Pasan en silencio, a veces un ¡viva! que todos contestan.
Todavía no han llegado todos. Oigo una canción hermosa y triste.
TRISTES
Tristes guerras
Si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.
Tristes armas
Si no son las palabras.
Tristes. Tristes.
Tristes hombres
Si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.
Miguel Hernández
Por José Luis Martínez Valero *
En la explanada del Puente de Hierro o Puente Nuevo, comienzan a agruparse, vienen de todos los barrios de la ciudad, de habitaciones solitarias, con los corazones tristes, con todas sus derrotas.
Ayer, cuando habían extendido la bandera, las manos que las sujetaban, junto a los dos coches de policía que les acompañaban, vistos desde arriba, parecían una ilustración salida de La Metamorfosis de Kafka, aquel profético “escarabajo”.
Llevaban la bandera como si se tratase de un trozo de Ucrania, un poco de cielo y un campo de trigo.
Los niños con globos azules o amarillos en la mano era como si sujetasen el hilo de una cometa que vuela lejos. Allá, a tres mil kilómetros de este puente.
Caminan en silencio, impresionan tanto que todos callamos. Desde la acera los seguimos y por respeto los dejamos en su soledad.
A veces como una convulsión suena algún grito: ¡Ucrania unida, jamás será vencida! ¡Putin un paso atrás, Ucrania quiere la paz! El último es desgarrador: ¡¡¡Ayuda!!!
Suena el himno que todos acompañan. Suenan canciones hermosas. Recuerdo los últimos versos de la Canción triste, de Vicente Medina:
Mocicos y viejos
Sienten la canción
Del tonico triste,
Como nunca de triste se oyó,
Y es verdá que nenguno la entiende,
¡Pero lloran tós!
José Luis Martínez Valero es catedrático de Literatura, poeta y autor de libros de ensayo y narrativa, como Sintaxis (ed. La fea burguesía).
REVISTA ÁGORA DIGITAL / MARZO 2022
Muy emotivo.
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