La UME llegando a Soria. Noticia del 22 de marzo 2020. fuente: Soria tv. |
LLANTO POR SORIA
Y por todos los muertos a causa del coronavirus
(un relato de hechos que muchos conocéis, pero que los que vienen después quizá no puedan oírlos o se los contarán con otro pie de foto)
Acabo de decirle a una persona por teléfono mi indignación por lo que ha sufrido y sufre Soria, abandonada, la ciudad y la provincia, por el gobierno central y el autónomo. La provincia con uno de los índices de muerte y contagio por el covid más altos (por persona y número de habitantes) de España, y por ende del mundo. Mientras el Gobierno mandaba a la UME (Unidad de emergencia del ejército) al País Vasco y a Cataluña, donde a veces se le recibía con críticas hechas con la boca pequeña; esa UME que también ha hecho una labor encomiable en Madrid, igual que ha ayudado en las Comunidades citadas y en otras, pero ha tardado en llegar a la pobre tierra soriana, que diría el poeta Antonio Machado; ha tardado, como la primavera tarda en llegar a Soria. Pero grande fue la gratitud de los sorianos cuando llegó.
Me duele en el corazón cada muerto por el coronavirus, pero en especial los de esa tierra de Soria, adonde apenas hace un año viajé, con mi mujer, desde Zaragoza, y donde conocí la hospitalidad de los sorianos y pude embeberme en el recuerdo de Machado, de Bécquer y de Gerardo Diego. Tierra de Numancia, de la Mesta, del Temple, de san Polo y san Saturio, de Leonor y del Duero. Conmigo vais, mi corazón os lleva, entre lágrimas.
El espectáculo de mercadillo persa de las fases en la llamada desescalada, me dice mi interlocutora al otro lado del teléfono, aún no ha llegado a su comunidad castellano-leonesa, que se encuentra todavía en cero. ¿Habrá de ir a septiembre? ¿Qué piensas, me dices? Pues pienso que nos tienen bien jodidos (yo vivo en una comunidad, la de Murcia, donde hay relativamente menos contagios y muertos, al menos los contados oficialmente). Nos tienen cogidos, apretados por sálvase la parte los que mandan y nos matan. Con la zanahoria de pasar de fases, y de empezar (¡quién no lo querría!) a vivir con menos cautela y prohibiciones, además de poder reiniciarse progresivamente la actividad económica y a lo mejor, en lo futuro remoto, cultural, con eso nos hacen olvidar un poco su gran fiasco en lo sanitario. A estas alturas no hay test (que se dice así: test, no tests) hechos a la inmensa mayoría de la población; a estas alturas, no sabemos a ciencia cierta si usar, o no, mascarillas y si son las usadas las correctas (pero, en esto no hay duda: siguen aplicándoles el 21 de IVA, como artículo de
lujo para el pueblo…).
Se ha obligado a reiniciar su trabajo a empleados públicos sin dotarles de esas mínimas protecciones. Se miente diciendo que irán a incorporarse alumnos a los centros de estudio, cuando aún colean la improvisación y la temeridad con que tuvieron a esos niños en clase durante la semana previa y siguiente al 8-M, cuando ya sabían todos los que gobiernan este país (e incluyo a los consejeros de sanidad de las Comunidades) que el virus estaba implosionando e iba a afectar más aún a la población. (Lo sabía el parlanchín sanitario gubernamental doctor Simón, que habló en televisión de avalancha previsible de casos, el domingo 8 por la mañana -parece que habló de más y se le fue un poco la lengua. Y lo sabían las autoridades sanitarias estatales y autonómicas, que, antes de esa fecha, habían ordenado a los médicos que no asistieran a congresos y estuvieran disponibles; así como, en algunas Comunidades, se alertó a las residencias de ancianos de no recibir visitas que pudieran suponerle un foco de posible infección: en unas Comunidades y en muchas residencias de ancianos se cumplió la orden; en otras, no. Claro que el Gobierno de España en general no cumplió sus propias órdenes a las Comunidades ni las recomendaciones de organismos internacionales).
No se tomaron medidas efectivas hasta el lunes 16 de marzo pues el estado de alarma, aunque se anunció el sábado 14, y al final de ese día, casi a la noche, con el retraso de la deliberación entre ministros, no se hizo efectivo hasta el lunes, dando lugar a una mayor extensión del contagio y a que algunos, incluso individuos conscientes de estar coronavíricos, se trasladaran a otras comunidades (como a Castilla La Mancha, a Murcia, a Castilla y León, Soria incluida). Eso ya fue mala idea, por parte del Gobierno.
Se ha obligado a reiniciar su trabajo a empleados públicos sin dotarles de esas mínimas protecciones. Se miente diciendo que irán a incorporarse alumnos a los centros de estudio, cuando aún colean la improvisación y la temeridad con que tuvieron a esos niños en clase durante la semana previa y siguiente al 8-M, cuando ya sabían todos los que gobiernan este país (e incluyo a los consejeros de sanidad de las Comunidades) que el virus estaba implosionando e iba a afectar más aún a la población. (Lo sabía el parlanchín sanitario gubernamental doctor Simón, que habló en televisión de avalancha previsible de casos, el domingo 8 por la mañana -parece que habló de más y se le fue un poco la lengua. Y lo sabían las autoridades sanitarias estatales y autonómicas, que, antes de esa fecha, habían ordenado a los médicos que no asistieran a congresos y estuvieran disponibles; así como, en algunas Comunidades, se alertó a las residencias de ancianos de no recibir visitas que pudieran suponerle un foco de posible infección: en unas Comunidades y en muchas residencias de ancianos se cumplió la orden; en otras, no. Claro que el Gobierno de España en general no cumplió sus propias órdenes a las Comunidades ni las recomendaciones de organismos internacionales).
No se tomaron medidas efectivas hasta el lunes 16 de marzo pues el estado de alarma, aunque se anunció el sábado 14, y al final de ese día, casi a la noche, con el retraso de la deliberación entre ministros, no se hizo efectivo hasta el lunes, dando lugar a una mayor extensión del contagio y a que algunos, incluso individuos conscientes de estar coronavíricos, se trasladaran a otras comunidades (como a Castilla La Mancha, a Murcia, a Castilla y León, Soria incluida). Eso ya fue mala idea, por parte del Gobierno.
Indigna la actitud de los medios periodísticos, que hacen causa con los políticos, ante las muertes. Solo el pasado día 16 de mayo vi, en un telediario de Telecinco, un video con un reportaje, genérico, eso sí, sobre los muertos por el coronavirus en España: aparecían algunos rostros, algún sentimiento... pero todo tímido, noticia de cierre, no noticia de portada (con los muertos de ese día), pero en la mayoría de medios solo siguen dando el número y la abstracción aséptica que quiere el portavoz sanitario sanchulo. Qué gran libertad de prensa...
Eso sí, el cinismo continúa. Dos nuevas piezas de cinismo político. Hay muertos de primera y de segunda, que no se nombran. Hace unos días murió Julio Anguita, y muchos medios y políticos han glosado al fallecido, han dado el pésame a su familia o se han reconocido en su ejemplo. Yo también admiré, en su día, al califa, y aún digo que era el único político al que fui a oír una conferencia; contra la Guerra del Golfo. (Recuerdo que fue por el 91, y en Huesca, cuando yo estaba de profesor en la Universidad Laboral). Luego no he entendido (o lo entiendo desde lo humano) que una persona como él, tan coherente y amiga de la coherencia, se dejara arropar por un tipo incoherente y que presume de su incoherencia si es para mayor gloria de su carrera política, tú sabes de quien hablo.
También hace una semana, durante una sesión televisada en el Parlamento español, presenciamos una de las mayores muestras de cinismo y corporativismo que hayamos visto en la vida. El ministro Illa, don Salvador Illa, quien no mueve un músculo de la cara cuando oye el parte diario de muertos, se anticipaba a la réplica de la portavoz de Vox (la diputada conocida por llevar un tapabocas "patriótico" pero que nunca se pone en pantalla, cuando habla; como tampoco se ve a muchos parlamentarios con mascarillas o guantes, quizá porque no les importa dar ejemplo o quizá porque no les sienta bonito); y le mandaba sus deseos de pronta recuperación para el diputado de Vox Ortega Smith, recaído a consecuencias del virus. Se interesa por el colega y no por los más de 30.000 muertos que han caído en España, ya no digamos por el número mucho más extenso de infectados. Las familias de todas estas personas no cuentan para el ministro Illa, sí la salud de su colega de Vox en el Parlamento. ¿Espíritu de clase? ¿De cuerpo? Seguro que no hay mala intención ni ha querido el Ministro crear agravios. Solo fue una enorme torpeza. Como también fue torpe la respuesta, y el silencio de la diputada de extrema derecha.
Mi solidaridad con Soria es solo una muy pequeña muestra del agradecimiento que guardo a esa tierra de luz, de caminos... También el reconocimiento al trabajo del ejército español que, aunque el gobierno esperó a la primavera para enviarlo a Soria, cuando llegó hizo su tarea con esmero.
Fulgencio Martínez
18- 5- 2020
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