Diario político y literario de Fulgencio Matinez / 28
El asunto de la destitución de Patricio Hernández como jefe del servicio de Juventud del Ayuntamiento de Cartagena por su condición de presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia, es un síntoma más de la caótica muerte de la cultura en nuestra Comunidad. El trabajo excelente de Patricio, realizado durante tantos años en la promoción de la cultura y la participación juvenil en Cartagena con eventos que han dinamizado y exportado la marca cultural de Murcia a nivel nacional e internacional, no ha merecido de la actual Alcaldía sino un despido brusco.
Patricio Hernández |
Todo apunta
a que, so capa de recortar dineros, se echa a la calle a un personaje
molesto, que, en su condición de ciudadano, ha venido impulsando en
nuestra plana Región el debate político, pidiendo transparencia a
las instituciones democráticas, reclamando el derecho de los
ciudadanos a la información y al control de la actividad política,
como manda la Constitución.
La
Constitución española protege la participación ciudadana, llama a
desarrollar y fomenta la vida democrática en todos sus aspectos.
Quienes entienden la democracia como una excepción que se produce
cada cuatro años, durante la jornada electoral, en realidad
malentienden el régimen político en que vivimos: lo hacen una
dictadura interrumpida por una democracia efímera, la del día de ir
a depositar el voto. Estos malos intérpretes de la democracia - que
no son solo, por cierto, los del Partido Popular- consideran que
haber ganado unas elecciones democráticas les da derecho a ejercer
ellos una forma de gobierno dictatorial, anulando cualquier legítima
participación, reclamación e iniciativa ciudadana. La cultura
democrática les importa un pimiento. Ocupan las instituciones como
el baño de su casa, solo ellos tienen derecho a depositar su mierda.
Confunden su representación, otorgada por los votos, con una cédula
de propiedad sobre el cuarto de baño, los dormitorios, el salón y
aun el jardín de la casa. Ellos, en realidad, en democracia, solo
son elegidos para dirigir el despacho, la zona de trabajo de la casa;
pero son los demás ciudadanos los que han de ocupar y sentirse
cómodos en la vivienda; es a nosotros, los votantes, a quienes nos
tienen que preguntar por los problemas que detectamos en nuestra
habitar cotidiano en las distintas partes de la casa, y a nosotros a
quien deberían rendir cuentas.
Muy al
contrario: los políticos, una vez en el cargo institucional, se
envaran en él y ejercen una dictadura de facto, volviendo
solo nominal la democracia y amparándose tras su cerco partidista -
o en algunos casos, que los hay, dando forma a su gusto al partido
político que les apoya para que ninguna voz interna ni externa les
dispute.
Pedir una
mirada crítica, al menos, sobre estos temas del liderazgo
democrático, que tiende a necrosarse en formas que recuerdan las
dictaduras personales; impulsar la participación de los murcianos y
las murcianas en los flujos de ideas y en el contraste de opiniones
políticas que pueden mejorar la democracia, son algunas tareas a las
que se ha dedicado y dedica el Foro ciudadano,
presidido
por Patricio Hernández.
Díganme
cómo avanzaremos si no es por medio de personas que tienen, como él,
esa inquietud por las ideas, y que saben, además, contagiarla con
entusiasmo.Vale que la cultura murciana se quede sin patrimonio
inmueble; al fin, ¿qué son cuatro palacios, sino ladrillo? Su venta
a precio de saldo por el gobierno de Valcárcel no es un mal
tan irreparable como las ideas que se pierden. Aunque nuestros
descendientes no le perdonen que perdamos un bien cultural así, y
sobre todo el que no se hubiera contado con ellos para su
liquidación, los palacios no hacen la cultura sino los hombres de
ideas que pasan por ellos. Lo único irreparable es el trabajo, la
energía de entusiasmo de las personas que hacen la cultura;
precisamente las más subestimadas por las autoridades políticas de
esta Región. Y si no, pregúntele la opinión que tiene sobre ellos
a nuestro Presidente; le dirá que él lee solo la obra literaria de
Aznar, y que para preguntas de cultura, ahí tiene a su
sobrino político, que hizo unas cuantas letras. Pocas o muchas, no
queremos prejuzgarle su sapiencia al consejero de Cultura, pero es
claro que nos cuesta mucho cada una de ellas en su sueldo. Lo mismo o
incluso más que nos cuesta el sueldo de los ediles cartageneros que
han puesto la cultura bajo las piedras de la ciudad, en los
yacimientos arqueológicos: nada de cultura viva, actual, de la que
más se puede exportar y contagiar a la juventud.
Así que,
mientras sobran asesores y gastos de cultura, mantenemos una buena
nómina en San Esteban, en el magnífico palacio del Ayuntamiento de
Cartagena y no sé ya dónde más, porque ya no sé por dónde anda
Cultura en nuestra Comunidad. Quizá, el que vende el pescado lo
sepa.
Fulgencio Martínez