ECOS. DIARIO DE 1999. LA VOZ LIBRE DE DIONISIA GARCÍA [1]
Para abordar un comentario de Ecos, de la poeta Dionisia García, puede ser interesante ensayar el análisis del carácter conflictivo que esta escritura diarística tiene para la autora. Bajo la forma suave y la serenidad y concisión clásicas de la sintaxis, Dionisia García nos confidencia al menos tres conflictos. Esta condición de confesión y apunte de drama no es ajena a los diarios desde el siglo XVIII; más aún, de algún modo el género “diario” se prestaba a la apuesta por la exposición desnuda de los conflictos e inquietudes del yo del escritor.
¿Cuáles son esos tres “conflictos” de los que la habilidad literaria de Dionisia García nos hace partícipes, hasta el punto de que, tras su lectura, los tomamos como propios? En primer lugar, se trata de señalar tres hitos o nudos, cada uno de los cuales lleva tras de sí sus zonas conflictivas peculiares y finalmente desembocan en problemas filosóficos, poéticos o metapoéticos, antropológicos, morales y religiosos. Son estos problemas últimos -también como en muchos de los grandes “diarios” clásicos- elementos esenciales de este tipo de escritura diarística, junto con ese fondo de confidencialidad y discreción y, sobre todo, el ya señalado carácter conflictivo de todo diario que se precie, elemento este afín en cierto modo a la tragedia o a veces a la comedia, o ambas modalidades dramáticas.
Resumiendo, estaríamos ante los conflictos del yo de la escritora ante su vocación y su obra; de ese yo ante su medio familiar y por extensión su mundo, su Dasein o ser ahí, tanto como circunstancia en sentido de Ortega y Gasset y de Karl Jaspers, como en sentido heideggeriano, más originario, de estar arrojado en el mundo, expuesto como ser finito o ser para la muerte: este último sentido casi ya entra en el tercer y más interesante conflicto del diario: la relación con Dios, con el misterio y lo trascendente.
Ecos es como un pastel apetitoso que nos provoca el ansia de devorarlo pero también de saborearlo en sus diferentes gustos y matices. Y nos obliga a elegir por dónde empezar. Quizá –anoto– los tres conflictos apuntados arriba tienen un hilo de oro que los enhebra; sería la conciencia lúcida de la autora y su sensibilidad y su sentido agudo hacia la condición temporal del ser humano: hacia su propia vida que fluye cumpliendo años, pero sabiendo que el tiempo no solo es una cuña dispuesta a deshacernos el cuerpo y a disolver en bruma de ansiedad el ánimo, sino que a veces se convierte en nuestra fortaleza, nos vuelve señores, o señoras, almas tensas y fuertes, y ricos aun en la espera….
8 de marzo de 1999
Valoro cada día. Horas de ocupación no siempre en aquello que más importa: la escritura. Viviría retirada de todo y dedicada a esa pasión que alumbra cada instante, pero perdería otras cosas: mis amores, mis afectos, y no estoy dispuesta.
25 de mayo de 1999
He de tomar una decisión: no escribir cartas, prescindir de salidas, actos culturales. Necesito tiempo para terminar Correo interior y otros textos iniciados. Tras escribir las líneas precedentes advierto que no seré capaz, de momento, por compromisos adquiridos. Tampoco dejaré de escribir cartas. Las primeras las escribí a los 12 años.
26 de mayo de 1999
Descuidar mis afectos, no. Es lo mejor que tengo.
20 de octubre de 1999
Trato de recuperar la disciplina para escribir; que el poema me encuentre bien dispuesta. Espero. Es posible que las palabras se escondan, y abandone el lugar con sensación de vacío. Sé, sin embargo, que el tiempo de la espera no es tiempo vano, y volveré a esperar.
26 de noviembre de 1999
El diario es un género aún más complejo y mestizo que la novela, cuando se trata de un diario en sí, no de una novela en forma de diario.
En Ecos hay también espacio para la evocación. Pero, a diferencia de un apunte o de un poema, la obsesión por las fechas, por el asiento del acontecimiento evocado en el tiempo, es decisiva en esta escritura del diario. Así, en la primera anotación, donde la autora evoca su juventud y la figura de su abuela, en la que de alguna manera se proyecta. El texto es una delicia, lo reproducimos en sus dos párrafos (el primero de ellos nos excusa de explicar el sentido del diario como representación última del conflicto existencial y, obviamente, del valor de la literatura para la autora).
2 de enero de 1999
Ayer comencé el año 1999. Sigue pareciéndome sueño la vida que pasa, y misterio mi presencia en este mundo. No encuentro razón para ser y no ser. La literatura, el arte es el bálsamo que puede ayudarnos en la aceptación de nuestra finitud. Deseo familiarizarme con la muerte, pensar que un día ha de faltarme el aire para que al llegar ese día sepa abandonar el mundo con dignidad.
Aquellos tiempos primerísimos de juventud cuando el sol traspasaba los umbrales, y mi abuela con sus noventa años disfruta de ese esplendor sobre su rostro, sobre sus manos manchadas por el tiempo. Gozaba del tibio acopio hasta que la sombra marcaba el mediodía. Era una forma de medir las horas. La abuela, vencida la mañana, se debatía entre el goce presente y el futuro marcado por su desaparición. “A nada temo sino a la muerte”, comentaba.
Términos y síntomas de los conflictos señalados en el diario de Dionisia García
Todo ser humano, por tal, tiene ante la sí la sombra del temor a la muerte, y de la culpa, que es una especie de deuda, pero una deuda que en principio no cubre el tiempo. Dionisia la afronta en esta anotación (fijémonos, de paso, en la forma similar a la aforística de las apuntaciones del diario. La primera, citada arriba, es casi excepción; en general, constan de un único párrafo, a veces de una sola frase o de varias, sin apenas subordinación).
8 de enero de 1999
Convivimos con nuestro pasado, con aquellos comportamientos que dicen de la faz menos digna de nosotros. Sentimientos de culpa inevitables nos cercan cuando traemos al presente pasajes que lo ensombrecen, y cuya rectificación no es posible. El recuerdo de quienes “nos sufrieron” alivia nuestro espíritu. Ya no están. El homenaje a su memoria mitiga los momentos de desasosiego.
El poeta, el artista tienen, además, el compromiso con llevar a cabo su obra. (También, creo que los padres y las madres, incluso algunos “profes” de la antigua escuela). Tienen como un deber interno de cuidarla, antes y después de su vida, incluso tanto o más que esta vida suya, que, por otro lado, es tan importante para cada uno, y de la cual también tenemos una obligación de cuidar, como nos recuerda Sócrates en Fedón, como lo que es quizá, un bien que nos han dado a custodiar durante un tiempo.
Ese conflicto de la vocación es esencial y cruza todos los conflictos existenciales, personales y religiosos en Ecos.
22 de noviembre de 1999
Si supiera que uno de mis versos merecía la pena, daría por bien empleadas las miles de palabras escritas.
Lo anecdótico –cómo no– cabe también en un diario, escritura mixta donde las haya. Pero a veces la anécdota, como en este caso, cobra valor de símbolo, de la temperatura conflictiva: varias entradas narran la reacción ante el seísmo notado en la provincia murciana, algo menos en el centro de la ciudad donde vive Dionisia García.
15 de febrero de 1999
El suelo continúa con leves temblores en el lugar del epicentro, no en la ciudad (la moneda colocada junto a la cama no se ha caído). Esta tierra acogedora y bella tiene los pies de barro. No es lo mismo tratar de acomodarse a la idea de un posible infortunio, que padecerlo. Por tanto, rechazo las teorías para espantar el miedo.
¿Cuál es tu conclusión tras la lectura?
Un diario nos invita, más que la novela, a reconstruir nuestra propia lectura. A diferencia de una novela -la novela tradicional que nos proporciona información sobre un historia inventada o mixta de ficción y realidad, el diario nos transmite el ser en el tiempo. Es más parecido a una fotografía, en particular a esa fotografía en blanco y negro, que nos da lo esencial del acontecer en el tiempo. Cuando leemos este “diario de 1999”, con sus entradas día a día, mes a mes, desde el 2 de enero de 1999 hasta el 31 de diciembre de 1999, uno, como lector, si ha vivido en ese lapsus no deja de proyectarse; y para los lectores más jóvenes, o para aquellos venideros, este libro les servirá de puerta, guía y espejo de ese tiempo y esas fechas concretas. Maravilla y misterio de lo concreto, de lo aquí y ahora fijados por la palabra literaria.
Pero, todo diario, al final, es hermano del tratado o del ensayo, o del debate y el teatro, cuando este era texto, espectáculo también, y debate. Los asuntos “vitales” que trata el libro hemos ya sugerido que surgen o tienen relación con los conflictos.
¿Habría también una enseñanza, en el diario? No sé, pero cada lector puede escoger sus frases preferidas, aquellos pasajes que le “han tocado” la fibra. Y reflexionar, tal vez aprender.
Diré cuál es mi pasaje:
2 de abril de 1999
En este viernes sagrado surgen los interrogantes. ¿Nuestras culpas merecían la muerte de Jesús de Nazaret? ¿Por qué la complicada Trilogía? En la película de Zeffirelli, Jesús dice: “Mi padre ya está en paz con la humanidad? Esa deuda, ese compromiso de Dios con el mundo nos lleva a reflexionar, a intentar comprender. El poeta italiano Mario Luzi dice: “La deuda de la iniquidad ha sido pagada a la iniquidad”. ¿Había que pagar?
La misma perplejidad siento que la autora, a la que agradezco el compartir su intimidad en las páginas de este diario. Al final el lector escribe sus agradecimientos. Le agradezco también que me haya dado el ejemplo de una superación personal, y de un ser dotado, desde sus conflictos creadores, de una energía espiritual que no le aleja, sino al contrario, de ser un humano concreto en busca de su verdad y su destino de poeta. El poeta no es, al fin, sino un destino, una forma de ángel (o demonio), pero solo llega a serlo como un hombre o una mujer concretos.
Ecos se presentó en octubre de 2024. Bellísima la edición a cargo de Murcia Libro, con la artística ilustración de cubierta de José Luis Martínez Valero. El prólogo es de José Luis Borge, especialista en el género literario del diario. El libro está dedicado a los hijos de la autora, y en sus páginas brillan nombres de amigos de la poeta y, sobre todo, de su compañero añorado, Salvador Montesinos.
Fulgencio Martínez
28 de noviembre 2024
[1] El subtítulo de mi artículo-comentario (“La voz libre de Dionisia García”) me lo ha inspirado este aforismo de la propia autora, que Carmen Canet cita al inicio de su prólogo a El pensamiento escondido (p. 7. Ed. Renacimiento, 2022): “Inventemos cómo ser libres. Nunca es tarde”.
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