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viernes, 25 de marzo de 2022

La realidad oculta de la guerra. Por Anna Rossell (Crítica del libro de Christina Lamb "Nuestros cuerpos, sus batallas. Lo que la guerra hace a las mujeres"). Avance de revista Ágora n. 11. Bibliotheca grammatica/ La crítica de Anna Rossell


                                                                                                    Christina Lamb

 


LA REALIDAD OCULTA DE LA GUERRA

                                                 por Anna Rossell

 

Christina Lamb

Nuestros cuerpos, sus batallas.

Lo que la guerra hace a las mujeres

Traducción de Margarita Estapé

Editorial Principal de los Libros, 2021, 451 págs.

 



 

¿Cómo escribir una reseña que de antemano se sabe que no hará justicia al libro al que hace referencia? No se la hará porque todo lo que se pueda decir del texto empalidece si se compara con lo que el propio texto representa, su urgente contribución a difundir un tema injustísimamente oculto, que tan necesario es dar a conocer por el inenarrable sufrimiento que lo ha impulsado. Su difusión, urgente, sí, por lo que ella supone como multiplicador y oportunidad creciente que se da a las innumerables víctimas de obtener justicia. William Hague, el parlamentario conservador, biógrafo de William Wilberforce, quien consiguió que el Reino Unido aboliese la esclavitud en 1807, y ministro de Exteriores del Reino Unido, afirmó, después de conocer en persona la violencia sexual sufrida por las mujeres del campamento de refugiados de guerra de Darfur, en Sudán,  y de visitar Bosnia, que «solo se consigue el objetivo [hacer justicia] cuando se cambia el comportamiento de los que se hallan al final de la cadena. La gente siempre encuentra un modo de hacer algo ilegal, hasta que se vuelve inaceptable». Huelga decir que para que se vuelva inaceptable hay que conocerlo.

Y si bien quien se disponga a leer este libro es más que probable que sea una persona concienciada y algo sepa del tema, es seguro que quedará estupefacto y sentirá escalofríos por la magnitud y la extensión de la crueldad que descubrirá al sumergirse en sus páginas. La imagen de cubierta, el título y el subtítulo del libro son suficientemente explícitos: lo que interesa a Christina Lamb es, en primera línea, qué les sucede a las mujeres en las guerras. Ella pone el foco en ellas como víctimas de guerra ante la escandalosa ausencia de su mención en los libros de historia, la omisión de compensación del sufrimiento por parte de los gobiernos responsables, ninguneo de sus nombres en los monumentos a los caídos, ante el negacionismo de su testimonio por parte de defensores y hasta jueces en juicios —pocos—, a los que, con insalvables dificultades se ha conseguido llevar a los agresores.

 

Christina Lamb (Londres, 1965), principal corresponsal en el extranjero de The Sunday Times, reconocida internacionalmente sobre todo por cubrir conflictos bélicos, trabajo que la ha hecho merecedora de muchos premios, nos brinda ahora de primera mano un magno, impagable documento del mal que en la guerra (y en la paz) se perpetra sobre todo contra las mujeres y las niñas. Su libro es, por sí mismo, un acto de reparación, el punto de partida necesario para que se haga efectiva, al final del recorrido, la que las víctimas siguen esperando —muchas de ellas ya no pueden—: el reconocimiento de terribles hechos ocurridos y la esperanza de contribuir a que dejen de suceder.

Lamb recorre el mundo entero para dar testimonio directo del horror: busca supervivientes de la violación y el sufrimiento donde las haya, se acerca a las mujeres para registrar su voz. Y su voz tiene nombre y apellidos, como también los tienen sus violadores y, más allá de ellos, los últimos responsables. Porque Lamb pone al descubierto que en la historia de la violación existen cambios de última hora. Nos desvela que esta es desde hace años una estrategia planificada de destrucción del enemigo en los conflictos bélicos. No se trata, o no únicamente, de satisfacción de sexo como botín, sino, y en primer lugar, de llevarla a cabo obedeciendo órdenes. Como sucede también en las dictaduras.

La autora nos habla de la dictadura Argentina, del genocidio de Ruanda, de Siria e Iraq, de Bosnia y Herzegovina, de la República Democrática del Congo, de Birmania y Filipinas, de la Segunda Guerra Mundial, de España, de Sudán, de Bangladés… Habla de la persecución del pueblo rohingyá, de las niñas secuestradas por Boko Haram, de la esclavitud sexual a la que han sido sometidas tantas mujeres en tantos lugares, de la tortura de las mujeres y niñas yazidíes. Y lo hace sin ahorrarnos lo que no puede omitir, las brutales formas y los feroces métodos que adopta el horror. No por añadir efectismo barato a su texto —no añade nada—, sino por ser la realidad, verdad despojada de cualquier sospecha de ornamento. Un logrado esfuerzo en aras de la objetividad.

Y en aras de la objetividad Lamb entrevista a miembros del llamado Estado Islámico, asiste a juicios sospechosamente rápidos y faltos de garantías contra acusados de violación ante tribunales de dudosa actuación, incluye con cuidadosa minuciosidad la posible injusticia en todos los frentes.  

Y menciona también las numerosas iniciativas de individuos, que ponen a menudo su vida en peligro, y asociaciones, con nombres y apellidos, que nos reconcilian con la naturaleza humana y nos proporcionan un atisbo de esperanza: el ingente trabajo de jueces y juezas, del ruandés doctor Mukwege, conocido como «Doctor Milagro», de la Ciudad de la Alegría, de tantos y tantas…

En el último capítulo de su libro Lamb resume los avances y los retrocesos en el ámbito del reconocimiento de la violación en la guerra haciendo balance. Reivindica la acusación de violación con independencia de la de asesinato o de genocidio, en tanto que las consecuencias son otras, casi siempre peores que la pérdida de la vida (la mayoría de las víctimas hubiera preferido morir, algunas se suicidaron o lo intentaron). Subraya la dificultad de llevar a los agresores ante la justicia y de conseguir las pertinentes condenas (cuando excepcionalmente se ha conseguido ha sucedido solo parcialmente o incluso ha habido indulto al poco tiempo). Alerta del retroceso en este sentido en los últimos años. Concluye que debe dedicarse atención institucional a esta lacra, que se demuestra que es posible reducirla y hasta eliminarla como comportamiento generalizado, que la presencia de la mujer en los mandos del ejército y en los tribunales la reduce, por lo que es importante aumentar la representación femenina en todos los frentes.

       Anna Rossell

 

 


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