UNA VIDA EN ZAPOPAN
Ángel Cervantes Fuentes, Los velos del tiempo,
D.R., 2013 Ángel Cervantes Fuentes, México, 2013, 71 págs.
Estructurada sobre tres ejes temporales, 1988, 1964 y 2008, esta novela corta del mexicano Ángel Cervantes Fuentes, de inspiración autobiográfica, según afirma él mismo, nos sumerge en un ambiente prototípicamente mexicano de la zona de la que es oriundo, Zapopan (Jalisco). Como hiciera Rulfo con su Pedro Páramo, Cervantes hace arrancar la novela en el momento decisivo en que su protagonista, Ángel –alter ego del autor-, decide hacer un inciso en su vida e ir en busca de sus raíces para lograr comprender mejor a su padre, con quien sostiene una tensa relación, „tomar unas vacaciones acá, en su tierra, para tratar de entender un poco su vida. ¿Y por qué no?, también la mía“.
Así, tras una breve introducción, la narración arranca en retrospectiva con un ejercicio de recuperación de la memoria, que lo será no sólo para el protagonista sino también para otros personajes a los cuales sirve el recuerdo de aquél para la construcción de la propia biografía, hasta este momento silenciada. Narrado en primera persona, pero plagada de diálogos, a lo largo de este viaje, físico e introspectivo a la vez, conoceremos historias y personajes paradigmáticos que el autor sabe recrear y cincelar con la ayuda de herramientas bien afinadas, que le son propias, y en las que Cervantes, haciendo honor a su apellido, se perfila como virtuoso: la gastronomía y la pluma. Así nos tienta con un almuerzo de „frijoles de la olla con ejotes y [...] café con piloncillo y queso de chiva con chile de molcajete“ o nos deleita con variedades lingüísticas autóctonas con las que caracteriza a cada uno de sus personajes y hace las delicias del lector, como cuando pone en boca de Don Máximo: „Ya no te preocupes, Pascual, si no juera por la María estate seguro que me quedaba, pero está por días, y pos la verdad se me calientan las habas por estar allá“, o como cuando Ramona dice: „Hace ya munchos años [...] pa’ la fiesta de La Candelaria, andaban unos juereños echando trago y bala; [...]. Pos resulta que una bala perdida de los revoltosos le dio en el mero corazón a doña Glafira, la esposa de don Máximo, [...] y él, bien encorajinado, les fue a reclamar. No les pareció lo que les decía y se agarraron a balazos, don Máximo mató a dos de los mitoteros [...]“. La novela no sólo tiene el gran mérito de recuperar idiolectos de la región sino que es de extraordinaria riqueza léxica de principio a fin. Las historias que cuenta su protagonista o que él oye de boca de otros retratan un México en el que, siguiendo la tradición mexicana, la vida y la muerte, la vigilia y el sueño, conviven y se entremezclan, a menudo sin transición, no sólo como recurso literario; las balaceras, los tiroteos por venganza, los ajusticiados a manos de la arbitrariedad personal, que creíamos puras historias de películas, están a la orden del día en los años sesenta del siglo pasado.
En un registro literario muy distinto, Cervantes nos acerca a un México similar al que Jorge Ibargüengoitia nos presenta en Las muertas. Los velos del tiempo impulsa indirectamente, a su vez, una reflexión sobre la memoria, el recuerdo, la (re)construcción de la historia, la personal o la social; acompañando al protagonista recorremos los mecanismos de la evocación: el avistamiento de un paisaje, el reconocimiento de un olor, la audición de una palabra, de un relato..., estos son los aparejos que sirven a la recuperación de la memoria, los utensilios de los que nos servimos para encajar las piezas, que, una vez recompuestas, nos iluminan en nuestra interpretación de los hechos, nos ayudan a digerir y a comprender, devuelven la paz a nuestro espíritu porque hemos saldado una cuenta pendiente. Así regresa Ángel de su peregrinación al pasado, así vuelve a su punto de partida y a su tiempo, 2008, reconciliado y tranquilo. Una novela aconsejable, que no puede defraudar.
Anna Rossell
REVISTA ÁGORA DIGITAL/ ENERO 2014/ BIBLIOTHECA GRAMMATICA
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