La revista relanza su "Co-lección Ágora" en versión digital, donde figuran textos magistrales pedidos a nuestros colaboradores. En esta ocasión, al poeta José Luis Martínez Valero, quien ha escrito un puñado de magníficos poemas durante este tiempo en que llevamos interrumpidos por la pandemia. Conocíamos ya, reciente su escritura, el hermoso poema que cierra esta colección: "Los pasos de mi casa", con el que su autor quiere darnos el hilo al final del recorrido. La colección nos sitúa, desde su primer poema, y desde el mismo título general, en el deseo de ser otro, de ser ese que, como Horacio aconsejó, cuida su jardín y vive de las cosas sencillas; su movimiento recorre, progresivamente, las ausencias que este tiempo nos impone, así como los asombros, nuevos, o que se presentan como la primera vez. La colección culmina con "Los pasos en mi casa", el poema germen, ya mencionado. Tiempo después, el poema "De pronto" viene a constatar otro asombro: el de reencuentro con lo que era cotidiano, y una esperanza: la deseada derrota de la "pesadilla".
José Luis Martínez Valero, que es catedrático emérito de Literatura, ha publicado recientemente Sintaxis (La fea burguesía ediciones), en prosa, a modo de diario novelado; y es autor de una larga serie de títulos tanto en verso como en prosa, siempre reinterpretando y acercando los géneros literarios (del ensayo, la epístola, la poesía y el cuento, entre otros). Citemos La isla (ed. El bardo), La espalda del fotógrafo (Editora Regional de Murcia), Poemas (Editora Regional), La Puerta Falsa, Puerto de sombra (Ed. La fea burguesía), Libro abierto (La sierpe y el laúd ed), Plaza de Belluga, Daniel en Auderghem (Diego Marín ed), que es uno de mis favoritos, y Merced 22.
Recomendamos una de sus últimas entrevistas:
POEMAS DEL JARDINERO
José Luis Martínez Valero
EL JARDINERO
Cómo envidio al tranquilo jardinero
mientras trabaja en su
jardín.
Cuando inclinándose sobre la
tierra
parece que de rodillas la
mima.
Coloca las plantas que serán
flores,
acaricia sus raíces,
les habla dulcemente.
Los jardineros, perfectos
testigos,
quisieran escribir la crónica
del día, con el mismo ritmo
sereno
que rueda este planeta.
Luego, levantan la cabeza,
miran al cielo,
y piensan que cada tiempo
tiene su cuidado.
Para después, seguir con su
trabajo,
ajenos al ruido de la ciudad.
SOLO
El padre de los hermanos
Baroja
tuvo
que insistir días y noches
para
conseguir encontrarse solo
en
la Puerta del Sol.
¿Lograremos
que esta ciudad
quede
vacía y
sólo
nuestra sombra ande por sus calles?
OCULTOS
Nunca se van,
permanecen
entre nosotros,
entre
las hojas de los libros leídos.
A
veces, junto a las ventanas,
simulan
sombras que nos distraen.
Porque
los estamos buscando,
se
ocultan entre los recuerdos,
abren
huecos que nunca han existido,
se
muestran como cartas olvidadas.
Les
gusta aparecer en fotos:
jóvenes
sonrientes, paseando,
a
veces, niños en la playa,
excursiones
a Cala Dorada
con
un lirio en la mano,
rodeado
de la familia y amigos.
Habitamos
como huéspedes el mundo,
recorremos
nuestro camino,
como
si alguien nos lo hubiese trazado,
tratamos
de hacer bien las cosas
para
que los otros encuentren menos obstáculos,
pues
a todos corresponde este trabajo.
No
nos echéis de menos, dicen,
no
nos hemos ido del todo,
Llamadnos,
no nos olvidéis.
Seguimos
aquí, entre vosotros.
INSTRUCCIONES PARA RECORDAR A UN AMIGO
Mira el sol en el cristal
de la ventana, no daña. Como un disco blanco y brillante se muestra estático
sobre el azul.
Asómate
a los ojos del perro, verás el fondo, lo que de naturaleza hay en la
naturaleza. No es el vacío, ni supone abismo alguno.
Contempla
el viaje constante de las olas. El mar, aunque esté quieto, siempre recuerda el
movimiento.
Acércate
a las salinas que apresan las nubes y las montañas en blanco y rosa.
Así
el alma navega en el cristal, en los ojos del perro y en las olas, entre
salinas y montañas.
Donde
hay armonía está tu amigo.
LA
FLOR Y LA SEMILLA
Hay poetas como flores,
suceden
una vez
y
desaparecen.
Hay
otros como semillas.
Cuando
se van
su
presencia se multiplica.
LA LUZ
Ha llegado la luz que pone
amarillas
las piedras.
El
puente del río, la torre de la catedral
se
cubren de oro.
Convierte
las casas de la ciudad
en
cubos,
dispuestos
en diferentes alturas,
quizá
con esa luz nació Picasso.
Esta
misma luz, aunque dura unos minutos,
alcanza
el fondo de la tarde.
EL SUEÑO
Abril, 2020
Como si soñasen, se van
sedados
a
bordo de una nave extraña.
Nubes,
que el viento mueve,
navegan
hacia el faro de aquella isla
cubierta
de cipreses.
Han
llegado desnudos como niños,
no
sienten el calor ni el frío.
En
la oscuridad de la noche
sus
blancos cuerpos caminan despacio
en
busca del silencio eterno.
Muchos
vienen manchados de ceniza
y
se bañan en la fuente serena,
donde
nace el olvido.
Por
fin, se acomodan sobre las rocas,
como
quien espera alguna noticia.
Y
miran las olas que el aire mueve.
Entonces
entran de nuevo en sí mismos.
Desde
lejos nos contemplan callados,
Cuando,
como árboles mudos, quisieran hablarnos.
DOS
MÁS DOS NO SON CUATRO
Nunca con tanta claridad
tuve esta intuición,
qué
ingenuo mi profesor cuando aseguraba
aquello
de si tengo dos patos más dos patos,
¿cuántos
patos tendré? Naturalmente serán…
Para
que todos respondiésemos: son sin duda
Cuatro
patos, cuatro picos, por tanto ocho patas.
Sin
embargo, no todo lo que cuentan, se suma,
por
tanto la estadística no siempre es verdad,
Así
puede ocurrir cuando se cuentan los muertos,
decimos
en la residencia mueren dos viejos,
mientras
en el hospital fallecen otros dos
cualquiera
diría que los muertos ciertos son cuatro.
.
No
es así, aunque unos y otros sean del mismo origen,
quiero
decir que hayan comido en la misma mesa.
Definitivamente
serán dos en el hospital, mientras
los
otros dos en la residencia, no se cuentan
por
tanto no son cuatro.
La
estadística confirmará que sólo dos murieron
en
el hospital, y en cuanto a los otros,
aunque
son dos, serán anónimos oficialmente
pues
no cuentan quien muere en residencia.
Luego,
dos y dos nunca serán cuatro,
qué
triste, pensará mi viejo maestro,
todo
lo que enseñé no vale ya en esta tierra,
desde
ahora sólo contaré las nubes.
Mis
números no sirven para sumar los muertos.
EL ESPARTO
(camino
de Cala Dorada en sueños)
Árido, polvoriento,
verde
seco, el esparto,
eriza
el monte pardo,
esquema
para el alma de esta tierra,
sin
agua, palmitos sin sombra,
donde
la luz condena
a
la quietud sin nombre,
su
soledad sin sombra.
Monte
y mar, mar y monte,
entre
romeros, sendas
grapadas
al terreno,
lentiscos
y lentiscos
cubren
entre piedras la sierra,
mudos
huecos de minas,
donde
perduran las huellas del hambre.
DESDE ARRIBA
Desde arriba los tejados
son mudos.
Una
ventana siempre habla,
el
balcón mantiene ese diálogo
continuo
con la calle.
El
mirador es todo un escenario.
La
puerta, si está abierta, nunca calla,
Si
cerrada, parece muda.
Aquellas
puertas que se cerraron hace años
aún
permanecen en el estanque adormecido
de
mi memoria.
LAS ROSAS DEL JARDÍN CERRADO
Como sabéis el jardín está
cerrado. No es por viento, lluvia fuerte, temporal, no. El jardín se ha cerrado
para que la gente no se reúna. La cuarentena obliga a estas cosas. De hecho,
imaginad que un viejo va al jardín, se sienta y pasa las horas tomando el sol.
Seguro que el guardia le diría, pero, hombre de Dios, ¿que hace usted aquí?
Entonces, aunque afirmara que hace lo que todos los días. El guardia le
conminaría a que se fuese, porque caso de incumplir la ordenanza, se vería
obligado a multarle, y eso no le gustará. Esto que sólo es algo imaginario,
contrasta con lo que he visto esta mañana en el jardín cerrado. Desde la verja
se ve perfectamente, se ven las rosas espléndidas, como rayos de luz que hubiesen estallado. Ajenas al paso de los
apresurados transeúntes, ajenas a que nadie las mire, ni a los niños que no
están, ni a los viejos que no se sientan. Las rosas rojas, amarillas, naranjas
se abren como fruta madura, brillan sobre la tierra seca.
SILENCIO
El silencio de la ciudad
no se parece al de los
montes,
donde el aire siempre
conmueve
las ramas de los árboles,
agita sus hojas que suenan
como suaves mareas marinas.
o arrastra el susurro de
plantas
que se agarran a las rocas
tranquilas.
El silencio de las calles
vacías
tiene algo de balsa y aljibe
agua encerrada, dormida,
donde antes sonaba el eco del
hombre.
A veces es como la sombra
de la palmera sobre el agua
quieta,
sombra de las palabras
que nunca se han dicho.
Impasible el semáforo
mantiene
firme el débil pulso de la
ciudad.
PRENSA
ESCRITA
Recordaréis
que el periodista siempre
escribe
sobre el tiempo que pasa
tan cerca del lector
que sentimos el aire de sus
pasos.
Ya casi nadie lee el
periódico de papel
esa hermosa ventana que nos
asoma al día.
Piensan que al verlo en la
pantalla será más real,
como si entre las manos
tuviesen esa sombra
que muchos toman por esta
misma realidad.
Sin embargo, algunos cansados
de la caverna
leen la prensa escrita,
ávidos de su verdad.
MUCHACHO
Quisiera componer un poema
alegre,
para
estos días tristes de cuarentena,
con
aquel recuerdo lejano.
Era
un día muy tranquilo,
bajo
aquel pino
al
pie del monte.
Tenía
dieciséis años
y
era verano
llevaba
en la mano un libro de versos.
Tras
su lectura,
todo
me parecía muy quieto,
el
campo mudo.
Mientras
el agua caía en la balsa
que
apenas si reflejaba una nube
solitaria
y tan blanca
como
un velo de novia,
que
en el aire volaba.
PROFECÍA
DE
ANTONIO
LÓPEZ
¿Quién
nos iba a decir
que Antonio López
conocía
la necesidad de vaciar la
Gran Vía de España?
¿Adónde nos quería llevar
cuando nos propuso en sus
cuadros este futuro
que muchos pensaron sería
imposible?
Todo Madrid
era aquella inmensa calle convertida en playa,
cuyas aceras sin pasos,
no indicaban camino alguno.
Como si hubiese conseguido
cristalizar
los gritos populares
de un París del sesenta y ocho.
Esta ciudad a punto de
desaparecer,
sin gente, como un cuadro de Chirico,
entre metafísica y
surrealista,
transformaba en fantasma su
realismo
no mágico.
Mientras dormía era…
Es un Madrid pesadilla
y sueño, pasado y futuro,
leyenda que figurará sobre el
frontispicio
de la mentira azul de nuestro
cielo.
LOS PASOS DE MI CASA
Nunca pensé que en mi casa
cupiesen
todos
los pasos
que
hago sobre sus losas.
Nunca
anduve tanto entre estos libros
que
reposan en las estanterías
de
nuestra biblioteca.
A
veces me asomo a la ventana,
afuera
la calle, el jardín y el río,
mientras
yo, los ojos abiertos
contemplo
una ciudad ya despoblada.
Y
el agua quieta
del
río
como
nadie pasa,
refleja
un puente vacío .
Vertical
permanece la torre,
medita
sobre
su eternidad.
José Luis en el balcón de su casa, frente al río Segura, Murcia. Foto La opinión. |
tiempo después…
DE PRONTO
De pronto las calles se
llenan de gente,
pasean,
corren, quieren vencer al miedo.
Todos
los que estaban presos en sus casas.
Asomados
temerosos a las calles
quieren
saber dónde van, por qué se mueven,
buscan
aire, buscan la luz y su sombra
que
se alarga en el camino junto al río.
Los
chicos, espalda recta, mirada al frente,
levantan
las rodillas; las chicas siguen
como
gacelas el ritmo apresurado,
ágiles
sus piernas apenas se posan
sobre
el suelo sus pies; algunos caminan
lentos,
como si pensaran, se descubren
sobre
la tierra que pisan, y repasan
los
pasos de quienes primero bajaron
en
busca de sus viejas huellas dormidas.
Bicicletas
cruzan veloces, risueñas,
sobre
el amarillo pálido del suelo
quisieran
volar, saltar, vencer al tiempo,
ganar
la carrera con premio del día.
Los
otros caminan moviendo los brazos,
desafiando
con sus pasos el pasado,
despiertos
han vencido la pesadilla,
el
sueño oscuro que cerró las puertas,
ahora,
por fin en la calle, recuperan
su
calzado deportivo y el camino,
libres
ya del sedentario y triste encierro.
José Luis Martínez Valero
revistaágoradigital/Co-lección Ágora/textos magistrales/ mayo 2020
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