RECORTES
Las
fechas próximas a las vacaciones son propicias para el estrés. Como
uno está deseando, en su trabajo, que llegue el merecido tiempo de
descanso y trajina sin parar con la ansiedad de hacer las últimas
tareas pendientes, para irse con la conciencia tranquila unos días,
pues entonces cae el jefe de turno, o el consejero de su ramo, y le
endosa un recorte de sueldo.
El
momento elegido para sacar el hacha no parece oportuno; nunca lo es,
desde el punto de vista del empleado o del funcionario. Pero, siendo
objetivos, hemos de ponernos en el lugar del superior responsable.
Éste es, como ustedes ya sospecharon, un hombre sencillo, quiero
decir, sensible, preocupado por la salud laboral de sus empleados, y
poco dado a un exceso de sadismo gratuito, como, sin embargo, algunos
le atribuyen.
El
superior y jefe predica siempre con el ejemplo. Si ha de recortar, él
es el primero que sufre la decapitación de su salario; hasta
renunciar a coche oficial o de empresa si ve que es más barato usar
las piernas o el bus. Por supuesto, no descarta volver a coger su
coche particular y, en este caso, no exige dietas desproporcionadas
por el coste que desintoxicarse de un viejo y arraigado hábito le
supone a su economía. Tampoco renuncia a comer, todos los días;
solo que ya no lo hace a costa de la empresa, o de los presupuestos
de la Comunidad: suelen ser sus amiguetes, en La huertanica o en el
Rincón, acostumbrados a comer gratis con él, los que más le
recriminan su ejemplaridad.
Pero
él, el jefe, el político, desoye a pie firme sus advertencias
amistosas, imbuido de un raro y repentino espíritu de sacrificio. El
ejemplo de jefe sigue en su resolución de ir pagando de su bolsillo
todo, hasta un taxi.
Hasta
su mujer, en casa, le reprocha, con palabras de cierto desprecio: "a
ver, hijo, ¿qué te pasa, que te ha dado un ataque de ética, o
qué?".
Ya
suponen, el jefe no cede ni siquiera un paso y, como san Antonio en
el desierto, rechaza toda tentación aunque esta venga de su esposa
fiel. No cede aunque oiga tronar casi a diario aquello de "¡qué
razón tenía mi madre!, vine a dar con el más tonto; pues no, que
ahora dice que va a dar ejemplo de austeridad, el cretino; ¡si
tenían todos que besarte los pies!, ¡y subirte el sueldo como Ramón
Luis!, que tú, no eres funcionario, y no te afecta lo de esos, que
tienen su puesto por oposición, ¡a ver si te enteras! Cualquier día
de éstos..."
Fulgencio
Martínez
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