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viernes, 11 de marzo de 2022

Un Juicio Final sobre la propia existencia (Artículo del profesor Francisco Javier Díez de Revenga, sobre el libro "La segunda persona", de Fulgencio Martínez). Bibliotheca grammatica/ Ágora-papeles de arte gramáticodigital/marzo 2022

 

 

                

Un Juicio Final sobre la propia existencia*

 

Por Francisco Javier Díez de Revenga

 

Fulgencio Martínez (Murcia, 1960) ha publicado su último libro de poemas, titulado La segunda persona, en la editorial Sapere Aude en Oviedo. Leer la poesía de Fulgencio Martínez no representa una experiencia común, ya que su verso, surgido desde los abismos de su interior más sincero, comparece en cada ocasión en que ha construido un libro para sobrecoger al lector con la experiencia vital de una palabra poética honda y singularmente expresiva.

No sería posible tal experiencia si el poeta no viniese repleto de la vitalidad que es voluntad y del vitalismo que es el resultado de su continua reflexión sobre la vida y el mundo. El título del libro alude a la segunda persona y Fulgencio lo explica en un texto en prosa al final del poemario para mostrar que, tras la persona que ha sido durante treinta y tantos años de trabajador de la enseñanza y sesenta años, ya cumplidos, de trayectoria vital, surge ahora la nueva vida de la experiencia encaminada hacia un espacio vital ignoto que comienza en este momento.

          Es Fulgencio Martínez poeta de honda y profunda formación sabia forjada en la lectura, vivencia y compañía de tantos clásicos y modernos leídos y digeridos con pasión. Por eso no ha de extrañar al lector que conviva en este libro de poesía con César Vallejo, con Neruda o con Antonio Machado, aunque también Pedro Salinas, Gerardo Diego o Federico García Lorca compartan sentimientos de posesión críptica para alcanzar significados. Compartir la palabra con quienes hicieron maravillas con las palabras es experiencia vital que en Fulgencio Martínez llega hasta el mismísimo rey Alfonso el Sabio, con quien dialoga a bordo de una cantiga renovada y hermosamente emotiva.

          La vida es la protagonista del libro, pero también la muerte comparece y se convierte en estancia detenida cuando la figura del padre recrea mundos, que son recuperación de tiempos remotos. Poque con la vida y la muerte también el tiempo juega su papel en sus reflexiones poéticas. Como sucede del mismo modo con el amor, amor vivido y amor recuperado, desde el amor más primero (a la madre) al amor que ha permanecido en el tiempo y en las distintas geografías compartidas y reveladas en algunos topónimos más que significativos, desde el quijero en el corazón de las más profunda huerta de Murcia al Pirineo de aguas sanas de una Huesca mitificada como lugar de celebración y de habitación.

          Fulgencio Martínez se refugia en su palabra poética y denuncia, ya al principio, la inevitable manipulación que supone toda creación intencionada y desnuda de inocencia. Quizá Juan Ramón Jiménez, también presente en sus versos, pueda ser un estímulo para delatar al manipulador, al falaz tergiversador de la palabra. Porque Fulgencio además de filósofo es filólogo y ama, como quieren todos los filólogos, la palabra, pero la palabra sincera, no aquella que se ve despreciada y manipulada.

          Venancio Iglesias, también filósofo y maestro de Fulgencio, inicia este estupendo libro con palabras muy sinceras que se preocupan, o más aún se inquieten, al advertir como la palabra está siendo manoseada y alterada como lo está siendo la misma poesía en estos tiempos de tribulaciones. Cervantes así lo afirmó: la poesía no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio. Fulgencio Martínez lo reivindica a cada paso, e insiste en cada poema, que solo la verdad y la vida son los protagonistas de su poesía, y, desde la segunda persona, se inicia un camino de renovación que, desde luego, tiene muchos regresos al pasado, recorriendo espacios recuperados, a veces también con sus propias palabras poéticas, para salvarlos de la quema. Por eso se indicó al principio que leer la poesía de Fulgencio Martínez, en todos los casos y siempre, no es una experiencia común.

          Al llegar a la segunda persona e iniciar la nueva vida y la experiencia virginal de lo inexplorado, Fulgencio emprende en este libro un ejercicio de futuro y aunque quiere prescindir del pasado no le es posible desasirse de su inevitable lección de permanencia. La segunda persona es la segunda vida y lo que pretende, y consigue, el poeta en este libro, es enjuiciar desde la nueva perspectiva una existencia trascurrida, toda una vida, desde la verdad del presente, como si de un ajuste de cuentas final se tratase o, dicho como más solemnidad, lo que pretende es asistir a un Juicio Final sobre su existencia. Y con seguridad se puede afirmar que lo ha conseguido.

 

 Francisco Javier Díez de Revenga: «Azorín no sólo nos enseña a mirar, sino a oír, a sentir, son todos los sentidos los que entran en juego»

 Francisco Javier Díez de Revenga es autor de Azorín, entre los clásicos y con los modernos, entre otros muchos libros de ensayo y estudio de la literatura contemporánea y de los clásicos del Siglo de Oro. Catedrático de la Universidad de Murcia y miembro de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras.

 

*El artículo fue publicado por el periódico La Opinión de Murcia, el sábado 5 de marzo de 2022. (Agradecemos a su autor la gentileza de permitir su publicación en Ágora)

 

REVISTA ÁGORA DIGITAL/MARZO 2022

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