Corea del Norte, hubiera bastado para alertar a cualquier sensibilidad de izquierdas de hoy, sí, pero durante el siglo pasado hubo necesidad de que la Historia pronunciase su lección. La izquierda que se toma en serio aprendió. El amor a la verdad debe ser el primer signo de la izquierda.
Se decía en el franquismo la expresión: cristianos sin iglesia, análogamente hoy nos encontramos muchos en las izquierdas sin izquierda, ya que el clisé de izquierda ha sido de nuevo robado por mamelucos de dictadores personalistas y por una corte de merlines, desmemoriados e interesados propagandistas. Y aun peor, una parte de la izquierda que evolucionó y superó sus problemas históricos se ha suicidado, renunciado a su condición de comunistas o de partidos de izquierdas y ha dado su abrazo al oso. Aplaudo en fin, para que no todo sea criticar, la iniciativa de Izquierda Unida en Molina: de no renunciar a su nombre y su apellido. Los votaré o no, pero de antemano, olé por ellos.
Fulgencio Martínez
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