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viernes, 21 de abril de 2023

Juan Ramón Jiménez dentro del Quijote. Por Sebastián Alfeo. Revista Cervantina. La sonrisa de Cervantes / Ágora n. 18 (Nueva Col.). Lecturas del Quijote/ 4. Abril 2023

 



 

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ DENTRO DEL QUIJOTE

 

POR SEBASTIÁN ALFEO

 

 

Vamos a comentar algunas de las ideas expuestas por la profesora María Ángeles Sanz Manzano (de la Universidad de Alcalá de Henares) en su artículo “Juan Ramón Jiménez y su lectura poética del Quijote”. El artículo forma parte de un libro de estudios sobre la literatura española del Siglo de Oro, y remito a los lectores a su lectura completa[1].

 

      Juan Ramón Jiménez dio clases en la Universidad de Puerto Rico sobre literatura española y americana: tanto sobre literatura americana en lengua inglesa, de la que tenía un amplio conocimiento, como sobre literatura americanohispana. (Con qué delicadeza e inteligencia trasponía los adjetivos el maestro, mostrando en ello su agradecimiento hacia su nueva tierra de adopción, y, por otra parte, señalando que lo americohispano juega en la misma o superior categoría que lo americoanglo, para Juan Ramón Jiménez. Y puesto que los estadounidenses se suelen proclamar por antonomasia americanos, el gentilicio propuesto por Juan Ramón es acertadamente beligerante contra ese monopolio de la palabra América. Por supuesto, lo hispano, entendido como tal la cultura de Hispania, Iberia, España, con sus lenguas, sus tradiciones, su literatura y su gran arte, su mística y su religión católica incluidas, igual que sus heterodoxos -recordemos que el título del libro de don Marcelino Menéndez Pelayo se puede leer literalmente, poniéndole el foco del sustantivo en “españoles” no en “heterodoxos”: Historia de los heterodoxos españoles-, y claro que también la proyección de esa cultura hispana en América y su simbiosis y mestura creadora).

En Puerto Rico, Juan Ramón Jiménez escribió y dictó lecciones de literatura. Algunas de las obras poéticas de ese heterodoxo español se gestaron en la isla, pero, sobre todo, queremos destacar, por no ser aún muy conocida del gran público español, sus libros de estudios literarios y críticos.

Ese heterodoxo español, nacido en Moguer, Huelva, tuvo la doble condición de crítico y de poeta. Como, por ejemplo, T.S. Eliot, para la cultura inglesa, el Juan Ramón Jiménez de América -americohispano (como él diría) sin dejar de ser heterodoxo por español, es una referente cada vez más estimado de la crítica literaria y de los estudios literarios del siglo XX.

 

Dicho esto, vayamos, con ayuda de la profesora alcalaína, a señalar algunas de las ideas de nuestro poeta sobre El Quijote de Cervantes. Sanz Manzano cita una página de El modernismo (texto que recoge un curso de Juan Ramón en la Universidad de San Juan de Puerto Rico):

Cervantes fue un extraordinario escritor; (de sí mismo decía): de poeta «yo   no tengo la gracia…». En cambio la poesía del Quijote es extraordinaria.[2]

Y decía también el poeta a Juan Guerrero Ruiz:

Hay páginas, como la vuelta de Don Quijote a su aldea, que tienen una honda tristeza, de auténtica poesía.[3]

En enero de 1904, cuando se aproximaba la fecha del tricentenario del primer Quijote, el poeta de Moguer escribe el artículo titulado “Con motivo del tercer centenario de Don Quijote de la Mancha”, en la revista Helios. Asoma ya en dicho artículo del aún joven poeta una crítica de los tópicos sobre Cervantes y El Quijote que se prodigaban en las lecturas y homenajes de otros escritores contemporáneos, pero, además, Juan Ramón Jiménez avanza la que será su propia lectura sobre El Quijote. Una lectura que nosotros denominaríamos desde dentro del Quijote. Veamos (siempre con ayuda de los datos aportados por el artículo de la profesora).

Con motivo de este centenario de Don Quijote, la gente ha dado otra vez en repetir lo de siempre: que Don Quijote es un libro de ironía, que Panza es la grosera realidad y Don Quijote el ensueño divino, que el libro de Cervantes es el símbolo de esta vieja patria española, que don Miguel rompió en él una lanza contra los viejos libros de Caballería… Yo me he atrevido a pensar que todo esto es una leyenda que le fingen al gran novelista de España […]. Yo quisiera decir: es casi seguro que Don Miguel de Cervantes no pensara nada de lo que se dice que pensó, cuando se puso a escribir su novela maravillosa.  (Juan Ramón Jiménez )[4]

La profesora Sanz Navarro recuerda que el texto de Juan Ramón se adelantó a otros textos aparecidos al año siguiente, en 1905, que presentaron ya un calado menos retórico y más afincado en el pensamiento y en la actualidad del momento de España:

Este texto de Juan Ramón fue a sumarse a la larga lista de reflexiones sobre el Quijote que vieron la luz en 1905. Dos ensayos, escritos por autores especialmente estimados por el poeta andaluz, aparecieron ese mismo año: se trata de La ruta de Don Quijote de José Martínez Ruiz Azorín y Vida de don Quijote y Sancho de Miguel de Unamuno. Ambas interpretaciones del Quijote, leídas enseguida por Juan Ramón, coincidieron en vincular la novela de Cervantes al momento presente. De esta manera, el texto cervantino quedó actualizado hasta el punto de convertirse en un instrumento utilísimo para analizar y comprender la España de entonces.[5]

Pero lo más interesante del artículo de 1904 en Helios es que un ya genial lector de 23 años como era Juan Ramón Jiménez descubre lo que la profesora denomina “el sentido primigenio de la obra” de Cervantes, que consiste precisamente en “la pretensión de convertir la vida en novela”.

[…] lo que Don Quijote muestra del pensamiento de Cervantes es de una gran ingenuidad y una mayor sencillez. Cervantes vio que en la vida había elementos novelables; ésta fue la luz de su libro, tan fragmentario y trabajoso como una labor de la tierra.[6]

Señala Juan Ramón como antecedente de ese intento stendhaliano de trasladar la vida a la literatura La Celestina, obra admirada por el propio Cervantes. De algún modo Fernando de Rojas, Cervantes, Stendhal, Balzac y su continuación Tolstoi, Pérez Galdós, y al final, Marcel Proust, que desarrolla la novela del yo donde lo introspectivo, lo analítico y la memoria están también en función de ser la escritura de una vida, nada más ni nada menos, son los fundadores de la novela, como el discurso literario y aun filosófico modernos por excelencia.

Obras como las citadas, junto a los estudios de Américo Castro y Menéndez Pidal, contribuyeron a releer El Quijote desde la actualidad de España, una España, convertida en problema (filología dixit, no la matemática). Ortega es el autor que más profundiza en el diagnóstico, en España invertebrada (1921), remitiendo a la falta de cohesión de la nación. O, Manuel Azaña, que remite a la profunda zapa de la Iglesia en la vida social española. Estos análisis, más de tipo sociológico, se centran en un periodo más moderno de España, próximo a la España descubierta como problema por los filólogos. Los filólogos históricos tienen, sin embargo, el mérito de señalar el problema, aunque se remontan fundamentalmente a la Edad Media y a la ruptura de difícil equilibrio entre las castas y culturas que sobrevino con el paso a la primera modernidad y al origen mismo del Estado moderno, en cuyo primer momento estuvo el español.

Desde entonces El Quijote implica una lectura de la historia y la identidad de España. No estaba del todo de acuerdo con Juan Ramón con esta asimilación del libro y del tema de España, al menos si, con ello, se olvidaba lo esencial: lo literario, el juego y la voluntad de arte de Cervantes, y, sobre todo, su vocación de darnos una sencilla y profunda parábola sobre la experiencia de la vida, y de la vida individual, de cada uno, no solo de los pueblos, o solo de un pueblo: el de España. En cierto modo, coincide en el individualismo y el vitalismo con Unamuno; aunque el filósofo vasco se ocupa más de lo colectivo y nacional.

No obstante, volviendo a los años de la celebración del tercer centenario del Quijote, en 1915 se celebraría la aparición del Segundo Quijote (quizá la obra más insuperada de toda la literatura universal, donde Cervantes aplica la ironía erasmista hasta extremos de profundidad humana y filosófica difíciles de imitar y tal vez imposibles de superar). El propio Juan Ramón Jiménez, siempre metido a editor (de revistas modernistas, como Helios, o de colecciones de libros novedosos), edita Meditaciones del Quijote, de José Ortega y Gasset, un año antes de aquella nueva efemérides quijotesca; en 1914. Juan Ramón era entonces director de publicaciones de la Residencia de Estudiantes. También editó, ya en 1915, dos libros de Azorín, uno de ellos decisivo para la madura visión azoriniana del Quijote: Al margen de los clásicos.

Durante su exilio, tras el inicio de la guerra en 1936, retoma Juan Ramón Jiménez la lectura de la obra cervantina, pero adopta entonces un enfoque distinto, que analiza el artículo de la profesora Sanz Navarro.

Veamos, antes de conocer dicho enfoque, algunos momentos de ese exilio del poeta. Se inicia en agosto del 36, a pocos meses del pistoletazo de salida de la matanza proyectada (y en parte iniciada ya por ambas “Españas del odio”, los hunos y los hotros, que diría Unamuno, iguales en totalitarismo y sectarismo). El poeta marcha a Estados Unidos. En ese país, sobre todo, en su residencia de Florida permanece hasta 1950. La nostalgia del español nativo le obsesiona, al igual que le sucedería a Luis Cernuda. La suple en parte con la lectura asidua de Cervantes (Cervantes es de algún modo lo que Galdós para Cernuda: un hilo umbilical con la lengua española). Por fin, en 1951 Juan Ramón se instala en Puerto Rico, ejerce la docencia en su Universidad, y en la isla (cuyo escudo aún reproduce las barras aragonesas Fernando el Católico, corona, yugo y flechas y las iniciales F e Y, de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla), vive con Zenobia, su esposa, allí recibe la noticia de la concesión del Premio Nobel en 1956 y allí fallece el poeta en 1958.

En el año 1954 , un 23 de abril (por entonces, aún se confundía fecha de la muerte de Cervantes, un 22 de abril, con la de su entierro, el 23), el poeta onubense da una conferencia universitaria sobre El Quijote. En ella ofrece una interpretación original. Hace una lectura en clave poética de El Quijote. Imagina a Cervantes, redomado lector de romances en verso, iniciando su obra en versos octosílabos. ¿Sueña acaso don Miguel, el poeta, con escribir un nuevo Romancero? “El romance octosílabo libre con que comienza El Quijote empieza a derivar” (dice Juan Ramón Jiménez) en las primeras líneas de la obra novelesca. Las primeras líneas del Quijote descansan en una base octosilábica, descubre el poeta de Moguer. En un lugar de la Mancha / de cuyo nombre no quiero[7]

La novela de El Quijote surgiría tras un desbordamiento de ese primer ritmo octosílabo de las primeras líneas, hacia la libertad rítmica de la prosa. La prosa del Quijote sería, por tanto, una prosa de romance. Juan Ramón, además, proporciona otra clave para entender ese desbordamiento: el paisaje, la Mancha, un mar de tierra y aire…

     Cervantes descubre, anticipándose al romanticismo y a la última modernidad, el paisaje como expresión del estado de alma de los personajes, y más aún, la imbricación hombre-paisaje como una condición de universalidad exigible a la poesía y a la literatura. En esa condición se fundaría ontológica y genéricamente la novela, es decir, la novela moderna inventada por Cervantes. No solo un conjunto de relatos o anécdotas, sino el decir sobre la consustancial individualidad /universalidad formada por la imbricación de un alma humana y del alma de la tierra o paisaje en que se vive. No otra cosa, mutatis mutandis, hace Proust en el final de esa novela moderna (o incluso, el deconstructor Joyce, en su Ulises): contarnos la singularidad de un ser dentro de una circunstancia concreta como un ejemplo de la experiencia humana universal. Alfa y omega de la novela, y de la modernidad que inventó su propio género de discurso literario para contar la historia de un héroe, un individuo cualquiera.

 

 


Sebastián Alfeo es autor de Nueve para Alfeo, una plaquette de versos, publicada por Nausícaa (Murcia).

 

 NOTAS



[1] Está disponible abierto en:

https://books.openedition.org/pumi/3342?lang=es

 

[2] Jiménez, Juan Ramón, El modernismo (Notas de curso), ed. Jorge Urrutia, Madrid, Visor Libros, 1999.

 

[3] Guerrero Ruiz, Juan, Juan Ramón de viva voz, ed. Manuel Ruiz Funes-Fernández, Valencia, Pre-textos, 1998

[4] JIMENEZ, JUAN RAMÓN. Primeras prosas, en Obra poética, ed. Antonio Sánchez Trigueros, Madrid, Espasa, 2005 (y más reciente, la edición de Visor, 2009), recoge el artículo publicado en la revista Helios.

 

[5] Sanz Navarro. op. cit.

[6] Primeras prosas. op. cit.

[7] Así lee el poeta esas primeras líneas, pautadas en versos de 8 sílabas.

 

En un lugar de la Mancha
de cuyo nombre no quiero
acordarme, no ha mucho
tiempo que vivía un
hidalgo de los de lanza
en astillero, adarga
antigua, rocín flaco y
galgo corredor. Una olla

 

[8] JIMÉNEZ, JUAN RAMÓN. El trabajo gustoso, en Conferencias I . Visor, 2012.

 

REVISTA CERVANTINA. LA SONRISA DE CERVANTES / ABRIL 2023

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