Alizares donde miré…
I
Alizares donde miré
impávida escarcha.
Aquí, en una pared de la cocina,
pegaba, de niño,
los cromos de las horas.
Enfrente: dos palomas rojizas
con sus buches hinchados,
hasta el tapete de madera
–con su cenefa morisca–
llenas siempre de agua.
Nunca las vide sino así:
siempre llenas de agua.
(Mi madre no quería
que me asomara yo al fondo
de orzas o tinajas; el fondo,
donde el verdín se aposenta).
II
El
humor que había en mis venas de crío,
¿por
qué batanes ha pasado?
La
cometa está rota pero vuela
a
ras del cielo: la palabra también,
mas
vuela, ¡ave de presagios y altura!
Todavía
vengo a escribir, madre,
un
bando de palomas y de neblíes,
un
hombre es una jaula tirada por leones,
el
ser humano es un libro,
y
un arca,
y
un libro es un barrote
de
la jaula tirada por leones.
III
“ma arma román en aquest món dammada”
Ausias March
Yo no te mentía,
duermo sin pararrayos,
mal, y mojado;
mentir aún no sabía
madre, junto a tu cabecero:
(jura) yo no he robado nada.
El yeso se me ha caído del alma
pero yo, no he robado nada.
IV
Adonde
un día con otro
me
sumo, arrójame madre
un
san Blas contra los ahogos.
La
que me ponías de niño,
con
un cordoncito, del cuello,
pequeña
figura de barro, de oro.
Fulgencio Martínez
REVISTA AGORA DIGITAL JULIO 2013
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