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sábado, 23 de marzo de 2013

La velocidad del sueño, libro de poesía de Juan Pablo Zapater. El cazadero de los libros, cuaderno de crítica literaria de F.M /5. Bibliotheca Grammatica. Revista Ágora. Digital Marzo 2013.


                                               

LA VELOCIDAD DEL SUEÑO



Juan Pablo Zapater
La velocidad del sueño
Ed.Renacimiento, 
Col. Calle del Aire, nº 103
Sevilla. 2012, 74 págs.

Desde la publicación -en 1990- de su poemario La coleccionista (premio de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación), Juan Pablo Zapater (Valencia, 1958) ha estado en silencio. Son muchos años, veintidós largos, los transcurridos hasta el libro que nos ocupa, La velocidad del sueño, editado por Renacimiento, dentro de su colección Calle del Aire, en el último tramo de 2012. 

     Podríamos pensar que, tras tanto silencio, el poeta ha cambiado su voz. Sin embargo, el reciente libro de Zapater entona el tópico de fray Luis de León del "decíamos ayer", y nos remite a una continuación de aquella poesía de los cachorros jóvenes de la experiencia (Carlos Marzal, el Vicente Gallego de los ochenta y noventa -no el Vicente Gallego posterior a Cantar de ciego, y que, incluso, en la recopilación de su poesía de esa época, El sueño verdadero, introduce sutiles y severos correctivos y cambios de paradigma en la voz). Digamos que aquellos poetas veinteañeros o más que treintañeros se proponían cantar su yo sobre un fondo de experiencia común y generacional. Sus experiencias propias de la vida eran, entonces, tan triviales, que apenas funcionaba, en el poema, el dominio de las formas clásicas, el verso endecasílabo bien medido y una cierta contención, materias en las que se mostraban hábiles alumnos de la generación mayor de la experiencia (Eloy Sánchez Rosillo y Luis García Montero, más el magisterio de Francisco Brines, que les aportaba alguna sombra de metafísica temporal). Lo mejor de estos poetas, en los que incluyo a Juan Pablo Zapater, eran sus defectos (como suele ocurrir siempre que vemos las cosas con perspectiva de tiempo); es decir, la tendencia a la explayación personal, a la bendita anarquía del yo, y a darle una patada a la contención, incluso a la fineza de la ironía que se gusta a sí misma; en fin, en aquellos jóvenes había una verdad que, no encontrando su modo, rompía en ocasiones la horma de lo aceptable poéticamente, y, aun, de lo premiable por aquellos maestros. 

     La velocidad del sueño continúa aquella poética, con una ristra de endecasílabos mecánicos y perfectos en medida, pero el tono y la profundidad del poeta han variado; las huellas de la edad en el autor han dado paso a un tono de poesía meditativa, casi siempre dialógica, coloquial; unas veces en comunicación directa con otro tú, en singular o en plural. En singular, con el amigo, como en el magnífico poema dedicado a Vicente Gallego, "Carta para un amigo" (pp. 47-48): excelente por muchos motivos: por la voz propia que fluye y se entretiene en meandros de meditación, con autoironía nada pedante sino servida por la materia del asunto del poema: su afirmación de la amistad dentro de la discrepancia, que deja solo asomar, mediante la ironía, el subtexto de la duda existencial del autor frente a las convicciones espirituales del "amigo" y poeta. (En otras poéticas, como las de los años "juveniles" de Zapater y Gallego, este tema subyacente hubiera pasado de secundario a principal, y hubiera derivado en un craso poema del yo, por mucha ironía, inútil, que hubiera derramado).

     Otras veces la comunicación se produce con un tú en plural, un vosotros: los hijos, como en el poema "La mitad del camino" (p. 33). La poesía adopta la voz responsable del testimonio válido para otros, los que siguen.

     Y aun otras veces, se logra la comunicación implicándose el poeta en un nosotros genérico: los huéspedes de la vida, los compañeros de generación, como en el poema dedicado a José Luis Parra, poeta prematuramente fallecido, "Dolor de los pecados mediocres" (p. 18).

     Dos metáforas funcionan en este poemario y le dan, de paso, la estructura binaria al libro La velocidad del sueño: la vida como un hotel de paso, donde somos huéspedes pasajeros, y, por supuesto, la vida como sueño, metáfora típica del Barroco, a la que Zapater tiene el acierto poético, intuitivo, de actualizar, al añadirle el sema de la velocidad, muy propio de nuestra época, en cierto modo paralela al Barroco por la aceleración e inanidad de la vivencia y por las contradicciones y crisis que no consiguen, sin embargo, despertarnos.



                              Fulgencio Martínez
                               (23-3-2013)



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