LA VELOCIDAD DEL SUEÑO
Juan Pablo Zapater
La velocidad del sueño
Ed.Renacimiento,
Col. Calle del Aire, nº 103
Sevilla. 2012, 74 págs.
Col. Calle del Aire, nº 103
Sevilla. 2012, 74 págs.
Desde
la publicación -en 1990- de su poemario La
coleccionista (premio
de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación), Juan
Pablo Zapater
(Valencia, 1958) ha estado en silencio. Son muchos años, veintidós
largos, los transcurridos hasta el libro que nos ocupa, La
velocidad del sueño,
editado por Renacimiento, dentro de su colección Calle del Aire, en
el último tramo de 2012.
Podríamos pensar que, tras tanto silencio,
el poeta ha cambiado su voz. Sin embargo, el reciente libro de
Zapater entona el tópico de fray Luis de León del "decíamos
ayer", y nos remite a una continuación de aquella poesía de
los cachorros jóvenes de la experiencia (Carlos
Marzal,
el Vicente
Gallego
de los ochenta y noventa -no el Vicente Gallego posterior a Cantar
de ciego,
y que, incluso, en la recopilación de su poesía de esa época, El
sueño verdadero,
introduce sutiles y severos correctivos y cambios de paradigma en la
voz). Digamos que aquellos poetas veinteañeros o más que
treintañeros se proponían cantar su yo sobre un fondo de
experiencia común y generacional. Sus experiencias propias de la
vida eran, entonces, tan triviales, que apenas funcionaba, en el
poema, el dominio de las formas clásicas, el verso endecasílabo
bien medido y una cierta contención, materias en las que se
mostraban hábiles alumnos de la generación mayor de la experiencia
(Eloy
Sánchez
Rosillo
y
Luis
García Montero,
más el magisterio de Francisco
Brines,
que les aportaba alguna sombra de metafísica temporal). Lo mejor de
estos poetas, en los que incluyo a Juan Pablo Zapater, eran sus
defectos (como suele ocurrir siempre que vemos las cosas con
perspectiva de tiempo); es decir, la tendencia a la explayación
personal, a la bendita anarquía del yo, y a darle una patada a la
contención, incluso a la fineza de la ironía que se gusta a sí
misma; en fin, en aquellos jóvenes había una verdad que, no
encontrando su modo, rompía en ocasiones la horma de lo aceptable
poéticamente, y, aun, de lo premiable por aquellos maestros.
La
velocidad del sueño continúa
aquella poética, con una ristra de endecasílabos mecánicos y
perfectos en medida, pero el tono y la profundidad del poeta han
variado; las huellas de la edad en el autor han dado paso a un tono
de poesía meditativa, casi siempre dialógica, coloquial; unas veces
en comunicación directa con otro tú, en
singular o en plural. En singular, con el amigo, como en el magnífico
poema dedicado a Vicente Gallego, "Carta para un amigo"
(pp. 47-48): excelente por muchos motivos: por la voz propia que
fluye y se entretiene en meandros de meditación, con autoironía
nada pedante sino servida por la materia del asunto del poema: su
afirmación de la amistad dentro de la discrepancia, que deja solo
asomar, mediante la ironía, el subtexto de la duda existencial del
autor frente a las convicciones espirituales del "amigo" y
poeta. (En otras poéticas, como las de los años "juveniles"
de Zapater y Gallego, este tema subyacente hubiera pasado de
secundario a principal, y hubiera derivado en un craso poema del yo,
por mucha ironía, inútil, que hubiera derramado).
Otras
veces la comunicación se produce con un tú en plural, un vosotros:
los hijos, como en el poema "La mitad del camino" (p. 33).
La poesía adopta la voz responsable del testimonio válido para
otros, los que siguen.
Y aun otras veces, se logra la comunicación implicándose el poeta
en un nosotros
genérico: los huéspedes de la vida, los compañeros de generación,
como en el poema dedicado a José Luis Parra, poeta prematuramente
fallecido, "Dolor de los pecados mediocres" (p. 18).
Dos
metáforas funcionan en este poemario y le dan, de paso, la
estructura binaria al libro La
velocidad del sueño:
la vida como un hotel de paso, donde somos huéspedes pasajeros, y,
por supuesto, la vida como sueño, metáfora típica del Barroco, a
la que Zapater tiene el acierto poético, intuitivo, de actualizar,
al añadirle el sema de la velocidad, muy propio de nuestra época,
en cierto modo paralela al Barroco por la aceleración e inanidad de
la vivencia y por las contradicciones y crisis que no consiguen, sin
embargo, despertarnos.
Fulgencio
Martínez
(23-3-2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario