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martes, 29 de abril de 2014

PRIMAVERA HERMENÉUTICA EN MADRID, CON EL FILÓSOFO GIANNI VATTIMO



En Madrid, del sábado 3 al 7 de Mayo tendrán lugar una serie de eventos filosóficos en los que participará el filósofo italiano Gianni Vattimo, el filósofo del "pensamiento débil", en su día, quizá el máximo representante de la posmodernidad filosófica. Desde la perspectiva temporal que el presente nos otorga, Vattimo es el heredero de la gran tradición hermenéutica y crítica que, encauzada a través de Gadamer, retoma la reflexión sobre los problemas de Heidegger y Nieztsche -a autores a los que Vattimo, sobre todo en sus últimos libros, añade el pensamiento de Marx y de los textos cristianos.

Vattimo charlará con profesores y especialistas en su obra en torno a "cuestiones políticas, ética, teológicas, estéticas y ontológicas de actualidad", nos informa Teresa Oñate, filósofa y profesora de filosofía de la UNED.
Los encuentros se abrirán a la primavera y a las calles madrileñas, estáis todos invitados, aquellos a los que os interese la filosofía y el compartir vuestras inquietudes.

La visita y las charlas de Vattimo están organizados por la Cátedra cultural y científica de Hermenéutica clásica (UNED&ULL-TENERIFE&UAM-MADRID&U.TORIN0&CEILAM).

Para conocer la programación, enlace:
https://drive.google.com/file/d/0B8Vp3CdCIzfwNFBLYXNvb0UxamdOME8tbXRDTkQ5R0tBTzQ4/edit?usp=sharing




domingo, 27 de abril de 2014

ESTOS DÍAS AZULES. Por Manuel Juliá. Recordando a Antonio Machado

http://www.oretania.es/wp-content/uploads/2011/05/image333.png
El escritor y periodista Manuel Juliá. Fuente: www.oretania.es
enlace del artículo en el Blog del escritor: http://www.manueljulia.com/articulos/759/estos/dias/azules


  HOMENAJE A ANTONIO MACHADO
 
                                      ESTOS DÍAS AZULES

                                                  por MANUEL JULIÁ


Estos días azules y este sol de la infancia…Pongo puntos suspensivos desde una perspectiva trascendentalista. Y me imagino la triste escena. El tiempo frío, lluvioso, con una humedad que traspasa paredes, muebles y carne y se aloja después en los huesos. Una pulmonía que ya le venía acompañando mucho antes. Una honda tristeza y un sentimiento de desarraigo. Una pena profunda por esa parte humana que se vuelve vil, violenta, insensible, cruel. ¡Atrás quedaban tantos recuerdos lejanos y cercanos! Tanta lucha en un país cainita en el que el mundo de los privilegios no quería ser derrotado por la razón. Sus últimas colaboraciones habían sido en una revista editada en Valencia, Hora de España, que pretendía mantener en aquel vertedero de angustia un chispazo de cultura.

Exiliándose llegó a una pensión en una pequeña ciudad francesa con su madre y otros acompañantes. Oía la lluvia desde la cama llena de sudor. Miraba el aire gris de afuera con unos ojos que ya tenían más muerte que vida. Unos ojos pequeños y achinados que habían estudiado el tiempo en Bergson, y la poesía en autores cultos y en la voz que dicen los labios anónimos de la calle.

Llegó con dos heridas, la de la muerte y la de la vida. Llegó con la sola herida del recuerdo que tenía días dichosos y amargos, sones en francés de los que manaban sílabas de Verlaine y un aire llegado del existencialismo, que como un moderno Séneca, supo convertir en sabiduría. Todas las ideas complejas que había sintetizado en pocos versos o frases comenzaron a dejarle para vivir su propio futuro. Algún día llenarían estadios y vivirían con la música de lo eterno. Hoy es siempre todavía, debió pensar con la muerte agarrada a la garganta. Converso con el hombre que siempre va conmigo, quien habla solo espera hablar con Dios un día, debió decirse aquel republicano que escribió uno de los poemas más bellos que puedan escribirse a una monja. 

Ya estaba acostado con la muerte y quizá entonces pudo conocerla. En una pensión lejana, en un día de perros… Y entonces, en algún momento, debió escribir lo que alguien rescató del bolsillo de su abrigo. Estos días azules…Dicen que es lo último que escribió. Otro día lejano expresó el dolor por la muerte de un ser amado con los cuatro versos más desgarradores de la literatura española. Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. Hacía mucho frío afuera, y también adentro. Antonio Machado soñaba con un patio de Sevilla, un huerto claro y un limonero que el sol vuelve un espejo de oro. Ayer hizo 75 años de su muerte y un grupo de poetas lo recordamos en su casa de Segovia.




revista ÁGORA DIGITAL ABRIL 2014/ HOMENAJE A ANTONIO MACHADO EN EL 75 ANIVERSARIO DE SU MUERTE

sábado, 26 de abril de 2014

Salud en el trabajo (28 de abril Día internacional de la Salud y Seguridad en el Trabajo). Diario político y literario de Fulgencio Martínez, donde se habla de lo divino y lo humano. T2/38. Ágora digital



Publicado en el diario La OPINIÓN DE MURCIA: sábado 26 de Abril 2014
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2014/04/26/salud-trabajo/554421.html


                    SALUD EN EL TRABAJO

     (En homenaje a Marcelino Camacho y a Antonio Gutiérrez)


Todos los 28 de abril se celebra el Día internacional de la Salud y la Seguridad en el Trabajo. También en España, como se encargan de recordarnos los sindicatos, llueva cabreo y ande jaleo, deberíamos señalar con piedra blanca ese Día. Celebrarlo incluso más que el de nuestro santo, como si fuera el día de nuestra Gracia y del Genio protector de la familia y de nuestra gente. Ya nos quedan quizá pocas fechas para celebrar, pero esta, que aún no han podido eliminar, debería ser mejor honrada. Y digo que no la han podido suspender del calendario de “Días internacionales de” porque a ver si no les interesará a los que parten el bacalao que el lomo del trabajador esté sano. ¡A ver! 

Aunque hoy, para el capitalismo, el trabajador es un clínex, de usar y tirar, aún es costoso de formar si lo consideramos pieza a pieza. En general, en la producción industrial en serie, las piezas defectuosas o que menos rinden se reemplazan rápidamente por otras. Las máquinas y el mecanismo que las construyen es lo que cuesta, o sea, vale más amortizar; de ahí que las máquinas tengan, para el capitalismo, una preeminencia o valor esencial por encima de cualquier otro factor de producción. Axiológicamente, si nos ponemos filosóficos, en la escala de valores económicos el trabajador ocupa el rango de pieza en el orden de los bienes. Pero he aquí, oh Ángel del Señor, que una de entre las muchas piezas humildes y prescindibles y de fácil recambio por el sistema, se levanta y dice: Soy tu esclava necesaria, oh Capital, ego sum ancilla Domini pero necesito una vida sana, condiciones de salud en el trabajo y medidas de prevención de riesgos de accidentes y enfermedades laborales. Y no solo para mí, que soy sola un átomo, una humilde sierva a tu servicio; también para las otras criaturas y piezas de tu ajuar doméstico. 

El Señor, no sabemos si por no entender el mensaje de la esclava que le transmitió el Ángel, o por su inmensa Misericordia, accedió. Y desde entonces la mano de obra se valoró con una plusvalía teológica. Era el dedo de Dios quien firmó con la mano obrera un pacto de mejora del bien que hasta entonces figuraba en el montón, confundido con otras desmayadas piezas y materiales de obra. 

Quizá el Señor entendió, mejor que nosotros, el poder de la solidaridad obrera, la resistencia del material obrero en bloque, su capacidad potencial de reivindicación y lucha cuando se une como una masa. Por eso, ascendió a la pieza del trabajador a un escalafón tan alto en la distribución metafísica del bien. Luego vino San Agustín –ya había nacido Cristo, era el siglo V de la Era en curso- y dijo que todo hombre es imagen de Dios, o sea, compuesto de Ser, Conocer y Amar ese Ser y ese Conocer a semejanza de la Trinidad: del Padre, el Hijo y el Espíritu santo; ítem más, según el Obispo de Hipona, no hay diferencias en la esencia humana, por lo que hasta el esclavo y el obrero del futuro podían ser admitidos en la Ciudad de Dios, con todos los derechos de ciudadanía celestial que a su natural condición humana corresponden. Y Dios vio que eran buenas las palabras de San Agustín, pero que desde ese momento se le acabaría la paz celestial a Él y a sus Ángeles, pues el obrero comenzaría a reivindicar también derechos como en la Ciudad terrestre. Dejar entrar en el Cielo al obrero vio Dios que era admitir a un demonio descontentadizo y siempre sujeto de reivindicaciones. “La clase obrera es la clase revolucionaria”, le avisó, a su izquierda, Carlos Marx. A su diestra, Cristo murmuró otra de sus parábolas: “Es más difícil que entren todos ésos a que entre un camello en el ojo de una aguja”. Y el Señor le hizo un guiño de ojos a su Hijo, pues solo Él lo entendía. 

Moraleja: la unión hace la fuerza y después da tiques para un palco en la Gloria, más elevado que la tribuna y la grada de pie donde estarán los que no han trabajado. ¡Apúntate!


FULGENCIO MARTÍNEZ

                                                                               Profesor de Filosofía y escritor

ÁGORA DIGITAL ABRIL 2014

martes, 22 de abril de 2014

"El cantor", inédito de DIONISIA GARCÍA. Homenaje a Antonio Machado/revista Ágora digital

Dionisia García, con portada de su libro "Señales". Fuente. La opinión.es
   

                              DIONISIA GARCÍA



 EL CANTOR

Vivió desde la voz de su conciencia,
y así fueron los versos el emblema y la hondura.
Su amor esparciría generoso:
el hombre a su cuidado estuvo siempre.


Amaneceres claros, tierras broncas
de vinosos colores, castaños y amarillos,
recibirán el bien de la mirada.
Sus amores tardíos benefician
al corazón, que sabe y está solo
en el ir y venir de diferentes tiempos.


La imagen del poeta, cercana y apacible,
quedará entre nosotros, con los dones
de su voz luminosa, engrandecida y única.


Al borde del camino, humildes margaritas.
Aún verdes las espigas cereales
cuando el adiós apremia inesperado.


En su huida, el cantor pisa tierra extranjera.
Se adivina en sus ojos una chispa de luz
que impulsa la esperanza de ser en otros mundos,
ajeno a su final en desconsuelo.

(Inédito)

                  REVISTA ÁGORA DIGITAL ABRIL 2014

Manifiesto por la poesía cívica. Por Fulgencio Martínez/ Textos de mano


 
MANIFIESTO POR LA POESÍA CÍVICA. Publicado en la revista EL COLOQUIO DE LOS PERROS, dirigida por Juan de Dios García.

Recuperamos este texto, de Fulgencio Martínez.
Ver el original en este enlace:
 http://www.elcoloquiodelosperros.net/numero30/curi30fu.html



Manifiesto por una poesía cívica

Fulgencio Martínez


    Trataré de explicar por qué creo que hoy sólo es posible escribir poesía cívica.
     La poesía cívica no es solo una propuesta de poética, es el cuerpo, todavía informe, que se ofrece a la figura miserable de la poesía en nuestro tiempo.


     Resistencia interior
     La poesía hoy tiene la figura de una “resistencia interior”. Al poeta le es cada vez más difícil mantener vivo el fuego, la tensión, la fuerza interna sin la cual no es posible que se produzca el encuentro con lo que tiene que decir, para que de ese modo pueda darse el resultado de un poema auténtico. Siempre, en toda época y para todo poeta lo ha habido, pero hoy crece más el peligro de que se adormezca la fuerza interior creativa. ¿Y por qué? ¿Qué tiene nuestra época de especial? Cada uno de nosotros podemos ejemplificar o señalar muchos tipos de peligros que rodean al poeta en esta fase de la sociedad de masas, donde todo, hasta el tiempo personal, no “productivo”, está instrumentalizado por lo económico, y quizá el peligro peor —estaríamos de acuerdo—, el peor enemigo del poeta es él mismo: que alberga en sí un quintacolumnista al servicio del invasor externo de su tiempo y energías.

     Protesta y vigilancia
     Pues resulta que ese constatar, en nuestra época, la potencia de desgaste a que está sometida la vocación, la fuerza interior o disponibilidad y necesidad emotivas del poeta, coincide con una general desposesión de sí mismo del hombre.
     La resistencia interior, en el poeta y en el hombre actual, es el signo de una actitud de protesta mínima por la falta de acceso a la autenticidad, y una actitud de vigilancia ante la falsa plenitud en que se nos adormece.

       Vigilancia no siempre operativa, quién puede tenerla todo el tiempo; sería psíquicamente destructivo. Personalmente, las fluctuaciones de encendido/apagado me producen un estado interior desazonador: es como ponerse un escudo transparente contra los “mensajes” del mundo, que han construido otros intereses distintos a los míos y a los que tengo que prestar todo mi interés. Empezar por no leer la prensa.... ni ver la tele... Hacerse un escudo antimediático. ¿Es posible? No. Entonces, abrirse a la circunstancia, sin la cual (Ortega) no soy yo; pero de forma vigilante, con este pensamiento acediano, que abrevia por estética: “Yo soy mi circunstancia”, donde el acento está puesto en el Yo.

     La esperanza a construir por la voluntad creadora
     Si todo lo exterior, tanto como lo interior, está mediatizado, quedaría un foco de resistencia, de denuncia de la falsa plenitud que nos aliena, pero, cuidado, seamos realistas, ¿esto es un huero deseo programático, o dice algo que agarrar?
     Aquí surge, entonces, una característica de la poesía cívica, que Maximiliano Hernández Marcos ha señalado, y que tiene que ver con la esperanza. ¿Por qué van solidarias poesía cívica y esperanza? Yo eso lo vi con toda verdad, y con toda la envidia mía también, en Miguel Hernández. El poeta de verdad tiene el deber de dar esperanza. La poesía no es, si hablamos en serio de poesía, lo que nosotros queremos si no lo que ella quiere en su esencia, que no es Platón, es tiempo, historia humana.
     La poesía está alicorta si no da esperanza: la crítica, la ironía, la... lo... todo eso sólo tiene valor si finalmente da coraje y esperanza al hombre, de cada época, para vivir y enfrentarse a los problemas de su tiempo y a los de la propia existencia finita.
     Bien, ¿y qué ocurre cuando el poeta concreto no tiene esperanza alguna? O ¿está como yo dentro del invernadero de un pensamiento negativo o ha regresado y va al escepticismo? ¿Cuando hoy no creemos que la poesía sirva para nada, y efectivamente no sirve para nada? La poesía parte de la batalla perdida con su presente. Curioso que esto lo diga quien cree en la poesía cívica.

       Dialécticamente, hay aquí otro círculo. Nudo gordiano. Los extremos se tocan. ¿La poesía cívica no es lo mismo, entonces, que la poesía intimista (Bécquer): si su raíz está en la resistencia interior, y si, como en algunos momentos, parece atraída por el desengaño y la negatividad hacia el presente de la situación histórica?
     En el siglo XIX Bécquer podía entenderse y refugiarse en su yo íntimo, porque ese yo aún no estaba afectado por la duda de sí («El canto más personal es un montón de sombra que te han puesto ahí otros, en tu cabeza», dice Acedo, un siglo después de su admirado Bécquer).
     Era así y de forma auténtica, “inocente” solo si lo juzgamos desde nuestra situación. Y por no ser una huida falsa, inauténtica, podía ser buena, genial incluso, la poesía intimista de Bécquer.
     Hoy, no: sería una falsedad, y de ahí solo salen malos poemas, todo ese conjunto de poemas líricos inauténticos, que se escriben a capazos.

     Más allá de las narraciones, el foco en el futuro
     El yo personal, íntimo, ha sido invadido desde hace tiempo por el “yo narrado”, ese yo narrado que ha adoptado el formato general del mundo narrado, preconstruido, en que nos hacen vivir los lenguajes económicos. Nuestro presente, incluso, es un presente ya narrado, descrito en sus incertidumbres: no estaba desacertado en su vaticinio Orwell. Lo peor no es, hoy, saber que estamos dominados, que otros mandan y deciden por nosotros; tampoco el saber que nos manipulan y engañan (esto era lo que se daba antes y se sigue dando ahora); lo peor es que sospechamos, ya hoy, que el Poder, aun manteniéndose como tal, ha perdido la coherencia, la visión racional de sus fines, el sentido del argumento que impone, y que se (di)vierte en fabricar múltiples y descabalantes relatos, microrrelatos cada vez a más corto plazo.
     Es mentira que el futuro, que también nos dicen que está narrado ya, lo tengan en sus manos.
     La poesía cívica entiendo que ha de poner su foco en ese “futuro” que es lo abierto, lo no narrado, un futuro exento también de la visión personal del futuro por parte del que escribe, pues esa visión ya viene narrada, y en mi caso tiende a ser muy escéptica.

¿Cuál es el futuro de la poesía?


     Casi siempre escribimos con el foco en el pasado, ahora toca poner el foco en ese futuro esencial del ser humano, y traerlo como cuña para introducirlo en los huecos que asoman en el discurso preconstruido, que nos diseña el futuro desde una única y cosificada visión del presente.

     Realismo comunicativo
     Termino recordando el realismo comunicativo que es la condición asumida, en la poesía cívica, del lugar del poeta en nuestros días. El poeta ha asumido su condición de un ser humano corriente, y desde ella habla. Cuando me refería antes a la dificultad de mantener la fuerza interior, la fuente del poetizar, en un mundo de cotidianidad cada vez más secante, partía de ese lugar.
     Claro que en otras épocas el poeta se “ayudaba”, para mantener su singularidad aparte, bajo la barrera de una condición casi divina, o marginada, bohemia. Todo eso es hoy ya falso, más que los billetes de cien pesetas.
     Lo difícil, y lo que hemos de asumir, es que el escritor es un tipo que escribe en medio de todas las contradicciones y problemas de cualquier ser humano de su tiempo. No hay un “bios” del poeta, como tampoco del filósofo o del religioso. Los hubo. Soltería, independencia moral, hasta una dieta específica. Todo eso, repito, es hoy falso, además de imposible. Quien se crea que así puede ser poeta, filósofo, o lo que sea, se miente y se hace una falsa composición del tiempo.
     ¿Cómo, desde dentro de la misma situación histórica alienante de cualquier hombre de su época, el poeta se plantea su función irrenunciable? Esa es la tarea que tenemos que realizar, y un principio de verdad del que partir al menos.

     En ese principio de verdad, que no es una pose más, se cifra la posibilidad de que, de nuevo, la poesía se entienda a sí misma como comunicación. No porque el poeta, como antes, venga con un mensaje desde otra parte, para comunicarlo, y suponiendo que la comunicación era un derivado del proceso de la escritura y, además, dando por hecho que el receptor estaba “a priori” obligado a prestarle atención. Sino porque la poesía se ha ganado el derecho a plantearse de nuevo como comunicación, como “otra forma de comunicación”, desde su misma esencia, proyectando su figura actual inmersa en el mundo y corriendo todos los peligros de la banalidad y la cosificación para rescatar algo que merezca la pena ser dicho y compartido.


Revista ÁGORA DIGITAL ABRIL 2014


sábado, 19 de abril de 2014

ORÍGENES DEL AUTO SACRAMENTAL Y EL MAL LLAMADO AUTO SACRAMENTAL DE LOS REYES MAGOS. Por Enrique Gambín López. Revista Ágora/ El Mono Gramático


               




ORÍGENES DEL AUTO SACRAMENTAL Y EL MAL LLAMADO AUTO SACRAMENTAL DE LOS REYES MAGOS

                                                                    Ensayo de Enrique Gambín López 


Orígenes del auto sacramental 


El Diccionario de Autoridades define los autos sacramentales como: "[1]Cierto género de obras cómicas ('teatrales') en verso con figuras alegóricas que se hace en los teatros por la festividad del Corpus, en obsequio y alabanza al augusto Sacramento de la Eucaristía, por cuya razón se llaman sacramentales. No tienen actos y jornadas como las comedias sino representación continuada sin intermedio."

Lo primero que hemos de señalar es que tanto el auto sacramental como el romancero son dos manifestaciones de la literatura española, sin equivalente en ninguna otra literatura. El auto, aún en sus días de mayor apogeo, fue criticado de manera feroz por moralistas y teólogos y casi olvidado por los críticos literarios, mientras gozaba del favor del público. Entre los siglos XVIII y XX los críticos no se preocuparon del estudio crítico de los autos.  Jovellanos los calificó como una "supersticiosa costumbre", Leandro Fernández de Moratín los considera "composiciones absurdas". Menéndez Pelayo los califica como "aquejados de frialdad". Ángel Valbuena Prat sería el primer estudioso que se dedicara a indagar en el espíritu de los autos. Le seguirán Alexander A. Parker, Marcel Bataillon, Bruce W. Wardropper o Jean-Louis Flecnianokska. 

El auto sacramental es un género que trasciende lo eminentemente doctrinal, su fin último es transmitir la doctrina católica o pensamientos filosóficos y teológicos que giran en torno a la esfera de la religión católica y con un gran protagonismo del sacramento de la Eucaristía. No obstante, no podemos pasar por alto la enorme calidad artística que algunas de estas piezas entrañan, aunque, a primera vista, puedan ser considerados como sermones teatralizados, o métodos para la difusión catequética de dogmas; el auto sacramental es mucho más. Si leemos los autos de Calderón de la Barca, nos percataremos de constituyen un canal por el que podemos captar la esencia barroca, el espíritu que movía a los artistas y dramaturgos de su época.



El origen de los autos sacramentales ha sido muy discutido por los historiadores de la literatura. En la actualidad, parece haber un cierto consenso que señala que este género no surgió a partir de una obra concreta, sino fue resultado de una confluencia de elementos y tradiciones que desembocaron en el mismo; coinciden en esta opinión grandes estudiosos como Parker o Ignacio Arellano.[2] 

La recomendación del Papa Juan XII de la celebración pública de la Solemnidad del Corpus Christi, favoreció que comenzaran a salir a la calle procesiones con el Santísimo Sacramento acompañadas por las correspondientes representaciones de rigor, realizadas en carros. La Reforma suscitada en la Iglesia católica para renovar el espíritu y combatir las herejías ha sido señalada por algunos expertos como motor del surgimiento de los autos, y aunque podemos adherir al auto sacramental un marcado carácter de lucha contra las herejías, no podemos olvidar que este género dramático hunde sus raíces en la Edad Media, en un período mucho anterior a la citada reforma.

Podemos observar los "embriones" de lo que más tarde serían los autos en las representaciones eclesiásticas que se realizaban en el tiempo de Navidad, y en el de Semana Santa, en los templos españoles. En Navidad tenía lugar el Ordo prophetarum (en torno al nacimiento de Jesucristo) y en Semana Santa se realizaban representaciones como el Quem queritis (obras alusivas a la resurrección de Jesucristo).

Las iglesias fueron el primer edificio que acogió representaciones dramáticas en nuestro país, las distintas ceremonias litúrgicas eran acompañadas con distintas representaciones que ayudaran a que los fieles pudieran captar con mayor facilidad el mensaje religioso que se les quería transmitir, ya que no podemos olvidar la incultura que imperaba entre el pueblo español de aquella época. El carácter festivo y lúdico en esas representaciones fue aumentando, la escenografía fue complicándose cada vez más hasta que pasó de los templos a las plazas.

En el Códice de autos viejos encontramos una rica fuente en la que podemos vislumbrar el germen de este subgénero dramático. En este conjunto de obras encontramos una técnica alegórica -fundamental en los autos- que es digna de mención. Ignacio Arellano y J. Enrique Duarte defienden que la Farsa sacramental de Fernán López de Yaguas y la Farsa Sacramental de 1521 parecen ser "las primeras manifestaciones del género del auto sacramental", aunque autores como Wardropper lo nieguen.[3] 

Un autor precalderoniano digno de mención es Juan Timoneda que no mostró una enorme calidad artística pero sí una gran dedicación por el drama eucarístico, digno de mención en la evolución del auto sacramental es su Auto de la oveja perdida.

Lo que en un principio eran obrillas escritas por y para clérigos con escaso valor artístico, se fueron convirtiendo en verdaderas piezas de arte dramático salidas del magín de los más grandes genios de la literatura como Lope de Vega y, sobre todo, Calderón de la Barca. Para llegar a ver el grado de perfección presente en autos tan famosos como El gran teatro del mundo, que aun hoy se sigue versionando en nuestros teatros, hubieron de existir numerosos autos menos valiosos pero necesarios en la evolución de este subgénero.

Las representaciones de los autos sacramentales llegaron a ser prohibidas por el rey Carlos III en 1765. El motivo de esta prohibición estribó entre otros motivos en que el jolgorio que acompañaba a los autos empañaba el verdadero espíritu del sacramento al que hacían alusión, es decir, la Eucaristía.



                                                                           

El mal llamado Auto sacramental de los Reyes Magos                                                                                                                                  
 Aclarados los orígenes del auto sacramental, conviene adentrarnos en la cuestión de la inapropiada denominación que se le da al Auto de Reyes que se escenifica todos los años en las pedanías de la huerta murciana entre las que destacan Javalí Nuevo o Churra. Esta pieza teatral data de finales del siglo XIX y es una adaptación a la huerta del famoso Auto de Reyes medieval. Constituye una hermosa pieza llena de costumbrismo y tradición; no obstante, no podemos clasificarla como un auto sacramental, pues no cumple con las condiciones propias de los autos. En primer lugar, en estas piezas no se da la alegoría, capital en el auto sacramental, tampoco se hace alusión alguna a la Eucaristía, sino que se representa el Nacimiento de Jesucristo. En esta obra se añaden escenas que no figuraban en el original medieval como la matanza de los inocentes o la adoración de los Reyes Magos.






Enrique Gambín López es filólogo y poeta. Dirige el blog literario: http://brazaldelasletras.blogspot.com.es/


[1] Academia Española (1726-1770), Diccionario de la lengua castellana [Autoridades] (edición facsímil en Academia Española, 2001).
[2] ARELLANO, Ignacio y J. Enrique DUARTE. El auto sacramental. Madrid, Ediciones del. Laberinto, 2003.
[3] ARELLANO, Ignacio y J. Enrique DUARTE. El auto sacramental. Madrid, Ediciones del. Laberinto, 2003.


REVISTA ÁGORA ABRIL 2014/ EL MONO GRAMÁTICO/ENSAYO LITERARIO