ÁGORA. ULTIMOS NUMEROS DISPONIBLES EN DIGITAL

sábado, 29 de abril de 2023

Nostos. Diario Político y Literario de FM / 2023

 



NOSTOS

 

No añoro mis años de profesor de instituto. Sí recuerdo con nostalgia mis años de estudiante. Desde el colegio me gustó estudiar. Mi madre me compraba los libros mucho antes de comenzar el curso y yo los leía casi sin darle tiempo a mi amada madre a que los forrara, como era su costumbre. Antes de comenzar las clases, ya había pasado mis ojos por aquellos libros de Lengua y Literatura, de Francés, de Geografía, de Ciencias Naturales, de Historia. (La Física y las Mates no eran lo mío). Un año, el maestro hizo que adelantara un curso; lo debía tener ya harto. El primer día de clase llamó a mi madre y le hizo devolver los libros de Tercero (ya forrados por ella) y le hizo que me matriculara en Cuarto y me comprara los nuevos. Tengo de esos días un recuerdo imborrable. Echado en el suelo, sobre la cama, debajo de la cama, sobre la pared, yo qué sé, leyendo y leyendo… Cuando terminé la escuela tenía nueve años y preceptivamente no podía matricularme en septiembre en el instituto hasta cumplir los diez. Por suerte, don Antonio Caparrós, secretario del Francisco Salzillo, de Alcantarilla, informado por mi maestro don Francisco, aceptó mi matrícula en Primero de Bachillerato; de todos modos, cumplía los diez el catorce de diciembre.

Cuando me preguntan si tengo nostalgia por la media vida que dejé en las aulas, respondo que no, o que casi no. Tengo en mi cabeza las aulas en las que fui estudiante, a esas sí que volvería. No solo los libros, las aulas, los lugares físicos en que se enseñaba y se aprendía, forman la mejor parte de mis recuerdos. No he comprendido nunca el saber en abstracto, desgajado de un soporte real. Así, me gustaba aprender las lecciones de Historia, por ejemplo, en el libro de Historia, me aprendía los hechos que narraba ese libro en tal página (siempre he conservado una buena memoria eidética). También me gustaban las lecciones orales, la enseñanza en el aula, puedo recordar aún frases oídas a los profesores, gestos de estos, miradas, ambiente, sonidos y sensaciones de aquellas clases que van unidas a un conocimiento incluso más indeleble que el aprendido en los libros. La primera clase del profesor don Venancio Iglesias, de Literatura, donde explicó el programa del Curso casi por entero. Luego, el mejor profesor que he conocido explicaba en cada clase lo que le interesaba, aquello que investigaba por él mismo y compartía con nosotros; el libro de texto lo podíamos leer por nuestra cuenta. Esa forma de enseñar me venía a mí como anillo al dedo, claro está.

En fin, al que me insiste con la pregunta de si no echo de menos ser profesor, respondo que no, porque lo que en verdad yo siempre he querido es ser estudiante.

 

Fulgencio Martínez

Profesor de Filosofía jubilado,

escritor y editor de la revista Ágora

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario