EL DOPING Y LA CLASE POLÍTICA
Como
si de una sincronía serendípica se tratase, han coincidido en las
mismas fechas dos noticias que han acaparado la atención de los
medios: la confesión del exciclista Lance
Armstrong
de haber recurrido al dopaje, y las revelaciones sobre el caso
Bárcenas,
el extesorero del Partido Popular.
En
la entrevista televisada con el exciclista norteamericano, siete
veces ganador del
Tour
de Francia, aquél confesó, o mejor dicho, justificó su práctica
de utilizar sustancias, como la EPO, no permitidas para el deporte,
basándose en el argumento de que era habitual en su equipo. Su
responsabilidad personal de esta forma quedaría diluida. Por otra
parte, hemos sabido que la corrupción más que presunta del
extesorero del PP podría ser también difusa y podría ser Bárcenas
el epicentro del que partieran ramificaciones o replicas que
llegarían a personas muy vinculadas a la imagen del Partido que hoy
gobierna. Ni el mejor novelista de ficción política o de novela
negra podría imaginarse un guión más perfecto. Llama la atención
cómo, sin embargo, la realidad de las noticias es ese novelista
sagaz que trama y desarrolla los hilos de la actualidad, y que sabe,
incluso,
unir
en la portada de un mismo día dos diferentes acciones paralelas de
dopaje y corrupción. Como si quisiera, con ello, que los lectores
saquemos la siguiente moraleja: que la corrupción es el doping
de la clase política, la trampa que usan muchos políticos, y
posiblemente el mismo aparato de los partidos, para “ganar”.
Esta
moraleja no debe volvernos escépticos, descreídos, de la democracia
(en otro sistema, ni siquiera se podría denunciar) pero sí hacer
que los ciudadanos exijamos ya, urgentemente –so pena de
cancelación del estado de derecho- limpieza y transparencia a fondo
en los partidos y el castigo ejemplar de los responsables de
corrupción.
¿Que
es pedirle justicia al león? ¿Que es llover en el mar?
Urgentemente, debería Rajoy nombrar un fiscal anticorrupción
con pleno poder para investigar incluso al mismo presidente de
Gobierno, para dejar claro el nombre de la institución que
representa y cuya independencia y representatividad de todos los
españoles, por lo que se barrunta, tras la opaca operación de cuasi
amnistía fiscal que concedió el Gobierno, está en entredicho. Mens
sana in partito sano.
FULGENCIO
MARTÍNEZ